Selección de prensa internacional

¿Salvará China al capitalismo?

El contenido de la reforma del presidente Obama ha hecho recordar las declaraciones de Deng Xiaoping en la década de 1990 en el sentido de que el mercado no significa el capitalismo, el capitalismo tiene plan, y el socialismo también tiene mercado. Hoy dí­a, la práctica de EEUU también ha corroborado que la propiedad estatal no significa el socialismo, y bajo el régimen del capitalismo también se puede aplicar la propiedad estatal.

PÁGINA 12. Si se ve la historia, desde el siglo XVIII en Inglaterra hasta los casos exitosos de las economías en desarrollo de Corea y Taiwán, todos usaron los mismos rincipios de protección industrial de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, para desarrollarse. Básicamente, consiste en la protección industrial. Los gobiernos de los países en desarrollo deben proteger y nutrir las industrias jóvenes para que puedan incrementar su productividad y eventualmente competir en el mercado mundial. DIE WELT. Ahora los talibanes atacan escuelas de niñas y flagelan mujeres. Esto no es Pakistán. Esta rama ideológica wahabita, analfabeta y armada, fue importada -como admitiera recientemente la Secretaria de Estado Hillary Clinton ante el Comité de Apropiaciones de la Cámara Baja- por EE.UU. desde Arabia Saudita y otros países de Oriente Próximo con el fin de socavar la ocupación soviética en Afganistán desde los años 80. Una vez que la misión se logró y los soviéticos desaparecieron, se dejó que el virus wahabita se difundiera por las áreas fronterizas de Pakistán. China. Diario del Pueblo 2009: ¿TOCA A CHINA SALVAR EL CAPITALISMO? Hay un dicho que se ha venido transmitiendo en Internet: En 1949, sólo el socialismo podía salvar a China, en 1989, sólo China podía salvar el socialismo, y en 2009 sólo China puede salvar el capitalismo. En Estados Unidos, ubicado en la otra costa del Pacífico, hay comentarios sorprendentemente similares. La revista NewsWeek declaró su portada: “Ahora todos nosotros somos socialistas”. ¿Es Estados Unidos un país socialista? No, en absoluto. Sin embargo, ¿Hay algún elemento socialista en la reforma del presidente Barack Obama? No, en absoluto. En la campaña electoral, Obama fue calificada como “socialista” por sus oponentes y fue denominado como “camarada” por el líder cubano Fidel Castro. Recientemente, al gastar una broma, el presidente venezolano Hugo Chávez le pidió trabajar juntos por el socialismo. Las medidas de reforma de Obama tales como la protección de General Motors en quiebra y la reforma de las instituciones financieras tienen el tinte socialista. Como resultado, los mayores accionistas de General Motors son el gobierno y los sindicatos y la compañía que simbolizaba el espíritu capitalista en el país llegó a ser “una empresa de propiedad estatal y colectiva”. Ocurre lo mismo con la reforma financiera del país, cuando EEUU intenta convertir la Reserva Federal en “la máxima supervisora” para fortalecer la vigilancia de las grandes compañías financieras. También planean instaurar un departamento de protección financiera de los consumidores y otorgarle un poder mayor que el de las instituciones de supervisión. Estas medidas están acordes con la doctrina de Marx. En su obra “Manifiesto del Partido Comunista”, Karl Marx pronosticó la crisis financiera del capitalismo. Según afirma la revista Foreigh Affairs, de acuerdo con “la receta” de Marx, se llamará a socializar el mercado financiero y reunir los créditos y ponerlos a disposición estatal mediante el banco estatal poseedor del capital estatal y el monopolio exclusivo. La reforma del seguro médico que promueve Obama reviste de más peculiaridades que la nacionalización de las empresas y el fortalecimiento de la supervisión. Tiene como objetivo poner el seguro médico al alcance de todos los estadounidenses mediante un plan de seguro médico a cargo del gobierno para competir con los empresarios privados del sector. Con la competencia con el seguro médico público, las compañías de seguros privadas se harán más honestas y se hará bajar las primas, afirmó Obama. EEUU recurre a los esfuerzos gubernamentales para construir una sociedad donde todos disfruten del seguro médico, lo que corresponde al concepto socialista en el sentido de que todos tengan asegurada la subsistencia. Desde luego, la reforma médica de Obama ha tropezado con una resistencia extraordinaria (…) Sin embargo, a partir del 10 