Los delirios del nacionalismo vasco carecen de límites. Los desvaríos del etnicismo rondan la locura. Un ejemplo, entre grotesco y espeluznante, es el protagonizado por la «sanidad vasca»: para promover la euskaldunización total del servicio, el Departamento de Sanidad del Gobierno de Ibarretxe ha impuesto un sistema de baremos para la contratación del personal en la que los conocimientos lingüísticos del euskera valen tres, cuatro o hasta cinco veces más que los conocimientos médicos, académicos o profesionales. Lo grotesco es que, para ser médico o enfermera, saber euskera valga 16 puntos mientras que tener un doctorado sólo valga 4. Lo espeluznante es que este devarío pueda llevar, tarde o temprano, a poner en riesgo la salud y la vida de los vascos.
Los baremos fijados or el Departamento de Sanidad del Gobierno vasco en las ofertas de empleo público destinadas a contratar personal sanitario para Osa kidetxa (la salidad públida de Euskadi) revelan hasta dónde puede llegar el empeño de los nacionalistas en su afán de euskaldunizar la sociedad y excluir a la lengua española y a quienes la emplean de cualquier ámbito de la administración pública vasca. Según estos baremos disponer de cualquiera de los niveles de perfil lingüístico otorgados por el gobierno vasco es más valioso, da más puntos (y por tanto más posibilidades de obtener el empleo) que haber hecho el doctorado o un máster en cualquier especialidad médica. Tener el perfil lingüístico 1 de euskera (nivel básico) da 8 puntos. Tener el PL2 (nivel medio) otorga 16 puntos. Y tener el PL3 (nivel alto) nada menos que 24 puntos. En cambio, tener un máster universitario da sólo 2 puntos; tener el doctorado, 4; ser catedrático de Medicina en una Facultad, 1,2; y conocer otros idiomas (francés, alemán, inglés), 1,5 puntos. De este modo el nivel de conocimiento del euskera es verdaderamente clave para acceder a un puesto. La lengua vasca se convierte en un requisito de más valor que todos los méritos de carácter docente, formativo o investigador. Como es obvio, esta baremación “contra natura” no persigue otro fin que hacer de la sanidad vasca un nuevo coto cerrado de los nacionalistas, acelerar la euskaldunización obligatoria de la administración y, sobre todo, excluir de facto a la lengua española. Esta última finalidad ha dado pie incluso, en los últimos tiempos, a situaciones verdaderamente surrealistas. Pues mientras las medidas excluyentes propiciadas por los nacionalistas están dando lugar a que personal sanitario vasco se busque el puesto de trabajo en el resto de España, el Gobierno vasco se ha visto obligado a contratar profesionales extranjeros, a los que no se les exije, por descontado, ningún tipo de conocimiento del euskera. Lo que confirma plenamente que, en definitiva, su objetivo prioritario no es tanto que se hable vasco, como, sobre todo, que no se hable castellano. Todo este desvarío del nacionalismo excluyente conduce inevitablemente a hacerse una serie de preguntas: ¿que piensa de esto la mayoría de la sociedad vasca?, ¿está dispuesta a ofrendar su salud y poner en riesgo su propia vida y la de su familia en “el altar de la patria”? ¿O cree que ha llegado la hora de poner fin a todos estos delirios? Si es así, el 1 de mayo tiene una inmerorable oportunidad de contribuir a que el País Vasco abandone la senda del etnicismo y las locuras a las que inevitablemente conduce.