Arte

Sorolla a lo grande

A finales del siglo XIX, el descubrimiento de la fotografí­a planteaba un nuevo reto a los artistas pictóricos. La primera respuesta llegaba desde Francia, con la aparición del movimiento impresionista, precursor del arte contemporáneo actual, en el que se primaba el estudio de la luz y sus efectos plásticos y cromáticos, antes que la representación formal académica. Un joven valenciano decidió seguir la corriente, encontrando en las costas mediterráneas el territorio más propicio para su exploración creativa. El sol de España brilla ahora en los museos de todo el mundo gracias a la agilidad de los pinceles de Joaquí­n Sorolla. La pinacoteca nacional por excelencia le rinde ahora el homenaje que se merecí­a con una gigantesca retrospectiva sin precedentes.

El imaginario más opular de Sorolla nos conduce inmediatamente al paisaje mediterráneo, a las gentes que habitaban la costa, mujeres con geranios, pescadores trabajando y niños jugando en la arena. Pero el puesto que ocupa en la historia del arte internacional va mucho más allá. Su excepcional dominio de la luz y el cromatismo, su particular estilo compositivo y su contundente (y casi prematura) denuncia social, lo convierten en uno de los más grandes pintores de la historia de España… y quizá del mundo.Sorolla se “entromete” por primera vez en el espacio ocupado por los Goya, Velázquez o El Greco; y el Museo del Prado no ha reparado en medios. La exposición muestra hasta 102 pinturas, fruto de una minuciosa selección entre las más de 4.000 que llegó a pintar el prolífico artista. No falta ninguna de sus obras más emplemásticas, pero además, el veinte por ciento de la obra expuesta era completamente inédita para el público, fruto de un intenso trabajo de recopilación en el que se han volcado tanto instituciones públicas como coleccionistas privados.Una parte importante de la exposición está dedicada a los 14 paneles que Sorolla pintó para la Hispanic Society of America, bajo el título de Visiones de España. Precisamente esta antología es el punto culminante de la “gira” que estas piezas han protagonizado durante el último año por las principales ciudades de España, que fue visitada por más de un millón de personas –un dato que parece más propio de un programa de televisión que de una exposición de pintura decimonónica-.La exposición -que ocupa los cuatro pabellones corresponientes a la ampliación del Prado-, ha sido dispuesta por estricto orden cronológico. Empoioeza por lo tanto con su obra “Palleter declarando la guerra a Napoleón”, pintado cuando Sorolla contaba con tan solo 21 años, y que le representó el pasaporte para completar su formación en Italia, y desprenderse del costumbrismo del arte valenciano para abordar una obra de temática más social. A partir de ahí se suceden las imágenes que combinan la estampa luminosa con el contenido crítico, sus tullidos y chicos marginales conviven con las damas que pasean bajo el atardecer, y la mas rabiosa modernidad del Fin de Siglo se mezcla con la influencia de Velásquez.Una vez más, el Museo del Prado nos ofrece una antología imprescindible para entender no sólo la historia del arte, sino también la historia de España, la de los personajes que miraron con ojos tan críticos como analíticos a nuestro país, a aquel que la ilustró de forma tan brillante, para que el mundo la contemplara con deseo.

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