Expolio de Grecia e imposiciones de Merkel

Se expande el sentimiento anti-alemán en Europa

Si el acelerado desarrollo de la crisis ha dejado al descubierto la verdadera naturaleza de la Unión Europea, no como un club de socios bien avenidos, sino como un proyecto articulado fundamentalmente bajo la hegemoní­a de la burguesí­a monopolista alemana, todo lo que gira entorno al plan de rescate de Grecia ha dejado en carne viva media Europa.

Esecialmente a los llamados “PIGS-cerdos”, los países más débiles y dependientes (Portugal, Grecia, Irlanda y España, y los recién incorporados países del Este), al imponer con mano de hierro una dolorosa salida a la crisis, basada en drásticos planes de ajuste para las economías más débiles que condenan a estos países a una tercera división mundial y la población a draconianos recortes sociales y subidas de impuestos. En el caso de Grecia las durísimas condiciones del plan impuesto por Alemania (rebaja salarial, subida del IVA al 21%, alargamiento de la edad de jubilación, recorte de los gastos sociales…) están siendo respondidas con una Huelga general y amplias movilizaciones sociales. Pero el estallido social contra su gobierno se ha ido convirtiendo en un clamor general contra la Alemania de Merkel y la UE “alemana”. La nueva postura de Berlín ha vuelto a despertar el viejo sentimiento anti-alemán no sólo en Grecia, donde la cerilla ya está prendida, sino en toda Europa. En las movilizaciones de la Huelga General griega se oyeron las primeras consignas contra Merkel y el “euro alemán”. Asociaciones de consumidores piden el boicot a los productos alemanes. El periódico To Vima retrataba a Merkel como un vampiro y titulaba: “Los alemanes son nuestros mayores enemigos en Europa”. Otros periódicos, tanto de la derecha como de la izquierda griega, han colocado fotomontajes con la bandera nazi ondeando en la simbólica puerta de Brandeburgo. El viceprimer ministro griego, Theodoros Pangalos, recordaba el saqueo de Atenas por los nazis y recordaba los miles de millones de euros que Alemania debería pagar por reparaciones de guerra. La viñeta del diario Kathimerini sintetiza cómo lo están viendo los griegos: al ministro griego de Finanzas su secretaria le anuncia la llegada de los inspectores de la UE. “¡Un minuto!” pide el ministro, mientras se rasga la camisa y comienza a flagelarse. Aparecen los inspectores con ropa de la Gestapo: “Sehr gut!” (“¡Muy bien!”). Vuelven los viejos demonios Pero el despertar de los sentimientos anti-alemanes se extiende más allá de Grecia. La crisis ha destapado en muchos sectores de países europeos, incluidos sectores de las clases en el poder, los viejos demonios de una burguesía monopolista alemana cuyas ambiciones hegemonistas sobre el resto del continente han conducido a Europa a dos guerras mundiales y tiene sobre sus espaldas el genocidio del Holocausto. Medios europeos no alemanes, especialmente la prensa francesa, comparan a Merkel con Bush para denunciar cómo “Ángela Bush” está utilizando el riesgo financiero en Europa para “imponer al resto la política alemana de estabilidad” y, como decía el francés Le Monde: “redefinir la política económica de la zona euro con la óptica de una Europa alemana… de un euro alemán”. En Italia, el Corriere della Sera criticaba la amenaza de Merkel de expulsar del euro a los países que no sean capaces de “consolidar sus presupuestos”, en clara referencia a los “PIGS”. “Merkel se ha expresado con las palabras inadecuadas y en el momento inadecuado… Una declaración demasiado fuerte por el tono y por el momento… El problema griego sigue siendo en sí un pequeño problema que podría acabar resolviéndose. Sin embargo, mucho más preocupante sería una Europa donde Alemania dejara de desarrollar el papel histórico crucial que ha desempeñado en la construcción europea”. Incluso el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, ha saltado ante las imposiciones de la nueva política alemana de “disciplina fiscal y ajustes drásticos”, recordando al gobierno alemán que “sin solidaridad no hay unión” europea. El plan de saqueo (le llaman rescate) impuesto a Grecia, cuyo objetivo último es un recorte brutal de los salarios y las rentas de la población griega que asegure el pago de la deuda con los bancos alemanes (capital más intereses), se extiende de una u otra forma al resto de países más débiles y dependientes de la eurozona. Y, por lo tanto, la cerilla del sentimiento anti-alemán encendida entre las clases populares griegas amenaza con saltar en el resto de Europa, particularmente en los países más castigados, España entre ellos, y encenderse, más allá de los medios, entre la población. Pero hoy un estallido popular generalizado del sentimiento anti-alemán, aunque anclado en la pavorosa memoria de los viejos demonios del nazismo, sería sobre todo un estallido contra una Unión Europea bajo una exclusiva hegemonía alemana de consecuencias impredecibles.

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