La respuesta del planeta a las agresivas políticas de los EEUU de Trump

Trump contra el mundo: round one

Nos pintan unos EEUU y un trumpismo rearmados, ante los que apenas podemos resistir. Pero la realidad es otra. Allí donde miremos, podemos ver un mundo que le planta cara a los EEUU de Trump.

Desde su vuelta a la Casa Blanca el pasado enero, la opinión pública mundial observa con incertidumbre y consternación cómo los EEUU Donald Trump lanzan una ofensiva global, respaldada por el grueso de la burguesía norteamericana, que supone múltiples sacudidas en la arena internacional: Ucrania, Gaza, exigencia de rearme, aranceles, impulso a la ultraderecha y a una agenda ‘turbocapitalista’…

Ante esta agresiva respuesta, se extienden los climas de opinión que nos pintan una superpotencia y un trumpismo rearmados, temiblemente crecidos y a la ofensiva, ante los que apenas podemos hacer otra cosa que ponernos a resguardo y resistir.

Pero la realidad es otra muy distinta.

Primero, porque por agresiva que sea, la respuesta de la clase dominante norteamericana no es «a la ofensiva»… sino a la defensiva. La catarata de políticas disruptivas de Trump no son un signo de fortaleza, sino de debilidad

Los EEUU de Trump tratan de contener -mediante formas cada vez más imperiosas- un ocaso imperial que avanza inexorable; un orden mundial unipolar, con EEUU como árbitro indiscutible, que agoniza a la misma velocidad que avanza y se configura un orden mundial multipolar, donde potencias y países emergentes -con China y los BRICS+ a la cabeza- exigen ser tratados como iguales ante la declinante superpotencia;

Tratan de luchar contra un planeta donde la lucha de los países y pueblos del globo -especialmente la de las naciones del Tercer Mundo- avanza incontenible, conquistando nuevas cotas de independencia, soberanía y autodesarrollo, y privando a Washington de espacios de explotación y control.

Este es el mundo del que trata de defenderse la clase dominante norteamericana a través de la agresiva línea Trump. Y cuentan con poderosas bazas para dar golpes encima de la mesa, y una temible capacidad para desatar guerras, intervenciones, muerte y dolor. Pero ¿pueden unos EEUU en su ocaso imperial poner las bridas a un planeta que ya se les ha desbocado?

Y en segundo lugar, lo que vemos ante las políticas de Trump -en el plano económico, político y militar- no es sumisión, ni acongoje, acatamiento o pleitesía. Lo que ya podemos observar, apenas dos meses de iniciado su segundo mandato, es un planeta levantado en su contra.

Lo que vemos ante las políticas de Trump no es sumisión, ni acongoje, acatamiento o pleitesía. Lo que ya podemos observar, apenas dos meses de iniciado su segundo mandato, es un planeta levantado en su contra.

Con lemas como «America First» o «Make America Great Again», la línea defendida por Trump tiene la «virtud» de mostrar -a las claras y a las bravas, sin filtros ni maquillajes- el verdadero carácter de la superpotencia norteamericana. Y provoca una agudización directa e inmediata de la contradicción del hegemonismo estadounidense con el conjunto de países y pueblos del mundo.

Por supuesto, al incrementar la explotación y la opresión, con las clases populares y trabajadoras de todo el planeta, crece la rebelión y la respuesta contra EEUU. Pero al lesionar los intereses de numerosas burguesías monopolistas y clases dominantes de los países bajo su órbita de dominio, la línea Trump provoca respuestas y resistencia.

Por eso, allí donde miremos, podemos ver un mundo que le planta cara a los EEUU de Trump.

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Frente a un «ataque en racimo»…

Las políticas de Trump son como una bomba de racimo. Atacan en diferentes direcciones porque buscan diferentes objetivos.

En primer lugar, la clase dominante norteamericana busca contener el ascenso, cada vez más acelerado, de China y de los BRICS+, que se fortalecen y amplían, y cuestionan crecientemente elementos claves de la hegemonía norteamericana, como el papel del dólar.

En segundo lugar, buscan fortalecer el poder de EEUU en todos los planos -económico, político y militar-, dado que éste se resiente ante un ocaso provocado por la lucha de los pueblos del mundo.

