SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Sobre la oligarquí­a público-privada

Diagnósticos equivocados traen recetas equivocadas y errores que permanecen. Lo estamos viendo ahora en nuestra discusión política de cada día. Corrupción y clase política son los dos elementos predominantes, casi únicos de un continuo que pretende explicar nuestra actual decadencia como país y como democracia. Es un diagnóstico equivocado porque es insuficiente.

Dos luminosos (no dudo en calificarlos así) artículos recientes ayudan a distinguir lo principal de lo accesorio. Se trata de “Un reto para la élite empresarial” (“El País”, 5 febrero de 2013) y Oligarchy at the core of Spain´s scandals (Financial Times, 14 febrero). Autor de ambos, Angel Pascual-Ramsay, director de Global Risks de ESADEgeo.

El autor recuerda de entrada un hecho cierto, incontestable pero ocultado o deformado por muchos: ha sido el sector privado, una determinada élite empresarial y no el sector público el que causó la crisis que ha llevado al país “al borde de la quiebra”. Contando, eso sí, con la connivencia de acciones políticas inadecuadas.

El reciente modelo de “desarrollo” es la resultante obligada del sistema institucional vigente al que se define como “mercantilismo plutocrático”. Las instituciones, se añade por el autor, “son sin duda determinantes pero no son solo el resultado de la acción política sino también de la actuación de los agentes privados”, es decir, élite empresarial, patronales, sindicatos, medios de comunicación. Las instituciones, añadimos, amplio concepto que abarca desde los tradicionales poderes de un estado democrático hasta las normas fundamentales y reglas del juego están moldeadas y ocupadas por esa oligarquía público-privada. Eso que comúnmente se define como establishment. No son sólo los políticos, es mucho más que eso.

Es en esa simbiosis político-económica y público-privada (en la que hay siempre actores principales y secundarios) donde, según afirma el autor, “se encuentra el corazón de los escándalos de corrupción”. Como se dice coloquialmente, siempre que hay un corrupto hay también un corruptor. No solo eso sino que ese bloque hegemónico “bloquea la energía creadora del país”, tema fundamental porque “nuestro problema no es solo la corrupción, que también, sino aún más la falta de crecimiento económico, consecuencia en gran medida de la incapacidad de nuestra élite económica”. Sin embargo “la narrativa dominante es, paradójicamente, la contraria. La de una élite empresarial y unas multinacionales dinámicas lastradas por la política… efectivamente, en España ha habido una extracción de rentas, pero los extractores han sido principalmente cierta élite empresarial y financiera”. Frente a diagnósticos erróneos, diagnósticos acertados.

Hasta aquí lo más sustancial, en mi opinión, de este acertado diagnóstico. Hay más cosas de interés en los dos artículos. Vale la pena la reflexión final del artículo del FT: no vale la “inútil austeridad”, sino que lo importante es “lograr una auténtica liberalización y modernización que rompa los intereses creados de una élite que domina la vida económica española”. Tarea hercúlea, añadimos, pero imprescindible y urgente.

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