de junio, Obama ha iniciado actividades para granjearse el apoyo de su plan, impartiendo discursos en reuniones convocadas en las sedes de los gobiernos municipales para intercambiar opiniones con las masas populares y movilizar a unos dos millones de habitantes del peldaño bajo y realizar un debate a escala nacional. Obama ha recurrido a las actividades destinadas a acercarse a las masas populares y utilizar su sabiduría, medidas que se toman “exclusivamente” en los países socialistas. Al parecer, tanto los países socialistas como los capitalistas lograrán los éxitos siempre que se otorgue importancia a lo que piensan las masas populares, se confíe en ellas y se trabaje en su beneficio. The Nation, considerada como revista de tendencia izquierdista, ha publicado varios artículos escritos por socialistas, en que se llama a realizar una revolución cabal en EEUU e incluso se afirma que “el capitalismo ha muerto”. Por su parte, Obama se considera como partidario del liberalismo. Siempre existe una lucha entre el conservatismo y el liberalismo en el sistema político de EEUU. Los conservadores son partidarios del concepto de “gobierno pequeño y sociedad grande”, y los liberales, al contrario. Se considera a los conservadores como la derecha y a los liberales como la izquierda incluidos los ultraizquierdistas que prefieren el socialismo. En la era McCarthy de la época de la Guerra Fría, los izquierdistas fueron perseguidos, razón por la cual es un deshonor el ser tildado de socialista en EEUU. Tras la era de McCarthy, el término “socialismo” ya no es un tabú en la mayoría de los casos y la obra de Marx “El Capital” ha sido seleccionado como asignatura obligatoria de los alumnos secundarios de EEUU. Al modificar los manuales tras la época de la Guerra Fría, una de las medidas de importancia que ha tomado el sector educativo de EEUU es tachar el contenido concerniente a la ideología. Como realistas, los estadounidenses ya no se atienen a las reglas estereotipadas. El contenido de la reforma del presidente Obama ha hecho recordar las declaraciones de Deng Xiaoping en la década de 1990 en el sentido de que el mercado no significa el capitalismo, el capitalismo tiene plan, y el socialismo también tiene mercado. Hoy día, la práctica de EEUU también ha corroborado que la propiedad estatal no significa el socialismo, y bajo el régimen del capitalismo también se puede aplicar la propiedad estatal. El que EEUU haya tomado las medidas con peculiaridades socialistas ha demostrado que no hay cosas exclusivas para el socialismo ni para el capitalismo. Algunos conceptos pertenecen a toda la humanidad y cierto valor está compartido por la humanidad. Tal como ha dicho el primer ministro chino Wen Jiabao, la democracia, legalidad, libertad, derechos humanos, igualdad y fraternidad no son exclusivos para el capitalismo sino los resultados fructíferos civilizados formados en el prolongado proceso histórico de todo el mundo y también constituyen el concepto del valor que la humanidad persigue conjuntamente. DIARIO DEL PUEBLO. 26-6-2009 Argentina. Página 12 SÓLO ES POSIBLE MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA INCREMENTANDO LA CAPACIDAD PRODUCTIVA” Tomás Lukin Los países centrales tienen el hábito de recomendar las políticas de liberalización del mercado y el comercio que fueron inútiles cuando ellos se estaban desarrollando”, sostiene Ha-Joon Chang. El economista especializado en desarrollo dialogó telefónicamente con Cash desde su casa en Cambridge, Inglaterra, y enfatizó la necesidad de tener una política nacional de desarrollo que proteja y estimule a determinados sectores productivos. El especialista heterodoxo de origen surcoreano se opone a las políticas de liberalización de la economía y advierte que los países desarrollados le dieron una patada a la escalera y reclaman a las economías periféricas que “hagan lo que ellos dicen pero no lo que hacen o hicieron”. Para Chang, una política de tipo de cambio competitivo es insuficiente para desarrollarse. Usted estudió el proceso de desarrollo de muchas economías centrales, ¿qué caminos existen para los países de la periferia, hay alguna receta, de qué depende?