SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Syriza

Diosas zorras, bardos ciegos, piratas convertidos en monjes, puestas de sol escarlata. Grecia vive en casas blancas cerca de las vides, al pie de los volcanes, respira la brisa del glauco mar y sigue aguantando en Europa. Siempre fue un país pobre. Posiblemente el origen de la gloria de Atenas estuvo en su pobreza, dice Montanelli; apenas comían habas y cebollas, de ahí su buena salud y sus atletas.

Ahora los griegos, acosados por los hombres del frac de chaqué y cheque, quieren reinventar la izquierda. Los que crearon la democracia aspiran a decir la última palabra a una Europa, según ellos, gobernada por memos con buen sueldo, transfigurados en botones de los banqueros. «Va a empezar la definitiva revolución», gritan entre las lluvias de piedra, incluso cuando se sientan en el Parlamento. Van a cortar el rabo al diablo. La cosa no parece tan simple aunque para eso nació Syriza, el partido de los sin voz, un cinturón de las serpientes de Medusa, formado por ex combatientes de todos los fracasos, trotskistas, comunistas, ex maoístas: indignados a la griega forjados en las marchas y en las protestas.

Aspiraron a ser el primer partido de Grecia y quedaron segundos aunque lograron unificar todas las fracciones. Su programa parece imposible: anulación de la deuda pública, nacionalización de los bancos, impuestos a las transferencias financieras, abolición de los privilegios de parlamentarios y políticos, fin de la inmunidad parlamentaria. Envidan a la señora Merkel diciéndole que deje de jugar al póquer con la vida de las gentes.

Los de la IU carpetovetónica intentan hacer la Siryza en España y ya han logrado algo insólito: unir a las tribus que se detestan en una zona ideológica donde la confrontación o masía del PSOE era la marca de la casa.

No está mal hacer una colonia griega, le digo a Felipe Alcaraz, poeta, novelista, granadino, el único veterano incorporado a la dirección. Según comentan con malicia sus compañeros de generación, lo han puesto por su biografía política y por su apellido que iba de los primeros en la lista. Se ríe cuando se lo cuento y me explica: «No queremos ser un alma roja en otro cuerpo». A Llamazares, con el 13% de seguidores, le han dado el 20% de representación, pero le han dicho que IU ha dejado de ser una corriente del PSOE.

«Ésta es nuestra Syriza», declara Cayo Lara, reelegido cabeza de graco en la Asamblea Federal, casi ateniense como Alexis Tsipras porque es vecino de Argamasilla. «Un hombre sencillo», «un caballero de a pie», «no tiene restringida las llamadas como dicen las compañías de teléfono móvil». Lo retrata Antonio Romero, cabalgando en un galgo: «Quiere convertir el ansia constituyente en poder alternativo».

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