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«Si viniera un observador a Cataluña, creerí­a que es Guinea»

Joaquim Brugué (Barcelona, 1963) dimitió el domingo como miembro de la comisión de control (la junta electoral) que vela por la consulta soberanista del 9 de noviembre al considerar que “no ofrece condiciones democráticas”, según aseguró en Twitter. Empezó entonces “un linchamiento”, que perduraba ayer, cuando escribió en su cuenta que “una sociedad cruza una frontera cuando considera que el fin legitima los medios”.

En conversación telefónica con EL PAÍS, Brugué se ratifica en sus críticas sobre cómo están gestionando el proceso las instituciones catalanas y los partidos soberanistas, entre ellos, Iniciativa per Catalunya Verds, que le propuso para esa comisión de control. “Llevan días escenificando para que no se diga que no han ido hasta el final, pero saben que no habrá consulta”, explica.

“En cuestiones de logística se está al límite del calendario para que la consulta pueda celebrarse, la custodia de las papeletas no es posible si los Mossos d’Esquadra no se involucran, y sin los secretarios municipales para poner en marcha toda la maquinaria legal, es imposible que el 9-N tenga garantías democráticas”, explica Brugué. A eso se referían sus críticas. “La democracia requiere unas reglas claras y transparentes”, resalta.

“No se está haciendo una campaña informativa para explicar todas las opciones y da la sensación de que lo importante no es poder votar, sino lograr la independencia”, continua explicando este catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, quien este curso se halla en comisión de servicios en la Universidad de Girona. Algunos alumnos le gritan “traidor” en los pasillos por haberse desmarcado de la junta electoral de la convocatoria.

“Mi pecado no es haber dicho lo que otros piensan, sino haberlo dicho en este momento. El rey está desnudo, pero todo el mundo insiste en que está vestido”, apostilla. En opinión de este politólogo, “las cosas se están haciendo tan mal que si viniera un observador internacional y lo viera, creería que Cataluña es Guinea”. En su opinión, esas maneras de hacer perjudican gravemente el derecho a decidir de los catalanes, del que se declara un firme defensor.

¿Por qué dimitió apenas 48 horas después de que se publicara su nombramiento y no antes? “No me podía imaginar que no hubiera un plan b y que Artur Mas incumpliera su promesa de que las cosas se harían bien”, explica. “Daba por hecho que la consulta no se iba a celebrar, que es lo que todo el mundo sabe que va a pasar, pero pensaba que hasta llegar ahí seríamos escrupulosos en la pluralidad democrática y no se traspasarían algunas líneas rojas”, incide.

Brugué entiende que “no es razonable que la institución que convoca la consulta acabe gritando una de las opciones posibles”, en referencia a los gritos a favor de la independencia que la mayoría de los alcaldes de Cataluña, vara de mando en mano, profirieron el pasado sábado en la sede de la Generalitat.

El catedrático entiende que “todo esto es un juego muy peligroso y una estafa al ciudadano” y habla de las “reglas oscuras” que se están aplicando para legitimar el 9-N. En esa tesitura, no descarta que, como no será posible un referéndum con garantías, se acabe celebrando un sucedáneo organizado por la sociedad civil, como el ocurrido en 2009 en Arenys de Munt (Barcelona), con una participación del 41% de los vecinos y en la que más del 96% votó sí a la independencia. “Si ocurre eso, provocaremos la risa en la comunidad internacional”, concluye.

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