El Brasil de Lula:

Un balance espectacular

No es muy habitual que el presidente de cualquier paí­s se retire, tras dos mandatos consecutivos, con un 87% de popularidad entre su pueblo. Lula acaba de hacerlo. Bajo su presidencia, Brasil ha sufrido una transformación gigantesca en todos los ámbitos. Y como clave de su balance espectacular, la conquista de una creciente independencia polí­tica y el ejercicio de la soberaní­a polí­tica brasileña.

Los medios de comunicación occidentales suelen atribuir a algo tan indefinible como el carisma el insólito hecho de que Lula salga de la residencia con más popularidad incluso de la que entró. Pero el carisma –que sin duda Lula posee en alto grado– no es suficiente para explicarlo. Es en la línea política que ha desplegado y en las profundas transformaciones que ha acometido en sus 8 años de mandato donde hay que buscar las razones de la veneración que el pueblo brasileño ha demostrado tenerle. La herencia recibida y la dejada Para comprobarlo, basta repasar someramente algunos datos comparativos de la situación en la que dejó el país el anterior presidente (1994-2002) Fernando Henrique Cardoso con la que deja Lula. En sus ocho años de presidencia, Cardoso generó 5 millones de nuevos puestos de trabajo. Con Lula, entre 2002 y 2010 los nuevos empleos creados subieron a más de 14 millones. Una multiplicación en la creación de empleo de casi el 300%. Mientras durante la era Cardoso los despidos masivos, la alta inflación y el endeudamiento público –con el recurso a dos préstamos del FMI por valor de más de 70.000 millones de dólares– hicieron aumentar considerablemente la pobreza y la miseria entre las clases populares, con Lula se ha producido la mayor subida de los salarios reales en la historia brasileña. El salario mínimo ha pasado de 111 dólares mensuales en 2003 a 291 dólares en 2010. Una subida de más de un 162%, lo que en España sería el equivalente a que el salario mínimo de 2003 (451 euros) se hubiera elevado hasta los 1.181 euros mensuales, y no a los 641 de la actualidad. Con tasas de crecimiento del PIB cercanas al 6%, la inversión en sectores productivos se ha multiplicado casi por 6 en estos 8 años. Este alto ritmo de crecimiento del empleo, la riqueza y los salarios ha provocado a su vez una importante redistribución de la renta nacional. En 2002, las rentas salariales suponían el 31% del PIB. Al finalizar 2010 estaban ya en el 35%. En consecuencia, los índices de desigualdad se han reducido y el número de gente que vive en la pobreza ha caído en más de la mitad, pasando del 21,1 al 10,5%. La política sanitaria ha saltado de una inversión media de 22,47 a 57,47 mil millones de reales anuales, ampliando la cobertura de la sanidad pública en un 66%. Cuando legó Lula, 60 millones de brasileños (menos de un tercio de la población) estaban cubiertos por la sanidad pública. En la actualidad son 100 millones de habitantes (más de la mitad de la población) las que gozan de tal derecho. Otro tanto puede decirse de la educación, con un aumento de la inversión cercano al 400%. Con Lula se han creado 15 nuevas universidades federales y 117 campus de enseñanza superior, aumentando desde 117.000 a 200.000 el número de plazas nuevas que cada año cubre la enseñanza superior, que suma un total de 700.000 becarios. El programa Bolsa Familia –que beneficia con entregas de dinero y otras asistencias como educación hasta los 16 años y atención médica a 12,7 millones de familias, equivalentes a 50 millones de personas– se calcula que ha sacado de la pobreza entre 2003 y 2009 a más de 20 millones de brasileños. Y en su segunda etapa incluye ya programas de formación y capacitación para que las familias beneficiarias emprendan actividades que les generen ingresos y puedan ir abandonando progresivamente la protección del Estado sin riesgo de volver a caer en la pobreza. Algo absolutamente fundamental en un país como Brasil, en el que en 2002, cuando Lula ganó sus primeras elecciones, sólo el 1 % de la población más rica (1,7 millones de personas) se apropiaba de la misma porción de la riqueza nacional (un 13 %) que el 50 % de la población más pobre, es decir, 88,5 millones de personas. En conclusión, mientras la parte del mundo encadenada a la