–Depende de cada país, de sus características. Si se ve la historia, desde el siglo XVIII en Inglaterra hasta los casos exitosos de las economías en desarrollo de Corea y Taiwán, todos usaron los mismos principios de protección industrial de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, para desarrollarse. Básicamente, consiste en la protección industrial. Los gobiernos de los países en desarrollo deben proteger y nutrir las industrias jóvenes para que puedan incrementar su productividad y eventualmente competir en el mercado mundial.Pero los países centrales recomiendan lo opuesto a los de la periferia. –Los países ricos les imponen a los que están en la periferia el deber de desarrollarse a través del libre mercado, siguiendo supuestamente su camino, pero si se mira la historia es totalmente diferente. Hoy los gobiernos de los países ricos están interviniendo a diestra y siniestra en la economía y esto es totalmente opuesto a las políticas que recomendaban a los países en desarrollo. Las economías centrales tienen el hábito de recomendar las políticas de liberalización del mercado y el comercio que fueron inútiles cuando ellos se estaban desarrollando. Las políticas de libre mercado reducen el crecimiento económico y reinstauran la inestabilidad.La oposición al uso de políticas proteccionistas o fiscales también se registra al interior de los países y entre los principales socios comerciales. –Se puede vivir en el mismo país pero no compartir los mismos intereses. Si Argentina quiere desarrollar la industria manufacturera tiene que cobrarle impuestos al sector agropecuario, y a los agentes de esa actividad no les gusta. Los terratenientes son como Thomas Jefferson, primer secretario de Estado y tercer presidente de Estados Unidos, que se oponía fervientemente al programa de desarrollo de una joven industria de Hamilton. El razonamiento de Jefferson es simple, para qué necesitas una industria cuando puedes exportar los productos primarios y comprar en Europa el resto de los bienes que son mejores y más baratos, a diferencia de la ineficiente manufactura yanqui. En algunos casos la reacción es ideológica, apenas ven algún tipo de intervención estatal que no les gusta, se ponen histéricos.¿Considera que un tipo de cambio competitivo es una herramienta para el desarrollo? –En el corto plazo hay que mantener un tipo de cambio competitivo que permita mejorar el saldo comercial. Pero en el largo plazo no se puede resolver todo con el tipo de cambio. Sólo es posible mejorar la calidad de vida incrementando la capacidad productiva. Muchos países en desarrollo devalúan sus monedas una y otra vez, pero eso no los hace competitivos.¿Por qué? –Devalúan y el tipo de cambio permanece competitivo por un tiempo, pero las ventajas que surgen de una tasa competitiva tienen vida corta y son erosionadas por el mismo superávit comercial que generan. Es necesario mejorar constantemente la estructura de exportaciones para evitar el deterioro. Los trabajadores de automotrices alemanes ganan 30 dólares la hora y el producto alemán es competitivo. Probablemente en Tailandia los trabajadores ganen 5 dólares por hora, pero eso no los hace competitivos, porque la gente quiere autos alemanes. Las monedas altamente devaluadas revelan las debilidades de las estructuras productivas de los países. En el corto plazo estoy de acuerdo en que el tipo de cambio sea competitivo porque permite evitar los problemas de balanza de pagos y las crisis financieras, pero lo que va a determinar el desarrollo o no es lo que se haga con la industria.¿Una estructura de exportaciones basada en productos agropecuarios puede impulsar un proceso de desarrollo? –Depende. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, Dinamarca prosperó sobre la base de las exportaciones agropecuarias. No es imposible, pero hay que tener en cuenta que Dinamarca es un país pequeño con 5 millones de habitantes que en ese momento podía exportar a mercados muy ricos y muy cercanos, como Alemania e Inglaterra. No es lo mismo exportar soja para la población urbana china. A diferencia del caso danés, hoy los argentinos son demasiados como para sostener una mejora en la calidad de vida a través de las exportaciones de soja, trigo y carne.¿Es una señal de debilidad? –La estructura de exportaciones argentina permaneció estancada, se siguen exportando las mismas cosas, productos primarios. A diferencia de Argentina, Corea del Sur mejoró y modernizó continuamente su estructura exportadora. Hay que mejorar los productos agropecuarios y diversificarse hacia las exportaciones de manufacturas industriales. Incluso en las exportaciones agropecuarias que pueden mejorar. Argentina tiene mejor vino que Chile, pero en Inglaterra recién se está empezando a conocer. Los chilenos han sido mucho más efectivos en el marketing y poniendo etiquetas muy lindas.