En tercer lugar, la línea Trump busca un mayor encuadramiento y sometimiento de los aliados y vasallos, para poder empotrarlos en los imperativos estratégicos de EEUU. Y por último, persigue imponer (y exportar por el mundo) un modelo económico y social «turbocapitalista», que multiplique la explotación, que derribe cualquier tipo de barrera -medioambiental, sociosanitaria, o en el terreno de los derechos y libertades- a las ganancias de su oligarquía financiera.

Las políticas de Trump son como una bomba de racimo. Atacan en diferentes direcciones porque buscan diferentes objetivos.

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Una respuesta global y multilateral

Esa «bomba de racimo» trumpista ya ha encontrado una respuesta coral, de distinta manera y con diferentes tonos y grados de intensidad, por parte de muy diversos países y pueblos del mundo.

En primer lugar, el propio pueblo norteamericano ya ha protagonizado protestas masivas -en Los Angeles, en Chicago- contra las ultrareaccionarias políticas migratorias de Trump. Pero en el resto del mundo, las movilizaciones pro-Palestina, contra la brutal limpieza étnica de Gaza que pretende el republicano, se multiplican. La inmensa mayoría de los gobiernos del mundo árabe, sabiendo el efecto incendiario que tendría la deportación masiva de los gazatíes, se ha opuesto tajantemente a la «Riviera de Oriente Medio» con la que sueña Trump.

Lo misma oposición ha despertado el humillante trato que Trump ha dado a Ucrania. Si exceptuamos al gobierno ultra de Hungría, prácticamente no hay país occidental que no se haya echado las manos a la cabeza ante la pinza imperialista que el republicano quiere urdir con Putin para estrangular al país invadido. La misma indignación que levantan las intenciones de Trump de arrebatar Groenlandia a Dinamarca, o tomar por la fuerza el Canal de Panamá.

La guerra arancelaria que Trump amaga con lanzar contra China, los BRICS, contra la UE o contra países vecinos como Canadá y México también se ha encontrado con una cerrada oposición, y con promesas de represalias que parecen haber hecho titubear al inquilino de la Casa Blanca. Hasta en Wall Street, la incertidumbre ante la guerra comercial parece haber disparado la inflación y bajado los beneficios, y es posible que ya haya sectores de la clase dominante norteamericana que se pregunten si ha sido buena idea comprar tantas acciones de Trump S.A.

Si entre las clases dominantes del segundo mundo empezamos a vislumbrar contradicciones, grietas y fisuras con el proyecto Trump, los antagonismos se vuelven mayúsculos cuando miramos al Tercer Mundo

Pero si entre las clases dominantes del segundo mundo empezamos a vislumbrar contradicciones, grietas y fisuras con el proyecto Trump, los antagonismos se vuelven mayúsculos cuando miramos a las naciones del Tercer Mundo: a América Latina, a África o a Asia.

En el continente hispano, la mayoría de gobiernos progresistas hacen piña frente al intervencionismo de Trump, pero además invitan -como ha hecho Petro en Colombia- a Canadá a fortalecer sus vínculos comerciales con América del Sur, puenteando a EEUU. La presidenta de Honduras ha lanzado un ultimátum a Washington: si persisten en las deportaciones masivas de hondureños en EEUU, Xiomara Castro cerrará la base militar yanqui de la Palmerola.

En África, una poderosa corriente soberanista crece y se fortalece. Ya son más de una docena los gobiernos -Burkina Faso, Senegal, Mali, Níger, Malawi…- los que han tomado iniciativas de renacionalizar sus riquezas minerales, rompiendo los contratos con las multinacionales occidentales y yanquis. Y tras la ofensiva trumpista contra una Sudáfrica que ha osado sentar a Israel ante la Corte Penal Internacional, nueve países del Tercer Mundo -además de Pretoria, Belice, Bolivia, Colombia, Cuba, Honduras, Malasia, Namibia y Senegal- han creado el Grupo de La Haya para promover el derecho internacional, en lo que busca ser un germen de un nuevo movimiento de Países No Alineados.

Allí donde miremos, veremos un planeta que bulle de fuerzas de resistencia, y que despliega energía y determinación por su independencia y desarrollo. Un mundo que camina hacia el multilateralismo y que se niega a plegarse ante la superpotencia y su nuevo emperador. Un mundo donde lo que avanza es la lucha de los pueblos… y la revolución.

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