La agenda del lugarteniente de Junqueras y la oscura verdad de la hoja de ruta independentista

Terremoto Moleskine

Los hechos desvelan la estafa antidemocrática de la hoja de ruta independentista: una trama que en secreto, al margen de los mecanismos democráticos, conspiraba para imponer la ruptura a una sociedad catalana que sabían contraria a sus planes.

Josep Maria Jové, secretario general de la Vicepresidencia de la Generalitat, anotó en su agenda “Moleskine”, con la minuciosidad de un actista, el contenido de las reuniones en las que un selecto círculo diseñó, entre febrero de 2015 y noviembre de 2016, la “hoja de ruta” que debía culminar en una independencia unilateral. No se trata, como defienden dirigentes de ERC o el PdeCAT, de meras anotaciones en un diario personal sin valor político. Jové no era un ciudadano cualquiera. Ostentaba el segundo puesto en el escalafón del departamento de la Vicepresidencia, presidido por Oriol Junqueras. Y coordinaba en los hechos la preparación del referéndum del 1-O.

«Esta es la negra sustancia de quienes han pilotado el procés. En privado se muestran tal y como son. Y no tienen reparos en anotarlo en sus agendas “Moleskine”»

El contenido de la “Moleskine” -incautada por la Guardia Civil en los registros efectuados por orden del juez el pasado septiembre- son las fieles actas de la conspiración de una élite contra la sociedad catalana. En ellos aparece con claridad dos de las principales características del procés independentista.

En las diferentes reuniones se dibuja un “Estado mayor” del procés. Un selecto círculo de unas 40 personas, en el que estaban la plana mayor de ERC y el PdeCAT, pero también altos cargos de la Generalitat, los dirigentes de organizaciones sociales como ANC y Omnium Cultural… Que se reunían en secreto, al margen del parlament, y señalando expresamente que sus decisiones deben ser secretas -”sin publicidad, por prudencia”-. Y donde aparece groseramente la estafa, el engaño y la mentira consciente y planificada, para forzar la voluntad de una sociedad catalana contraria a la independencia.

El propio Puigdemont, en una reunión celebrada el 23 de febrero de 2.016, reconocía en privado que no contaban con un apoyo social suficiente, remarcando que “a nivel internacional nos piden un 50% y hacer pasos que no parezcan definitivos, sin el 50% no sería entendido”.

Mientras Oriol Junqueras y Marta Rovira admitían la traición a sus votantes que supondría impulsar un referéndum unilateral por la independencia: “un referéndum no pactado (unilateral) no tiene sentido, ya lo hemos hecho (TC). Tenemos un contrato que es el programa electoral. No tenemos derecho a modificarlo”. El propio Jové es más claro en sus anotaciones: “RUI [Referéndum Unilateral de Independencia] es inútil y haremos el ridículo”.

En los mismos días que públicamente Artur Mas gritaba que “ninguna empresa se irá de Cataluña por la independencia”, en privado se preguntaba con preocupación “¿Qué harán las empresas?”, dando por descontada su fuga en caso de ruptura. Mas también anunciaba en esas reuniones secretas las nefastas consecuencias de una DUI, que en público negaba, confesando que “tenemos el conflicto seguro y será más duro que el 9-N. (…) Calibremos bien las reacciones del Estado: magnitud y consecuencias”.

Pero quien sintetizó la voluntad de esta élite independentista fue Raül Romeva, ex conseller de Exterior, planteando que “A nivel internacional sólo nos escucharán si vamos seriamente hasta el final. La única manera para que desde fuera presionen al Estado para que acepten el referéndum es que vayamos hasta el final. Mantener con firmeza la hoja de ruta, los decretos exteriores…”. Es decir, lanzar a Cataluña al abismo, forzar un conflicto con el Estado… esperando la llegada de un “padrino internacional” que les permitiera avanzar hacia la ruptura.

Esta es la negra sustancia de quienes han pilotado el procés. En privado se muestran tal y como son. Y no tienen reparos en anotarlo en sus agendas “Moleskine”.

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