SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Teorí­a de los cí­rculos

Estamos a tres meses de las elecciones europeas y en Madrid nadie quiere aparecer como amigo de los catalanes. Matizo, nadie quiere aparecer como amigo del 75% de los catalanes favorables a la consulta. Matizo un poco más, nadie quiere aparecer como amigo de los catalanes que hoy se muestran favorables a la independencia (entre un 40 y un 55%, según las encuestas).

Matizo aún más. Los tres círculos descritos no tienen el mismo radio. Una cosa son todos los catalanes; otra, los muchísimos catalanes que desean la consulta, o no se oponen a ella, y otra, los catalanes que optan por la independencia, con más emoción que racionalidad, o con más racionalidad que emoción. Son círculos concéntricos, comunicados entre sí: hay gente que sale y entra de ellos con relativa fluidez, en función de los acontecimientos y las ondulaciones del debate público. Hay tránsito, pese a que los extremos se están espesando y crecen las fantasías del choque frontal. Aunque lo insulten, aunque lo caricaturicen, aunque no sea el que más grita, en Catalunya prevalece el partido de la transigencia. El partido pactista. Lo veremos más claramente cuando llegue la hora de la verdad.

En Madrid y en el resto de España también hay círculos. En el círculo más reducido y gritón están los que mañana mismo encarcelarían a Artur Mas, suspenderían la Generalitat, como en 1934, y no dudarían en movilizar a la Guardia Civil, o al ejército. Artículo 8 de la Constitución, a pelo.

En un círculo más amplio están los partidarios de la escalada: sanciones graduales a la Generalitat, sin proceder –por ahora– a la suspensión de la autonomía, a la espera de acontecimientos. Un círculo algo mayor reúne a los que creen que no se debe adoptar ninguna medida contra la Generalitat , a menos que las autoridades catalanas infrinjan de manera flagrante la Constitución. En otro círculo, de tamaño medio, están los partidarios de abrir algún tipo de diálogo, con dos premisas claras: no a la consulta y ninguna oferta que ponga en tela de juicio la integridad de la soberanía nacional española. En un quinto círculo, el círculo de la oficialidad socialista, están los partidarios de una reforma de la Constitución “en clave federal” (clave granadina y un tanto confusa). Es un círculo aparentemente amplio, pero muy retórico. Un círculo gaseoso. En las próximas líneas veremos por qué.

Finalmente, hay un sexto círculo de tamaño desconocido –probablemente no muy grande, pero tampoco minúsculo– en el que están los españoles que autorizarían la consulta catalana y que sea lo que Dios quiera. Son los ciudadanos que siguen creyendo en “el derecho de autodeterminación de las nacionalidades” (resolución del mítico congreso de Suresnes del PSOE, en 1975), y los que consideran muy ingrato tener que convivir con unos vecinos con ganas de marchar. “Sí, se quieren ir, que se vayan”.

Unión para el Progreso y la Democracia (UPyD), fuerza en ascenso en la España interior y en la Comunidad Valenciana, se mueve entre el primero y el segundo de los círculos: mano dura, escalonada. En uso de sus prerrogativas parlamentarias y con notable habilidad táctica, UPyD consiguió arrastrar ayer al Partido Popular y al Partido Socialista Obrero Español a su campo, matizando un poco su moción inicial.

El PP, que tiene gente en el primer circulo (“todos a la cárcel”), en el segundo (sanciones escalonadas), en el tercero (esperar a ver) y en el cuarto (diálogo condicionado), no quiere entregar a la pequeña UPyD la bandera de la beligerancia con los catalanes. El PSOE, el partido que en el 2003 asumió la decisión estratégica de colocar a Esquerra Republicana en lugar muy visible (para romper la entente PP-CiU), también teme que UPyD le quite votos, porque su federalismo no tiene anclaje social. Es retórico.

UPyD consiguió ayer una significativa victoria táctica, porque por encima de todos los círculos flota el prejuicio anticatalán, nunca desterrado, nunca diluido. (Hoy plenamente correspondido por la pujanza del prejuicio antiespañol en Catalunya). Es epidérmico, difuso y constante. Y no está directamente asociado a la cuestión de la independencia, como quedó claro con las inflamaciones provocadas por el Estatut.

PP y PSOE no pudieron afirmar ayer la autonomía de su proyecto político, porque no saben cuál es su suelo. Las encuestas dicen que la mitad de su electorado se halla desmovilizado y temen perder las elecciones europeas. En mayo, Mariano Rajoy se juega la autoridad. Alfredo Pérez Rubalcaba, el cargo.

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