¿Cuánto duran los procesos de desarrollarse? –Ese es el punto. Tomemos el caso de Nokia. La empresa finlandesa comenzó como un conglomerado maderero y en 1960 decidió abrir una división electrónica que dio ganancias por primera vez en 1977. Fueron necesarios 17 años para que diera beneficios. Las pérdidas se compensaban con los ingresos de otras empresas del grupo. Algo similar sucedió en Japón, donde la industria automotriz necesitó entre 30 y 40 años de proteccionismo y subsidios para volverse competitiva. En estos procesos fue fundamental el rol del Estado y las regulaciones para asegurar el éxito de esos sectores.¿Algunas culturas son incapaces de desarrollarse? –Algunos piensan que los coreanos y japoneses se desarrollaron porque tienen una cultura adecuada, trabajan duro y ahorran mucho. Mientras que países como Argentina no tuvieron éxito porque les gusta bailar tango, tomar mate y son vagos. Eso es totalmente mentira. A los coreanos nos encanta gastar. Mucho de lo que se piensa de las culturas de los países es el resultado de las políticas económicas.¿En qué sentido? –Hacia fines de los ‘80 y comienzos de los ‘90 el ahorro de las familias en relación al PIB en Corea del Sur era del 20 por ciento. Hoy el ahorro en Corea ronda el 1 por ciento del PIB, entre los más bajos del mundo. De acuerdo al estereotipo racial, los países latinoamericanos deberían tener ahorros más bajos. Pero no es así. En Brasil el ahorro privado es del 7 por ciento. Las raíces del desarrollo son políticas, pero esto no quiere decir que los elementos culturales sean irrelevantes. Cada país tiene su historia. Estas “explicaciones culturales” sobre el desarrollo económico son una justificación ex-post de lo que ya sucedió.¿Por qué en pocos años los coreanos pasaron de ser de los más ahorrativos del mundo a uno de los de menor ahorro? –Es el resultado de las políticas económicas. Después de la crisis de 1997, los bancos dejaron de prestar a la producción y pasaron a prestar al consumo, donde hacen más dinero. En ese sentido, los bancos de desarrollo son fundamentales. Los bancos comerciales no prestan para el largo plazo. No hay créditos a largo plazo. Son necesarias instituciones como el Bndes en Brasil o los bancos de desarrollo en Corea del Sur y Japón, que prestan a largo plazo para financiar el desarrollo.¿Qué lugar deben ocupar el FMI y el Banco Mundial? –Algunos quieren abolirlos, yo no. Si se eliminan las instituciones multilaterales sin importar cuán imperfectas sean, todo se reduciría a negociaciones bilaterales. Donde los Estados Unidos torcerían los brazos de Argentina, Guatemala o Taiwán e impondrían políticas aun peores. Nos quejamos del FMI, pero si se ven los tratados de libre comercio que Estados Unidos tiene con los países en desarrollo, son mucho peores. Hay que reformar esas instituciones. La estructura de toma de decisiones está armada de acuerdo a la distribución de poder económico de 1944, con muy pocas modificaciones marginales. Hay que destruir el poder de veto de Estados Unidos y otorgar más representatividad a los países en desarrollo. Además, las condiciones para acceder a los préstamos son demasiado intrusivas. Imponen el mismo grupo de políticas para todos los países. El mismo talle les entra a todos; esto debe cambiar. PÁGINA 12. 21-6-2009 Alemania. Die Welt PAKISTÁN EN GUERRA CONSIGO MISMO Ayesha Haroon A pesar de que todas las partes –el ejército y el gobierno paquistaníes, así como los países occidentales- conocen la escala de las recientes acciones del ejército en Swat y Buner, millones de inocentes fueron dejados a su suerte mientras llovían las bombas desde el cielo. No fueron evacuados. Tuvieron que caminar muchos kilómetros, durante días, para ponerse a salvo. Mientras tanto, es evidente que Estados Unidos y el ejército paquistaní creen que su única responsabilidad es contener a los talibanes. De hecho, sólo cuando la masa de desplazados internos llegó al millón y medio de personas -el peor desastre humanitario desde el genocidio de Ruanda- los países extranjeros, incluido Estados Unidos, se decidieron a entregar ayuda de emergencia. Si el gobierno de Pakistán y sus amigos no aceptan que este sufrimiento humano se podía revenir, ocurrirá una cadena de desastres similares a medida que la acción del ejército aumente en Waziristán