Las tropas norteamericanas empiezan a retirarse de Irak

Sacar las botas del fango movedizo

Comienza la retirada de las tropas de Irak. Tal y como anunció Barack Obama nada más tomar posesión de su cargo, el ejército norteamericano efectuará un repliegue ordenado que finalizará, según el plan establecido, a finales de 2011. No es una concesión al paí­s árabe, sino una necesidad de la superpotencia, que ha de concentrarse en frentes sumamente más vitales como el de Afganistán-Pakistán y no puede permitirse el agujero negro de recursos militares que supone el pantano iraquí­. Sin embargo, aunque las autoridades militares norteamericanas insisten en que la preparación de las fuerzas de seguridad iraquí­es permite efectuar la retirada sin que el paí­s degenere en el caos, la reciente y sangrienta ola de atentados -más de 250 muertos en poco más de una semana- pone en tela de juicio tal afirmación.

En realidad el reliegue –o una reordenación de fuerzas preparatoria- ya había comenzado. Desde enero, el Pentágono ha clausurado unas 150 bases militares, dejando unas 300 en todo el país. Pero ahora comienza la retirada de las tropas, la verdadera prueba de fuego para Washington. La retirada, lógicamente, se hará de forma escalonada y ordenada. El grueso de las tropas –unos 130.000 soldados- todavía estará acantonado en Irak hasta septiembre, aunque la mayoría se concentrarán en puestos alejados de las ciudades. Otros, la minoría, seguirán en las áreas urbanas cumpliendo tareas de adiestramiento y formación de las fuerzas armadas iraquíes. El general David Petraeus, comandante de las tropas norteamericanas en Oriente Medio, afirmó que habrá centros de coordinación en Bagdad, en Mosul, al norte del país, y en Basora, el puerto del sur del país, por donde habrán de salir la mayoría de las fuerzas. En esos centros el ejército compartirá información de inteligencia militar con los iraquíes hasta que abandonen finalmente el país. El Ejército norteamericano lleva años trabajando en la tarea clave de la que depende el éxito del repliegue: la formación de unas fuerzas armadas iraquíes capaces de contener a las distintas facciones de la insurgencia, y fuertemente vinculadas orgánicamente a los centros de poder de la superpotencia. El general Raymond Odierno, comandante a cargo de la misión de la retirada ordenada, ha declarado estar convencido de la capacidad del ejército y la policía iraní para desempeñar estas tareas: “Creo que están listos. Se han estado preparando para este momento desde hace mucho tiempo. La situación es segura”, ha dicho para una entrevista en la CNN. Y ciertamente el nivel de violencia en Irak había descendido significativamente en los últimos tiempos, hasta el punto que el Pentágono había tomado como modelo la exitosa fórmula de Irak para exportarla a la formación de batallones cipayos en Afganistán. Pero desde principios de primavera, los atentados y la violencia desestabilizadora han vuelto a en tela de juicio la sostenibilidad de Irak. En el mes de abril, dos coches bomba asesinaron a 52 personas, y poco después dos mujeres suicidas mataron a 60 fieles en un templo chií, al hacer explotar la carga que llevaban adosada bajo los ropajes. En poco más de diez días, varios atentados han acabado con la vida de 250 personas. En uno de ellos –uno de los ataques más cruentos desde hace mucho tiempo- al menos 72 personas murieron y otras 127 resultaron heridas al estallar una moto-bomba en un popular y concurrido mercado de Ciudad Sáder, un barrio chií de la capital iraquí.Esta cruenta ola de violencia sectaria no parece ser suficiente para cambiar la hoja de ruta del Pentágono, y el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de EE UU, Michael Mullen, se refirió a ella con el habitual lenguaje de los militares, repleto de asépticos eufemismos: “Hay ciertos extremistas que tratan de llamar la atención y oscurecer el progreso que se está haciendo en Irak, tras un par de ataques de perfil alto realizados en contra de civiles inocentes”, dijo Mullen. Pero ya veremos si la obstinada capacidad del pantano iraquí para empeorar lo que no parece más empeorable supera todas las pulcras previsiones de los generales del Pentágono.

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