Flamenco

Camelamos Naquerar

‘Camelamos Naquerar’ (que significa Queremos Hablar) se representó por primera vez en la Universidad de Granada, con coreografí­a de Mario Maya. La obra fue escrita por el primer catedrático y profesor de universidad gitano, el poeta y dramaturgo José Heredia Maya. Entrevistamos al sociólogo José Heredia Moreno, su hijo. La obra es ya un referente para el pueblo gitano y un hito en la lucha por las libertades en España. Una contribución artí­stica que llamó a la acción y a la organización a los gitanos, en el lenguaje del duende.

¿Cuál es la situación política y social en la que surge ‘Camelamos Naquerar’?

En 1976, cuando se estrena ‘Camelamos Naquerar’, los gitanos llevan sufriendo 500 años ininterrumpidos de persecución legal. En 1499 los Reyes Católicos dictaron la primera pragmática de expulsión de los gitanos, la pragmática de Medina del Campo o de Madrid, según el historiador que lo mire.

Los gitanos han sufrido la expulsión, el exterminio, el sometimiento, se les ha forzado a ser siervos de la gleba, se les ha encarcelado…

En 1976 esa persecución continuaba. En algunos momentos de la obra se ven ejemplos de estas leyes, como la de los Reyes Católicos, o el manual de la Guardia Civil y la Ley de Vagos y Maleantes, que ordenaba vigilar escrupulosamente y perseguir a los gitanos. Esta es la situación que Camelamos Naquerar denuncia.

Ten en cuenta que se estrena en febrero del 76, tres meses después de la muerte de Franco, pero cuando mi padre empezó a concebirla todavía estaba vivo. Mi padre sufrió la represión, la censura y la extrema derecha que le amenazó de muerte, le hacía pintadas en los teatros y acudían a los teatros a insultar y amenazar a los gitanos. Incluso llegaron a quemar un teatro en el que se iba a representar la obra.

Tu padre personalmente abre una brecha al ser el primer profesor de Universidad gitano

Sí, hace falta una buena dosis de valentía para hacerlo y sufrió mucho el antigitanismo. Antes de filología románica estudió magisterio, y recordaba el acoso al que lo sometió un profesor de educación física que no lo aprobaba por ser gitano.

En los años 70 el antigitanismo todavía no había sido sometido a desafía públicamente, y ‘Camelamos Naquerar’ es el primer grito público contra el antigitanismo dominante y hegemónico durante 500 años.

La obra surge de la obra poética de tu padre

Dos años antes, en el 74, mi padre había publicado su primer poemario ‘Penar Ocono’, que significa “decir esto”. Es un poemario que denuncia el antigitanismo, aunque incluye también otro tipo de temática. ‘Camelamos Naquerar’ surge de Penar Ocono. Lorca decía que el teatro surge de la poesía puesta en pie, y ‘Camelamos Naquerar’ es ‘Penar Ocono’ puesto en pie.

Y trabaja con movimientos teatrales independientes

Ten en cuenta que los instrumentos que utiliza son su vida. ‘Camelamos Naquerar’ es una obra necesaria para él. ‘Penar Ocono’ obtuvo una crítica memorable. De hecho conservo cartas de Vicente Aleixandre alabándolo y dándole la bienvenida al Olimpo de los poetas. Y la poesía está presente en la obra, recitada, mientras la baila Mario Maya. Pero también están las letras flamencas y el flamenco. Él había fundado el seminario de estudios flamencos en la Universidad de Granada, que es la primera vez que se introduce el flamenco como materia en el ámbito académico. Y entiende el flamenco como la expresión íntima de un pueblo. ‘Camelamos Naquerar’ narra el compromiso de mi padre con su pueblo

Y por último está la pasión teatral. Daba clase del siglo de Oro y de la Generación del 27, y le interesaba especialmente el teatro. Pero además era consciente de la limitación de los estudios literarios sobre el texto teatral, que tendían a estudiarlo de manera autónoma a la representación, cuando nace para ser representado. De hecho su tesis doctoral fue una lectura escénica de Yerma, de Federico García Lorca.

Conocía muy de primera mano las últimas corrientes vanguardistas de la época, como Grotowski, y en España, como el teatro Lebrijano, La Cuadra de Sevilla, o las nuevas formas de puesta en escena del flamenco.

Con todos estos elementos, ‘Camelamos Naquerar es casi una necesidad natural, porque estaba compuesta por todo aquello que le apasionaba.

¿Qué consecuencias tuvo la obra?

Hay una que ya ha sido incluida en una tesis doctoral que demuestra que consiguió que la cuestión gitana entrara en la agenda público. Antes de la obra los gitanos aparecían como un asunto de orden público. A partir de entonces se empieza a hablar en otros términos. Solo eso ‘Camelamos Naquerar’ está dentro de la historia del flamenco y de los gitanos como un hito fundamental.

La obra giró por toda España y también por el extranjero. Mi padre pensaba que allí donde se pudiera representar había que hacerlo. Al acabar la obra, muchas veces se dirigía a los espectadores y les animaba a debatir sobre el tema. En más de una ocasión, el debate concluyó con la fundación al día siguiente de asociaciones gitanas, muchas de las cuales se llamaron ‘Camelamos Naquear’. Tenía un sentido político de teatro de acción. Movilizó a los gitanos hacia un movimiento asociativo que incluyera sus aspiraciones.

