Entrevista a Salvador Távora

Távora, Premio Max de honor Teatro

«Eurí­pides tiene una emoción intelectual (…) había que dar emociones inmediatas, no intelectuales. Buscamos un lenguaje entre la emoción del circo y la profundidad de la ópera» Távora.

Reestreno de las Bacantes de Eurípides

Después de 20 años ha vuelto a montar la obra. Entonces el éxito os llego desde todos los lugares, desde Egipto a Madrid. ¿Qué tiene este texto para que a todos queme? Entonces el New York Times le dedicó páginas enteras al espectáculo, hoy después de 21 años de su estreno tiene la misma energía que cuando se estrenó. Tenemos la misma emoción e ilusión de entonces. La última obra de Eurípides es una obra que no pierde ni perderá actualidad porque esta asentada en los valores más importantes, el amor y el poder. Utilizas imágenes andaluzas en el texto, elevando lo particular a lo universal. ¿Es que todo está en la piel? Yo creo que sí, todo son sensaciones que no pueden contarse cada una por un lado, todas son una unidad. Las emociones del texto de Eurípides, las sustituimos por momentos espectaculares. El monte no es un monte, el decorado es una maquinaria que tiene las mismas emociones. Toda esta inmediatez que tiene el espectáculo, dentro de la profundidad que tiene el texto, es lo que le da la particularidad al montaje.

La lucha entre el deseo y la ley, entonces en Tebas, pero hoy también, ¿no es el motor que nos mueve?

Sí, las palabras de Eurípides son claras cuando dice: Tebas es una ciudad como otra ciudad cualquiera donde el poder deja ciego a los hombres que lo ostentan. Resume la vida, el poder, todo lo que rodea a la muerte, al amor. Adaptar el texto de Eurípides no ha sido tan fácil porque había que dar emociones inmediatas, no intelectuales. Eurípides tiene una emoción intelectual en todos sus textos, nosotros lo hemos aproximado al público, y hacerlo inmediato, buscando un lenguaje entre la emoción del circo y la profundidad de la ópera, en este caso de la ópera griega. Todo eso se da en el lenguaje de Las Bacantes. ¿Qué dificultades habías encontrado al adaptar el texto clásico a las imágenes, al ritmo flamenco? Yo creo que no ha habido dificultades. Cuando Eurípides habla de Dionisio habla del Sur y del Norte de todos los lugares. La rigidez del Norte y de las formas de vida del Sur. Adaptarlo a nuestras costumbres es muy fácil porque está en el texto. Penteo es inalterable, rígido frente a Dionisos que es abierto, trae la vida con él. La vida y la muerte. En nuestro espectáculo no solo se entiende perfectamente, sino que se siente, y sentir es importantísimo. El primitivo cante andaluz, el baile, el culto a María, en la lidia ¿no nos recuerda a esos mitos antiguos que se rebelan contra la ley, contra la castración de los deseos, la culpa, el pecado? Claro, por eso le decía al principio que el texto es totalmente actual. Todo eso pervive, continúa viviendo con otros signos. Sigue vivo en la sociedad, con más arraigo en el mundo occidental. Son espectáculos que jamás, jamás se harán espectáculos viejos. “Una gota de sangre puede derribar los muros de la ley”, ¿no sintetiza esta imagen de Lorca la contradicción que recorre todo la historia del arte y en particular del mundo hispánico?

Sí, está condensado en una frase, pero en realidad pienso que sí. Recorre toda una vivencia general, de vida y también de muerte. Hay una manera de expresar más amplia, toda la vida de cualquier sociedad, o país, tiene los mismos valores que se entrecruzan, que siempre están. ¿Y que tiene todo esto que ver con el folclore? Desde algunos círculos, principalmente nacionalistas, queriendo reivindicar las señas de identidad, ¿no convierte el arte en folclore? Jamás se puede confundir. El folclore es una mascarada de la realidad. Son intereses políticos. Folclore es la realidad deformada. La realidad no es folclórica. Pero, eso sí, la realidad tiene entidad en cada lugar. El arte tiene que tener una raíz, un punto de partida. Cuando leo a García Márquez no me voy jamás de su pueblo pequeño desde donde escribe, y es universal. Todas las obras universales han tenido un punto de partida, una identidad concreta y reconocible. Ser universal no quiere decir que no sea de ningún lugar, sino ser de uno solo y que se haga universal. No hay una obra universal sin que tenga un punto de partida. La uniformidad del mundo sería como un símbolo fascista. ¿En una ocasión diferenciabas teatro dramático de teatro gramático? ¿A qué te referías? Hay un teatro de conflictos verbales, donde los conflictos se crean y se solucionan con la palabra. Crea una gramática, se dialoga, se puede dialogar la tragedia, la risa, pero yo pienso que lo gramático no tiene nada que ver con lo dramático. Gramático es para contar y dramático es para sentir, de esa no separación de la vida y de la muerte. ¿Desde que estrenaste la obra hace más de 20 años a hoy en que ha cambiado la escena española? Han cambiado los signos externos, pero no las raíces de esos conflictos. Mientras haya alguien que tenga necesidades los signos cambian poco aunque se enmascaren. La sociedad ha de tener un cambio muy radical para que nos olvidemos de su pasado.

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