La anexión de Crimea por parte de Rusia tomó a Berlín por sorpresa. Un año después, Alemania ha asumido un mayor papel en la política exterior. Asimismo, su relación con Moscú ha cambiado considerablemente.
Es necesario retroceder mucho en el tiempo para encontrar un momento en el que el clima político entre Moscú y Occidente fue tan tenso como en marzo de 2014. La anexión de Crimea, hace un año, tomó por sorpresa a los políticos en Berlín, París, Roma o Washington.
En menos de tres semanas, Rusia ocupó y anexionó la península ucraniana, y los políticos de relaciones exteriores en las capitales occidentales tuvieron que enfrentar una situación que probablemente ningún plan estratégico había contemplado. Rusia había hecho uso de la violencia contra un país vecino, violado contratos y convenciones internacionales y, al mismo tiempo, parecía ser capaz de decidir a solas el desarrollo del conflicto.
Papel clave de Alemania
A Alemania rápidamente se le concedió un papel clave en el conflicto, en calidad de mediadora. Debido a su tradicional cooperación con Rusia, pero también por ser el país con mayor población de la Unión Europea, recayó sobre Berlín la tarea de compaginar los intereses más diversos en Europa: desde Polonia, que históricamente desconfía de Moscú, hasta Hungría, cuyo gobierno conservador de derecha a veces coquetea con el sistema de Estado antiliberal del presidente ruso, Vladímir Putin. Rápidamente el gobierno alemán definió los tres pilares de su política: rechazo a la violencia, diplomacia, así como presión económica. Y logró que sus socios europeos apoyaran esta estrategia.
Al mismo tiempo, Berlín siempre llevó a cabo las iniciativas de mediación junto con su tradicional socio, Francia, y también tomó en cuenta a los demás países europeos. “Sorprendimos a Putin”, dice el político cristianodemócrata Roderich Kiesewetter. “Él no hubiera creído que Occidente se mantendría unido tanto tiempo”.
Antes de la crisis ucraniana, la relación de Alemania con Rusia consistía en criticar la situación de los derechos humanos sin perjudicar las relaciones económicas. Después de la crisis, los valores y la economía fueron relegados a un segundo plano. “Nuestra política exterior siempre estuvo basada en la cooperación”, dice el socialdemócrata Franz Thönnes. “No obstante, de repente la cuestión de la seguridad cobró más importancia”.
Creciente importancia de Berlín
Las posiciones de los cristianodemócratas y socialdemócratas alemanes respecto de la agresión rusa en Ucrania no se diferencian mucho. Tanto el ministro del Exterior Frank-Walter Steinmeier (SPD) como la canciller Angela Merkel (CDU) abogan por una estrategia doble basada en negociaciones y sanciones económicas. También el partido de Los Verdes apoya esta estrategia. Tan solo el partido La Izquierda acusa al gobierno de llevar a cabo una “guerra económica” y rechaza las sanciones.
La importancia de Alemania en materia de política exterior ha crecido. No obstante, aún se está a años luz de una estrategia a largo plazo frente a Rusia. “En realidad, aún no sabemos qué es lo que realmente quiere Moscú”, dice Thönnes. Por su parte, el cristianodemócrata Kiesewetter está convencido de que “Putin no buscará restablecer el orden europeo”.