La "crisis moral" de los que hacen una polí­tica inmoral.

Sarko, la juventud no olvida, el pueblo tampoco.

Deberí­a sorprender la virulencia contra los inmigrantes que caracteriza la trayectoria polí­tica de Nicolás Sarkozy. Siendo él hijo de inmigrantes, el hijo de un hombre, Pál Sarkozy, que huyó de Hungrí­a para no ir a la guerra, que alardeó toda su vida de que era un inmigrado, pero que seguí­a siendo húngaro. Nicolás Sarkozy parece ser heredero de la pereza francesa y ¿de quien heredarí­a su anticomunismo y antiislamismo?

Nicolás Sarkozy el asado martes 25 en medio de un discurso sobre crisis y política económica, denunció la existencia de lo que considera una "crisis moral" de la sociedad francesa y, retomando un discurso anti -juventud, anunció su intención de elaborar una nueva ley "contra las bandas juveniles". Las políticas de Sarkozy siempre están orientadas ha implementar medidas anti-trabajadores, anti-juventud, anti-inmigrantes.Después de una huelga general que puso a tres millones de personas en la calle contra su política económica, Sarkozy sigue queriendo desviar la atención a lo que fue el eje en su última campaña electoral, que le llevo del ministerio del interior a la presidencia de Francia la paranoia y el temor a los jóvenes. Lo innovador y la lección que se le avecina a Sarkozy, no es una ”gente despreciable” que quema coches. No, esta vez Sarko, se encuentra frente a una juventud organizada y que quiere hacerle frente de una forma intelectual, donde podrán desenmascararlo.Han proliferado los centros de debate y reflexión, en los barrios periféricos. Entre estos centros, sobresalen los llamados El Centro Malcolm X, centro donde se dan cita los jóvenes intelectuales llamados “sin cátedra” y donde lo que hay son libros, muchos libros, en venta y para consultar La juventud de estos centros bebe de Sadri Khiari, el teórico de las relaciones entre el poder francés y sus barriadas populares vistas como un problema de "colonialismo interno". “Existe un problema más grave que el de la pobreza: el de la identidad. No es que estos jóvenes se debatan entre dos países, como Argelia o Francia, por ejemplo, sino que no se identifican con ninguno de los dos. Francia es su país, pero no los reconoce, no les hace sitio en la mesa, y esto les hace sentirse excluidos, rechazados, y les devuelve una imagen de sí mismos que rechazan. Al haber perdido la confianza en el Estado, algunos (se cree que una minoría) han organizado su marginalidad. Y se lee también una excelente recopilación de discursos de Robespierre, editada por La Fabrique bajo el título Para la felicidad y para la libertad. l

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