El Observatorio

Suárez y el Rey

Es extraño que, en una misma semana prácticamente, salten a la palestra dos noticias que ligan a unos personajes cuya relación hace unos años ocupó ciertamente el centro de la vida polí­tica española, pero que ahora mismo ocupa un plano ya muy desdibujado y oculto, por mucho que aún haya mucha tela que cortar hasta que se esclarezca (si es que algún dí­a se esclarece) la verdad de unos hechos que decidieron ciertamente el curso de la historia española y explican por qué estamos donde estamos. Extraña esa cercaní­a, a menos, claro, que una sea de alguna manera una consecuencia o una respuesta a la otra.

La ublicación de la "novela" de Javier Cercas sobre el 23-F desató la lógica expectación que despierta ya todo lo que sale de la pluma de un escritor que, sobre todo después de "Soldados de Salamina", "promete" un punto de vista nuevo y distinto, generacionalmente nuevo, de hechos del pasado que estaban por así decirlo "fosilizados" por la ideología y el esquematismo. Como mínimo, cabe decir que Cercas no se limita a reproducir lo sabido, sino que le da nuevas vueltas y lo mira desde otra parte. Como mínimo, eso. Que no es poco, teniendo en cuenta la "cerrazón" de mentes que se practica por estos pagos.También su libro sobre el 23-F incluye algunas de esas vueltas y revueltas inesperadas y un cierto punto de vista que desafía, cuanto menos, la "versión oficial" que se ha instituido sobre aquella intentona golpista que acabaría provocando un notable cambio de rumbo en la política española. Un punto nodular de ese "desacuerdo" o de esa desavenencia es la visión que Cercas transmite acerca de la hostilidad manifiesta del Rey hacia Adolfo Suárez, sobre todo en el último año y en los últimos meses de su permanencia en la presidencia del gobierno, y de la impaciencia y la insistencia del monarca para hacerlo dimitir, lo que a su juicio fue un estímulo que alimentó los proyectos golpistas. Aunque Cercas no llega hasta el fondo del asunto (cúales eran las verdaderas motivaciones de Juan Carlos para esa hostilidad y esa insistencia en que dimitiera, que no eran desde luego motivos "personales", sino cuestiones políticas muy de fondo), lo que sí alcanza a reflejar bastante bien es la tensión y la hostilidad existente, reflejada muy claramente en "la absoluta frialdad" con que el Rey recibió finalmente la carta de dimisión de Suárez y la falta total de reconocimiento a quien había sido (y hoy ya nadie le niega ese papel) un verdadero artífice de la transición desde la dictadura franquista a la Monarquía parlamentaria y democrática.La aparición pública, con este grado de relieve, de una cuestión tan oculta y bien escondida (en la reciente y edulcorada visión ofrecida por la mini serie de TVE sobre el 23-F no se hace ni la más mínima mención del asunto), es sin duda un hecho que ha debido de suscitar una cierta "preocupación" en todos esos ámbitos y círculos del poder en España para los que es en cierto modo vital que no se llegue a cuestionar la "versión oficial" de la realidad que ellos mismos han construido y en torno a la cual han logrado, en lo fundamental, "unificar" a la población.En esa versión oficial, que no es una "foto fija", sino una especie de "memoria portatil" que va cambiando con el tiempo, según conviene, un Suárez ya totalmente desactivado políticamente, y hasta con la memoria perdida por el Alzheimer, ha pasado de líder discutido y discutible, a "mito" indiscutible de la transición, mientras que la brutal campaña de acoso y derribo que lo tumbó prácticamente ha desaparecido de la historia. De modo que, para todos, ha pasado a ser una "obligación" no sólo dar muestras de admiración y reconocimiento a Suárez, sino fijar de alguna manera una "imagen" (dando por hecho el aserto de que una imagen vale más que mil palabras) que ponga en evidencia esa admiración y ese reconocimiento.Esa es la función que aspira a cumplir esa última foto del Rey con Suárez hecha hace sólo unos meses, y en la que vemos a los dos de espaldas paseando por un jardín, con un gesto afectuoso del Rey hacia el hombre que ayer lo fue todo y hoy lo ha perdido todo, hasta la memoria. Esta foto vendría a sancionar el estado de la cuestión en este momento: la amistad, el reconocimiento y el afecto mutuo de estos dos hombres clave de la transición española.Pero, de pronto, el libro de Cercas echa un inesperado borrón encima de esa foto y desentierra fantasmas que parecían definitivamente muertos y enterrados. Una nueva luz arroja sombras muy desfavorables sobre un escenario que se había "limpiado" para que pareciera inmaculado. Alguien cambia en el último momento el guión escrito y lo pone en cuestión.Y es entonces cuando EL País y el Grupo Prisa se descuelgan otorgando su prestigioso premio de Fotografía a la última foto del Rey con Suárez, para otorgarle un plus de valor, un plus de verdad, un plus de importancia, un reconocimiento que cierre el debate recién abierto. Cercas no es quién para alterar una "versión oficial", que a él no le corresponde ni escribir ni modificar. Para esa función ya hay otros "guionistas".

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