órbita de Washington sufrimos desde hace ya más de dos años la peor crisis económica en 80 años, Brasil, de la mano de Lula no sólo crece, creando riqueza y empleo, sino que además esa nueva y mayor riqueza creada se redistribuye de forma cada vez más justa. Una voz que se escucha Una de las primeras decisiones clave que tuvo que tomar Lula nada más llegar a la presidencia fue decidir sobre la entrada o no de Brasil en el ALCA, el gran área de libre comercio de todo el continente americano bajo patronazgo de Washington que era el proyecto clave de Bush para la región. La rotunda negativa de Lula a participar en él enterró definitivamente el proyecto. En su lugar, Brasil se iba a orientar a potenciar y encabezar el desarrollo de alianzas regionales. Con él se ha ampliado y reforzado Mercosur. Su impulso fue decisivo para la creación de Unasur, un organismo de unidad regional de 12 países de Sudamérica, que aspira a integrar Mercosur con la Comunidad Andina, constituir el Consejo Sudamericano de Defensa para avanzar en la integración militar y unir en un organismo político regional similar a la Unión Europea a todas las naciones americanas, excluidas EEUU y Canadá. Como dijo el mismo Lula el día de su constitución en Brasilia: “juntos somos más soberanos y América del Sur, unida, moverá el tablero del poder en el mundo”. Bajo el mandato de Lula, la política exterior brasileña se ha movido, desde la dependencia prácticamente absoluta de Washington, hacia la defensa de un mundo multipolar y la participación destacada de Brasil, como una de las cuatro grandes potencias emergentes de la actualidad, en la formación de este nuevo orden mundial. Junto con el resto de países que forman el BRIC (Rusia, India y China), ha sido un protagonista clave en el entierro político del G-8 y la aparición, en su lugar, del G-20, donde las viejas potencias imperialistas se ven obligadas a compartir su posición de liderazgo mundial con los países emergentes. En los años finales de su mandato, China ha relevado a EEUU como principal socio comercial de Brasil. Con Lula en el gobierno de la mayor potencia iberoamericana, Washington se ha visto obligado a refrenar sus ansias por acabar con los gobiernos de izquierdas y antihegemonistas de la región. Pese a sus diferencias de criterio y sus conflictos puntuales, Chavez, Evo Morales o Rafael Correa han gozado de la solidaridad y la protección de Lula frente a las injerencias y las maniobras desestabilizadoras y golpistas del Imperio. El gobierno de Lula Frei Betto (…) Apoyado por una amplia mayoría de la opinión pública brasileña (que hoy es del 87%), Lula gobierna este país desde hace ocho años. Sorprendió a aliados y opositores (…)En vísperas de acabar el gobierno de Lula, lo avalo como el más positivo de nuestra historia republicana. El Brasil cambió para mejor. Entre 2001 y 2008 el ingreso del 10% de los más pobres creció seis veces más que el 10% de los más ricos (…)Le faltó al gobierno disminuir el contraste social por medio de la reforma agraria, de la multiplicación de los organismos de transferencia de riqueza y de la reducción de la carga tributaria en las áreas del trabajo y del consumo. Y grabar las del capital y la especulación. (…) el gobierno de Lula sacó de la miseria a 21.8 millones de personas.La inflación se mantuvo por debajo del 5%, se crearon casi 11.7 millones de empleos formales y el salario mínimo de ahora es de más de 200 dólares (…)Al rechazar el ALCA y cubrir las deudas con el FMI, Lula presentó al Brasil como país soberano e independiente. Lo cual le permitió mantener una confortable distancia de la Casa Blanca y aproximarse a África, a los países árabes y a Asia, hasta el punto de debilitar el G8 y fortalecer el G20, en el cual participan países en desarrollo. Estrechó relaciones con Sudáfrica, China y la India, valoró la UNASUR y quebró el "eje del mal" de Bush al defender la autodeterminación de Cuba, Venezuela e Irak (…)Gobernar es el arte de lo posible. Implica imprevistos y exige soluciones sobre la marcha. Lula supo hacerlo con maestría. Espero que el gobierno de Dilma pueda mejorar los avances de la administración que termina y corregir sus fallas (…) ALAI. 21-12-2010

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