Año Picasso

Retorna Picasso con sonrisa de eternidad

Toda santidad es más o menos española: si Dios fuera cíclope, España le serviría de ojo (E.Cioran)

Una mañana en la embajada de EEUU en Madrid me negaron el visado para entrar en Puerto Rico, mi status de pintor me hacía sospechoso pues podía quedarme a vivir en cualquier país, así me dijo el funcionario de la embajada, cosa cierta por otra parte pero que no era mi intención. Salí con la negativa y caminé hacia el Museo del Prado, me senté en la sala de entrada principal en un amplio y cómodo sofá y frente a mí descubrí como si de una burla del destino se tratara, un gran lienzo que se titulaba «La liberación de Puerto Rico”. De esta experiencia me recuperé constatando luego lo descrito al inicio, pues de ahí me fui al Museo Reina Sofía donde como todos saben está el cuadro sobre Guernica, que de entre la gama de grises está el rojo sin estar presente, da testimonio de la muerte y el horror de la guerra, y por supuesto, de la genialidad de Picasso.

La libertad es el antónimo de los hábitos agradables y es esa libertad la que nos muestra Picasso en su camino por el arte, quizás por esa razón periódicamente lo ponen en cuarentena. El arte en ocasiones muestra lo feo para despertar el sentimiento de lo bello y he aprendido con el tiempo a descubrir en ello una condición profundamente humanista en estos artistas.

Frente al Guernica de Picasso se siente la presencia de un color que no está, el rojo.

No fueron las muchas y variadas formas de pintar que desarrolló, sino el pozo de conocimiento adquirido desde el punto lejano donde dio comienzo a su camino como artista, y por donde viajó a espacios cada vez más abiertos que rebozaron todo, el posible motivo inmediato en la pintura de disfrute estético o el evidente juego, y también otro más profundo para meditar, la necesidad enriquecedora para todo artista de poder mirar desde la periferia, como lo hizo él durante gran parte de su vida en medio de situaciones extremas como la pobreza material o la guerra y que fueron momentos en los que pintó sin parar y así dejar testimonio de su tiempo, al que todo artista se debe. Picasso quita velos en su pintura y muestra así el rastro claro de su mano a través del cual llega a una verdad pictórica que lo trasciende. Su mano de pintor que se apoya, traza y mueve con todo su cuerpo, no busca contar, nos remite no al origen sino a ese cuerpo que late. Alcanza siendo ilegible aparecer en toda su verdad y así de un solo golpe, la utopía de lo universal. Parafraseando a Cioran sobre el genio, la inspiración anómala de Picasso surgía de un alma más vasta que el mundo Es perfectamente aplicable en sus pinturas esa máxima de Schopenhauer de que frente a un cuadro hay que estar en silencio, esperando a que hable. Son procesos vivos y por tanto todo lo que podamos decir de ellos es subjetivo. No quiere decir esto que tengan la última palabra, esas consecuencias se sitúan precisamente fuera del arte.

La inspiración anómala de Picasso surgía de un alma más vasta que el mundo

Cuando yo era adolescente, en el museo de bellas artes de la Habana escuchaba a las especialistas del Museo explicar a los visitantes frente a cuadros de pintores concretos (recuerdo especialmente las pinturas de Portocarrero) teorías diversas del porqué del uso específico de algún color que dominaba aquellos cuadros, y en secreto creía que era más sencillo de lo que decían, pensaba simplemente que no tenían otros colores en el momento de la ejecución de las obras. Fue a través de Picasso que confirmé que estaba en lo cierto, conociendo mediante su historia cómo en momentos de limitaciones materiales resolvía sus cuadros con economía de medios.

La deuda pictórica con Picasso es inmensa. Abrió el camino para que la pintura tendiera puentes de comunicación sin límites y así comprender la importancia del Arte como pilar vertebrador de los individuos en la sociedad. Sus obras convocan a buscar posibles nuevos caminos en los que exista la posibilidad de reconocernos todos.

La identidad pictórica de Picasso se ha ido desplazando; pero esta fuga es hacia lo infinito de su lenguaje que lo constituye, es el sistema de su obra en todas sus variaciones de las que somos deudores, porque Picasso en el arte lo hizo todo.

Por cierto mi exposición en la Galería espacio 304 de Puerto Rico se hizo y el galerista hábilmente supo aprovechar para bien el hecho de que me negaran el visado para estar presente.

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