Teatro

Todas somos Hamlet

Esta vez es Tomaz Pandur el encargado de adaptar la obra a su peculiar estilo, aportando una visión femenina, que no feminista, al transfigurar al hijo de un padre que clama venganza en hija. Blanca Portillo se convierte así­ en la primera mujer bajo cuyos hombros recae la responsabilidad de reparar el honor de un padre asesinado.

Cuando en el s. XVII, Shakeseare escribiera su Hamlet a partir de una leyenda danesa poco se podía imaginar que su protagonista acabaría encarnándolo una mujer. Aunque en realidad no tiene nada de particular imaginarlo como lo ha hecho Pandur. Ya en la Electra clásica el tema de la venganza atrae a Sófocles y a Eurípides creando dos obras magistrales donde es la hija la que clama por el honor familiar. En aquella ocasión, igual que en la que hoy nos ocupa, es una mujer quien recibe en sus manos la misión de vengar una muerte violenta. Sin embargo, la ejecución definitiva corre a cargo de Orestes, su hermano. Es impensable para la mentalidad de la época (tanto en la Grecia clásica como en la Inglaterra isabelina) que una mujer pudiera llevar a cabo esa responsabilidad (aún a pesar de tener reina en Inglaterra). De esta forma, Hamlet se convirtió en trasunto de Electra, honrando su causa y su intención con la legitimidad de sus propios actos, pero no así en la ejecución final, cuyas dudas han dado más que escribir que la misma obra.Es en este punto donde la trasgresión del director Tomaz Pandur y de su actriz protagonista toma una dimensión humana que trasciende lo teatral para instalarse en lo histórico. El travestismo de Blanca Portillo, que ya explotara su ambigüedad en La hija del aire, basada en un texto de Calderón de la Barca, sirve en este caso para reivindicar el derecho de cualquiera a pedir justicia al margen de su condición sexual. Muchos personajes femeninos reales y de ficción se han visto en la necesidad de travestirse para conseguir sus objetivos. También la puesta en escena cumple esta función reivindicativa y de actualización del tema con una escenografía y un vestuario conceptuales que dan la sensación de atemporalidad buscada.Director y actriz ya trabajaron juntos en Barroco de Darko Lukic y Tomaz Pandur, reflexionando acerca de la revolución francesa. Hoy nos proponen volver sobre los clásicos para revisarlos o, como es el caso, revitalizarlos.

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