Ocho años de la guerra que -instigada desde EEUU- acabó con el régimen de Muammar Gadaffi, el conflicto nunca resuelto de Libia -un país cuyo control territorial ha permanecido dividido entre diferentes facciones rivales- se recrudece. El mariscal Jalifa Haftar (antiguo aliado de Gadaffi, que luego fue reclutado por la CIA, y hasta ahora controlaba el este de Libia) ha lanzado una ofensiva sobre la capital, Trípoli.
Hasta hace muy poco, un precario y explosivo status quo reinaba en Libia. Dos gobiernos -uno con sede en Trípoli, respaldado por la comunidad internacional, y otro con base en Tobruk (este del país), con apoyo del señor de la guerra Jalifa Haftar- se disputan el control del país desde 2014 con oleadas de violencia intermitentes. Pero ahora todo puede cambiar si la ofensiva de Haftar -cuyas milicias afines bombardean la capital, desoyendo los llamamientos de Naciones Unidas- tiene éxito.
Incluso los EEUU han tenido que retirar tropas y personal diplomático. «Debido al aumento de disturbios en Libia, un contingente de tropas que participan en la misión del Africom ha sido retirado temporalmente del país en respuesta a las condiciones de seguridad sobre el terreno», ha anunciado el comando responsable de las Fuerzas Armadas norteamericanas en África
En el convulso panorama libio no hay certezas. Ciertamente, la facción que gobernaba hasta ahora Trípoli gozaba de cierto apoyo occidental, incluido el de los EEUU. Sin embargo, visto el historial del mariscal Haftar, no se puede descartar que Washington haya retirado a sus soldados y diplomáticos de la capital libia… porque sus verdaderos peones están a las puertas de Trípoli.
Jalifa Haftar fue originalmente un aliado de Gadaffi cuando éste derrocó al Rey Idris en 1969. Sin embargo, cayó en desgracia en 1987. No tardó en llegar a un acuerdo con la CIA y en ser acogido en EEUU, país en el que Haftar y sus fieles llevaban viviendo dos décadas (incluso con nacionalidad) cuando volvió a Libia para intervenir en la guerra civil instigada desde Washington.
Haciéndose fuerte en Tobruk, al este del país, y con un discurso marcadamente antiislamista, Haftar ha gozado siempre del apoyo de Emiratos Árabes y sobre todo del mariscal egipcio Al Sisi, el militar que Washington designó para deponer al gobierno díscolo de los Hermanos Musulmanes y llevar con mano de hierro las riendas de El Cairo. No pocos medios recuerdan también el apoyo que Haftar ha recibido de otros países occidentales, por ejemplo de Francia.
Es pronto para pronosticar si la ofensiva de Haftar tendrá éxito, pero no es tarde para señalar que detrás de él -igual que de otros señores de la guerra- se encuentran los hilos de los centros de poder mundial.