Los jóvenes gitanos intelectuales, que los hay y muy brillantes, tienen a mi padre como un referente, y en muchas conferencias se me acercan gitanos ya mayores emocionados para explicarme lo que significó la obra para ellos. Álvaro Salvador, catedrático de Literatura de la Universidad de Granada, decía en un artículo que mi padre es el creador del universo simbólico contemporáneo de los gitanos.

Cuando les hablo de la obra a gitanos que no la han visto ni se han interesado por el movimiento asociativo, ‘Camelamos Naquerar’ les suena y comprenden qué sentido tiene. Es algo que está ya dentro del bagaje cultural histórico de los gitanos de este país.

¿Cómo la representáis ahora?

Lo hemos hecho en varias ciudades y en Barcelona, en el barrio de La Mina, empezaremos en enero. Juntamos a gitanos de 12 a 18 años para representarla, pero no tal y como se hizo, sino tal y como les sirve a ellos. Es su propia lectura, la que ha ellos les resulta significativa. Y la obra sigue interpelando a las generaciones de hoy y sorprende cómo los chavales representan, asumen y comprenden su propia historia. Y lo hacen de manera muy distintas.

¿En qué ha cambiado la situación de los gitanos?

Lo básico no ha cambiado. La Constitución del 78 y el articulo 14 que habla de la igualdad de todos los españoles, ha conseguido ocultar la desigualdad real que existe. Lo que ha sucedido en estos años de democracia ha sido una mutación del sistema de dominación. Ya no hay leyes que persiguen a los gitanos, pero sí hay leyes que los persiguen implícitamente sin nombrarlos.

Por ejemplo, el gueto, cualquiera de los barrios que te encuentras a las afueras de cualquier ciudad. El gueto no es la creación de los gitanos. No es un sitio donde se han ido ha vivir por propia voluntad para hacer sus propias cosas de gitanos. Es, más bien, una creación de la Administración que han realojado forzosamente a los gitanos en los extrarradios, creados a muchos kilómetros de la ciudad, confinados, sometidos a servicios administrativos especiales. En muchos casos los guetos están amurallados, y tienen escuelas gueto, centros sociales gueto, centro sanitarios gueto, servicios sociales especializados en disciplinar y controlar a la población del gueto. Se dan situaciones de acoso y persecución policial flagrantes.

El año pasado lanzaste precisamente el reportaje ‘El amor y la ira’ sobre este tema

Sí. Lo hice para abordar esto desde el punto de vista de los gitanos en el barrio de los Palmerales de Elche. Porque a los servicios sociales lo único que les interesa es continuar con las políticas asistenciales-paternalistas que justifican su propia existencia. Para ellos los gitanos no son parte de la población española a la que hay que garantizarle sus derechos, sino que actúan como un dispositivo de control y disciplina al estilo foucaultiano.

¿Cuál es el interés estructural que hay en mantener este sistema de guetos?

Cuando los Reyes Católicos empiezan a perseguir a judíos, musulmanes y gitanos, están diciendo que los nuevos habitantes de la península no son ni judíos, ni musulmanes, ni gitanos. Y eso empieza a construir una identidad en la que los gitanos cumplimos la función de señalar el límite externo. Los gitanos somos lo que los payos no son. Si los ciudadanos respetables son honestos, honrados, limpios, y buena gente, los gitanos somos todo lo contrario.

Si investigas el desarrollo de los estereotipos sobre los gitanos se ve muy claramente, especialmente en los de género. Mientras la imagen colectiva de los payos sobre la mujer virtuosa fue la de una mujer asexuada, sumisa, silenciosa, recluida en el ámbito doméstico, que no se atreve a discutirle al hombre, que está para servirle, la imagen colectiva de las gitanas fue lo opuesto; una mujer hipersexuada, desvergonzada, indecente, que se atreve a hablar de tú a tú a los hombres, que se atreve a seducirlos, que baila enseñando los hombros y los tobillos, que es ladrona. Esto se ve en La gitanilla de Cervantes, La Esmeralda de Víctor Hugo o las películas de Lola Flores.

Pero en los últimos 40 años, cuando la mujer española trata de sacudirse el machismo y empieza a ser prestigiosa la imagen de una mujer libre, autónoma, capaz, el estereotipo sobre la mujer gitana cambiar. Ahora la mujer gitana es una mujer sumisa, machista, que se somete voluntariamente a los hombres para cuidar del marido y de los hijos.

Los gitanos cumplimos una función clara, mostramos al resto de la población, a través del estereotipo, lo limpitos, aseados y honestos que son los españoles.

El sistema de dominación antigitano sirve para legitimar el sistema de dominación general sobre la población. Eso se nota con la misma claridad ahora que hace 500 años. Los gitanos somos los asociales, el peligro interno, los parásitos que infectan el tejido social y el orden, la salud de la sociedad. La represión de los gitanos legitima los mismos dispositivos de dominación. Ese miedo inoculado hacia lo gitano, hacia ese constructo histórico, legitima el sistema. La liberación del antigitanismo es también una liberación para los payos, igual que el feminismo no solo libera a las mujeres, sino también a los hombres.

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