y otras áreas del país. La administración de Estados Unidos está extremadamente preocupada por los avances de los talibanes en Pakistán, al igual que lo está el pueblo paquistaní. Pero tienen diferentes tipos de preocupaciones, y eso explica sus percepciones inherentemente distintas de la situación. El gobierno y los medios de Estados Unidos centran su retórica en la posibilidad de que el arsenal de Pakistán caiga en manos de los talibanes. La otra preocupación occidental obvia -expresada recientemente por el Primer Ministro británico Gordon Brown- es la amenaza de un “crisol del terrorismo” en las áreas fronterizas de Afganistán y Pakistán, que ponga en peligro la seguridad mundial. Por otra parte, los paquistaníes son la gente que vive en carne propia esa amenaza. Los innumerables ataques y bombazos en todo el país, el asesinato de Benazir Bhutto, y las imágenes de charcos de sangre cubiertos de moscas que la televisión muestra rutinariamente han terminado por destrozar sus nervios. Ahora los talibanes atacan escuelas de niñas y flagelan mujeres. Esto no es Pakistán. Si hubiera sido parte del espíritu de Pakistán, los talibanes no habrían necesitado atacar escuelas en Swat: la gente habría retirado sin problemas a sus hijas de ellas. Los hombres y mujeres de la calle en Swat creen en la educación, pero los talibanes los aterrorizaban y les impedían ejercer sus derechos legales y constitucionales. Esta rama ideológica wahabita, analfabeta y armada, fue importada -como admitiera recientemente la Secretaria de Estado Hillary Clinton ante el Comité de Apropiaciones de la Cámara Baja- por EE.UU. desde Arabia Saudita y otros países de Oriente Próximo con el fin de socavar la ocupación soviética en Afganistán desde los años 80. Una vez que la misión se logró y los soviéticos desaparecieron, se dejó que el virus wahabita se difundiera por las áreas fronterizas de Pakistán. En los ocho años de la dictadura del General Pervez Musharraf, Estados Unidos y el ejército paquistaní lucharon contra los talibanes en las regiones tribales de Pakistán. Sólo ocasionalmente se informó “oficialmente” de los combates. Se negó el acceso al área a medios de comunicación independientes. Muchos corresponsales locales fueron asesinados en circunstancias sospechosas. Había una razón sencilla de que Musharraf fuera el niño consentido de Occidente: cumplía. Él y el ejército paquistaní entregaron varios de los miembros más buscados por Estados Unidos: Khalid Sheikh Mohammed, egipcios, yemeníes, sauditas y demás. Sin embargo, para los paquistaníes el régimen marcial de Musharraf castró las libertades civiles, presionó a los medios de comunicación siempre que le desagradara su contenido editorial, aumentó enormemente la injerencia de los servicios de inteligencia en la política, e hizo caso omiso de los genuinos reclamos de un pueblo desprotegido. Ocho años y muchos miles de millones de dólares después, los talibanes paquistaníes se apropiaron de la región de Swat, sembrando el terror en el distrito vecino de Buner y generando alarma y consternación en el resto de Pakistán. El Pakistán post-Musharraf es una democracia más bien frágil. Incluso hoy, la prioridad del gobierno sigue siendo matar y bombardear. No hay esfuerzos genuinos por dar normalidad política a las áreas afectadas, ni comprensión de lo que implica la democracia. Ni siquiera hay dinero para equipar a los hospitales de Peshawar y el resto de Pakistán con bancos de sangre y unidades de tratamiento de urgencia adecuadas, a pesar de la internación constante de víctimas de las bombas. El ejército paquistaní prefiere ser visto como el salvador del país en lugar de reconocer su propia miopía y dejar en claro si ha decidido cambiar de rumbo y obedecer la constitución. Mientras tanto, siguen en pie muchas preocupaciones e interrogantes: ¿podrán los desplazados internos regresar a casa y –a pesar de las incontables tumbas cavadas apresuradamente, que parecen cicatrices en su bello paisaje- continuar sus vidas? ¿Se darán cuenta finalmente los partidos políticos de que deben dejar de mirar a Estados Unidos y comenzar a dar más respuestas a su propio pueblo? Sin embargo, las preguntas más importantes son estas: ¿habrá más claridad sobre cuál es el rostro del enemigo?, ¿quién está dando armas y dinero a los talibanes? y ¿los bombardeos del ejército pondrán fin realmente a la guerra? DIE WELT. 26-6-2009

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