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Repsol debe jugar la carta china

elmundo.es

Argentinos, españoles e ingleses. Sus historias se entretejen mucho más estrechamente de lo que parece. En 1806, el coronel Beresford, al frente de un regimiento de Highlanders, capturó Buenos Aires. Fue una rendición vergonzosa. El virrey Sobremonte había pedido ayuda a la Península, que era presa del caos. No le enviaron refuerzos, pero le sugirieron que armara a los criollos, mas el sevillano desconfiaba de éstos. Sobremonte acabó refugiándose en Córdoba con el tesoro del virreinato. El francés Liniers y el alavés Martín de Alzaga, un personaje de novela, hicieron frente a los ingleses.La marca España, por usar un concepto actual, quedó profundamente tocada con este episodio. Las provincias del Río de la Plata acabarían independizándose en 1810.En Repsol dicen que no entienden adónde quiere llegar el Gobierno de Cristina Kirchner. Ésta se queja de la falta de inversiones. Dice que Argentina no puede volver al virreinato, donde los españoles «se lo llevaban todo», como Sobremonte y el tesoro.Pocos historiadores debe tener Repsol en su plantilla. Uno sabio les hubiera desaconsejado adquirir YPF en 1999 o armarse de paciencia si lo hacían. El peronismo no sólo es una categoría que puede albergar en su seno desde un liberal como Menem hasta un trotskista como el actual viceministro de Economía, Axel Kicillof (siempre que sean suficientemente populistas), sino que es una fuerza política similar al nacionalismo, más sentimental que ideológica, más visceral que racional. Si alguien pensaba que iba a poder gestionar con criterios privados YPF (el origen de las siglas se ha perdido en el tiempo: Yacimientos Petrolíferos Fiscales), la gran petrolera pública fundada en 1922 que fue modelo para América Latina, lo primero que tendría que haber hecho es cambiarle el nombre.Desde que Menem la vendió a Repsol, la estrategia de un sector del Gobierno argentino no ha sido otra que intentar recuperar su control. A los Kirchner no les bastó con el poder de veto de la acción de oro del Estado, así que consiguieron en 2007 que se diera entrada a la familia Eskenazi, que controla el 25,4% del capital de YPF.Cuando parecía que la sociedad estaba encarrilada, las cosas se han vuelto a complicar. El objeto de la discordia se llama Vaca Muerta, un gigantesco yacimiento de petróleo y gas de 30.000 kilómetros cuadrados, de los que YPF tiene derechos sobre unos 12.000. El problema es que se trata de hidrocarburos situados en la roca madre, a gran profundidad, y sus costes de extracción con la técnica shale gas & oil multiplican por 10 los del petróleo o gas superficial. Se estima que YPF necesitará unos 22.000 millones de euros para desarrollar Vaca Muerta en la próxima década.Para Argentina es una prioridad nacional que se inicien esas inversiones. Se estima que en 2012 tendrán que gastar 9.000 millones de dólares en importaciones energéticas. Para un país que presume de tener petróleo y gas a espuertas, este desequilibrio en su balanza energética es una humillación tan grande como que los soldados ingleses se enseñoreen por Buenos Aires.Aparentemente Repsol no está en posición de iniciar esas cuantiosas inversiones. Lo que no se entiende es por qué Antonio Brufau no ha repetido la brillante jugada que hizo en Brasil cuando en 2010 se alió con la china Sinopec para unir fuerzas en la explotación de los yacimientos de aguas profundas. Entonces, la petrolera china inyectó 7.100 millones en Repsol Brasil. Dar entrada en Vaca Muerta a los chinos, que son los únicos en el mundo que tienen liquidez suficiente, sería una jugada maestra.Recientemente un diplomático sudamericano me comentaba que España sigue siendo incapaz de explotar su posición de broker mundial de Hispanoamérica. Los inversores chinos tienen un gran interés en la zona, pero han vivido malas experiencias. En ocasiones les han estafado, aprovechándose de las diferencias culturales. Con su enorme sentido práctico, han buscado a ver quiénes han tenido éxito al invertir allí. Y un nombre destaca sobre los demás, el de España, a quien consideran un modelo inversor de éxito en la región. Por esta razón, están dipuestos a asociarse con las compañías españolas para desarrollar proyectos conjuntos.

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