¿Un ajuste a la griega?

Poco importa el tirón de orejas que nos ha dado Bruselas. () Tampoco es relevante si España ha conseguido que el objetivo de reducción del déficit sea un 5,5% del PIB y no el 4,4% inicial. Sinceramente, aquí­ de lo que se trata es de que en plena recesión y con 5,27 millones de parados (última EPA), España va a tener que aplicar en tan sólo veinte meses un ajuste salvaje, cuyas consecuencias en el crecimiento económico son preocupantes: reducir el déficit del 8,5% al 3% del PIB equivale nada más y nada menos que a 59.000 millones de euros o lo que es igual, por ejemplo, al presupuesto anual de España en Educación y Defensa. Algunos expertos hablan de una contracción del 2% en el PIB durante los dos próximos años.

Es un recorte similar al exigido a Grecia o a Portugal o a Irlanda y los nefastos resultados en términos de crecimiento y empleo y endeudamiento, sobre todo en el caso de las dos primeras, son de sobra conocidos. Las posibilidades de que España entre en una espiral de recesión, mayor déficit, aumento de la deuda para financiarlo, nuevos ajustes, más recesión, etc.. son elevadas. Sus consecuencias en las empresas y el empleo, sencillamente aterradoras. Todas las esperanzas están puestas en que la liquidez inyectada por el Banco Central Europeo aleje el fantasma de la insolvencia y permita a Madrid ganar tiempo para que las reformas laboral, financiera, de control de gasto autómico, etc.. tengan efecto en el empleo, el crédito y el déficit y ello a su vez permita suavizar el impacto de las nuevas y durísimas medidas de austeridad que nos esperan. Pero es una apuesta arriesgada.

Además los esfuerzos por reducir el endeudamiento del Estado coinciden con los que están haciendo los bancos, las empresas y los particulares, en su mayoría muy endeudados también. Muchos de ellos, están aún digeriendo el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Esto sólo apunta en una dirección: profundizar la recesión (y dificultar la consolidación fiscal de paso). Porque, ¿quién va a tomar el relevo de la demanda? Sólo podría hacerlo el sector exterior, pero con un euro que no termina de depreciarse lo suficiente para de verdad ganar competitividad fuera de la eurozona y unos socios europeos en recesión, es difícil que esto ocurra.

Quien fuera Cameron para poder echar un órdago de verdad, como cuando se negó a firmar el duro pacto de disciplina fiscal ideado por Merkel y que está poniendo a Europa al borde del precipicio. El Reino Unido tiene unos desequilibrios muy parecidos a los de España en lo que se refiere a déficit y deuda públicos, y un sistema financiero también aún debilitado y en algunos casos intervenido. Pero su independencia sobre el tipo de cambio de su moneda y sobre la emisión de billetes, le permite pagar sólo 0,35 puntos más que Alemania para financiarse. A España, le cuesta 3,30 puntos más. Hay que tener en cuenta que cuanto más engorde la factura de los intereses de la deuda, más se dificulta la consolidación fiscal. El servicio de la deuda, junto con el paro, pesan más de la mitad en el presupuesto de gastos del Estado. Y la deuda en España ha estado creciendo alarmantemente en los últimos años si la comparamos con otros países europeos (ver gráfico adjunto).Salir del euro no es una opción posible (ni deseable). Pero el camino elegido para salir de esta crisis nos está llevando a un callejón sin salida: ya hay tres países de los 17 que forman el euro intervenidos por la troika (FMI, la Unión Europea y el BCE) y las políticas de austeridad fiscal no han hecho más que alejar sus posibilidades de volver a crecer y destruido su tejido social, amén de sufrir una salida masiva al extranjero de capital y fuerza laboral preparada.

Las dudas sobre la futura solvencia de España crecen. Su riesgo soberano está desde hace un mes por encima del de Italia y ya les separan más de medio punto de diferencia (330 España y 276 Italia, el miércoles 24 de marzo), cuando hace un mes era al contrario. España tiene hoy por hoy la prima de riesgo más elevada de las economías no intervenidas, aunque está lejos de los cerca de cinco puntos que rozó el pasado noviembre, en los peores momentos de la crisis. Mientras que la situación en Italia parece enderezarse (su déficit es además la mitad del nuestro), cabe preguntarse cúanto de la anestesia inyectada por el BCE impide que este indicador refleje la desconfianza real del mercado en la solvencia España.

Vale que Alemania hizo sus deberes tras la entrada del euro mientras que los países del Sur vivían una fiesta. Pero, ¿no se está pasando Berlín con la medicina? Sería deseable que los países que firmaron la carta reclamando políticas de crecimiento en Europa, a iniciativa del italiano Mario Monti, y que apoyó Madrid, hicieran un frente común para pedir a Bruselas que se alarguen los plazos, es decir, que se puedan retrasar los objetivos de consolidación fiscal al menos dos años, para dar una oportunidad al crecimiento y hacer más viable el ajuste. Es una recomendación que hacen no sólo los economistas keynesianos, sino las agencias de calificación de riesgo o el FMI, paladín de la ortodoxia fiscal, que temen que la austeridad fiscal fracase y lleve a los países con los mayores desequilibrios a una situaciónn de insolvencia.

Deja una respuesta