Seísmo en Múnich, temblores en Berlín

La anomalía de que la todopoderosa CSU bávara no gane por mayoría absoluta en su lander tras 70 años de dominio indiscutible es solo comparable a lo que le pasa al Bayern de Múnich, ganador de las últimas seis Bundesligas, y que ahora va sexto en la clasificación. Tras siete décadas de una hegemonía política indiscutible en Baviera, el lander más próspero de Alemania, la socialcristiana CSU han ganado pírricamente las elecciones regionales con un 37,2% de las papeletas, perdiendo la mayoría absoluta. Estos resultados sísmicos crean aún más dificultades al ya agrietado gobierno de «Grosse Koalition» de Merkel, donde está la CSU como socios de la CDU, pero también los socialdemócratas.

Desde prácticamente el fin de la II Guerra Mundial, las elecciones regionales en Baviera eran meramente una cuestión de trámite para la CSU, solo una cuestión de observar cuanto de holgado era su predominio en el parlamento de Munich. Los socialcristianos bávaros-los más conservadores y retrógrados del tándem CSU-CDU que encabeza Merkel- que en las anteriores elecciones regionales (2013) renovaron su mayoría absoluta con un resultado “normal” del 47,7%, han obtenido ahora una amarga victoria, dejándose 16 escaños. Gobernarán, pero obligados a cohabitar en casa. En lo que consideran su cortijo.

Los Verdes -la fuerza ganadora de la noche- han conquistado el segundo puesto con el 17,5% de los votos. La ultraderecha de Alternativa por Alemania, aunque en cuarto puesto, logra entrar en el parlamento regional. Los socialdemócratas ahindan en su debacle con un 9,7% de los votos.

Pero las consecuancias de estos comicios no se quedan en Baviera. El terremoto de Múnich está haciendo temblar el despacho de Merkel en Berlín. Los resultados suponen un importante golpe para la gran coalición -entre CDU/CSU y el SPD- que lidera la canciller, que se selló en marzo tras un trabajoso proceso negociador y cuya gestión de Gobierno ha estado lastrada por repetidas crisis, a menudo provocadas por los propios lideres de la CSU bávara. En particular por el ministro alemán del Interior, Horst Seehofer, quien profesa una manifiesta antipatía hacia Merkel y que ha amenazado repetidamente con romper la coalición entre exigencias de dar un giro derechista a su política en lo referente al problema de los refugiados.

¿Qué ha pasado en Baviera?

“Los candidatos de la CSU han polarizado a sus votantes. O los adoras o te espantan”, dice una electora en Múnich. Los analistas coinciden con esa lectura. La derechización del discurso de la CSU, que han intentado endurecer sus mensajes contra la inmigración -no solo contra los refugiados de Oriente Medio o contra los migrantes extranjeros, sino incluso contra el millón de alemanes de otras provincias que se están instalando en la próspera Baviera- para retener votos fugados a Alternativa por Alemania, han tenido un efecto doblemente repelente para los socialcristianos.

Por un lado los Verdes se han ganado con su discurso europeísta y amable a amplios sectores sociales y políticos que aunque conservadores, defienden un modelo de sociedad abierta, y que están hartos de la política de la bronca, del miedo y del rechazo «a los de fuera». Por otra parte, los votantes más reaccionarios y xenófobos han preferido votar a la fuente original -Alternativa por Alemania, o a Electores Libres- que a la imitación.

Los Verdes (17,2%) han conseguido no solo capitalizar el descontento con la CSU, sino sacar pecho como la única opción progresista que a nivel nacional hace oposición al gobierno de Merkel (los socialdemócratas de la SPD están empotrados en la Gran Coalición).

Los Verdes están culminando con éxito un viaje ideológico y político, desde el ecologismo más radical y «outsider» a uno más liberal, moderado, socialdemócrata y de centroizquierda, que los habilita para ser considerados por la burguesía monopolista alemana como una eventual “pata progresista de recambio» en el modelo político alemán, si el SPD siguiera en su desplome electoral.

La aritmética en el Bayerischer Landtag deja dos opciones. O la CSU busca una alianza con los Electores Libres -una escisión suya, que ha obtenido el tercer puesto con el 11,6%- y con los liberales del FPD (5,1%); o bien los socialcristianos y los verdes llegan a un acuerdo, algo que sería programáticamente tortuoso pero no inédito. Una coalición semejante ya existe en otro próspero länder, el de Baden-Württemberg.

Otros que han celebrado las elecciones con alborozo es la ultraderecha xenófoba de Alternativa para Alemania. El 10,2% de los actuales votos es inferior al resultado (12,7%) que obtuvieron en Baviera para las elecciones generales de 2017, pero les otorga 22 escaños, con lo que ya tienen representación parlamentaria en 15 de los 16 länder.

Temblores en la Cancillería Federal

Los resultados de estas elecciones tienen importantes repercusiones para la ya tocada estabilidad del gobierno de Gran Coalición de Merkel. En Berlín, la CSU comparte grupo parlamentario con el partido de Merkel (CDU), y ambos cohabitan con los socialdemócratas del SPD en un ejecutivo de necesidad.

En lo inmediato, el debilitamiento de la CSU pone en graves apuros a uno de sus principales líderes, el ministro de Interior, Horst Seehofer, rival interno de la canciller. El ministro socialcristiano, muy duro con la inmigración, tiene además importantes fricciones con el actual líder del partido y el primer ministro del land, Markus Söder, en el cargo desde principios de año con el paso de Seehofer a Berlín. Söder ha empezado a señalarlo como responsable del batacazo en Munich y la cabeza de Seehofer no está nada segura.

Pero ahí se acaba lo bueno para Merkel. Si la CSU sigue derechizando su mensaje tratando de recuperar los votos migrados a AfD o a Electores Libres, el precario equilibrio que hace que los socialdemócratas -cada vez más incómodos en este gobierno- sigan en la Grosse Koalition puede saltar por los aires.

Los socialdemócratas nunca habían sacado grandes resultados de Baviera, pero caer por debajo del 10% (quedando por detrás de la ultraderecha) y sobre todo observar como su electorado se vuelve cada vez más «verde» es más de lo que pueden soportar las corrientes más opuestas a seguir con Merkel. No pocos sectores del SPD piden un cambio de rumbo y de cúpula. Y una nueva dirección podría querer romper las actuales ataduras, dejar a Merkel en minoría y forzar, a medio plazo, la convocatoria de elecciones anticipadas.

El panorama político alemán se hace más y más enrevesado, justo en un momento en el que al otro lado del Atlántico, la administración Trump hace todo lo posible por debilitar interna y externamente el liderazgo germano de la UE, alentando indisimuladamente a fuerzas como Alternativa por Alemania.

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