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Rajoy dice «no» a Mas: y ahora, ¿qué?

Mariano Rajoy ha dicho «no» a Artur Mas. Un no educado, respetuoso, pero un no que no deja lugar a dudas, devuelve la pelota al tejado de la Generalitat y abre un escenario político de enorme incertidumbre.

Rajoy no podía hacer otra cosa. En su respuesta al president de la Generalitat afirma: «Este compromiso de diálogo adquiere su verdadero sentido desde la exigible lealtad institucional y desde el respeto al marco jurídico que a todos nos protege y nos vincula, en especial a quienes ejercemos responsabilidades de gobierno».

La carta enviada ayer respondía a la remitida por Artur Mas el pasado 26 de julio, en la que éste solicitaba «la celebración de una consulta al pueblo catalán». La contestación se produce tres días después de la celebración de la Diada, que ha sido considerada por la Generalitat como un hito en la reclamación de independencia por parte de los ciudadanos de Cataluña.

Dicen en el Gobierno que a la cadena humana del pasado miércoles fue menos gente que a la manifestación de Barcelona del año pasado. Es una forma de consolarse.

Rubalcaba, por contra, cree que las cosas han ido a peor en Cataluña y que seguirán yendo a peor si el Gobierno no hace algo para contentar la demanda independentista a la que cada día se suma más gente.

El problema de fondo es que en Cataluña la opción que recibiría más votos, hoy por hoy, es ERC, y nada hace pensar en un cambio de tendencia, sino todo lo contrario.

¿Qué margen tiene el Gobierno para evitar una ruptura unilateral por parte de Cataluña? «La cuestión», responde una fuente oficial, «es que para contentar a los independentistas ya no es suficiente un cambio en el modelo de financiación o un compromiso para invertir más en infraestructuras».

El pesimismo sobre la cuestión catalana se ha instalado en La Moncloa. Tan sólo se confía en que el tiempo vaya enfriando el ardor de la Diada e insufle algo de sensatez en la Generalitat.

«Rajoy está dispuesto a ayudar a Artur Mas, si es que Artur Mas quiere dejarse ayudar. Mas se ha metido en un lío del que no sabe cómo salir», señala una fuente cercana al presidente.

«Nada va a mover al presidente de ese marco y, desde luego, ni se plantea la posibilidad de abrir el melón de la reforma constitucional, como pide Rubalcaba», señala la misma fuente.

La cuestión es que ahora en España hay un porcentaje mayor entre los ciudadanos que quiere cambiar la Carta Magna, que lo que reclama no es precisamente un modelo federal, sino todo lo contrario: establecer una recentralización de competencias y recortar poder a las autonomías.

Abrir el debate de la reforma constitucional seguramente no arreglaría la cuestión catalana (porque los independentistas lo que quieren es la independencia y punto) y, por contra, generaría una división ideológica en toda España respecto al modelo territorial.

No hay ni la más mínima posibilidad de que Rajoy acepte una redefinición del modelo territorial (las declaraciones de García-Margallo son consideradas en Moncloa como simples margalladas). La posición del presidente es nítida: «Diálogo, pero respetando las leyes. El Gobierno recurrirá todo aquello que considere que se sale de la Constitución. Ya lo hizo recurriendo al TC de la declaración soberanista aprobada en enero por el Parlament y lo volverá a hacer ante cualquier eventualidad similar».

Incluso no se descarta que Mas, forzado por Junqueras, convoque un referéndum para antes de las elecciones de 2016. Si así fuera, se produciría un auténtico choque de trenes institucional y estaríamos ante la situación más difícil a la que haya tenido que hacer frente de la democracia española desde el golpe de Tejero.

Pero en Moncloa se pide paciencia. «Demos un poco de tiempo al tiempo. La semana pasada hablábamos de la rectificación de Mas y ahora parece que su única opción es la independencia. Veremos lo que ocurre dentro de unos días o semanas», aconseja la fuente.

«El problema», según un miembro del Gobierno, «es la situación del PSOE/PSC. Si los socialistas estuvieran en una posición firme de defensa de la Constitución y contra la consulta, todo sería más fácil, pero al mantener como propuesta el derecho a decidir, dan alas al independentismo».

¿Existe alguna posibilidad en el actual escenario político de pinchar la burbuja de ERC? En estos momentos, eso es muy difícil. Los republicanos han aprendido de la experiencia. En 2003 obtuvieron su mejor resultado electoral (16,4% de los votos) y aceptaron entrar en el Govern con el PSC y con ICV, el tripartito.

El desgaste de estar en ese desastroso gobierno lo pagó ERC con una caída al 7% en los comicios de 2010. De ahí, los republicanos pasaron al 13,7% en las autonómicas del año pasado, logrando 21 escaños y situándose como segunda fuerza por delante del PSC.

En estos momentos, todas las encuestas dan a ERC como partido más votado en Cataluña.

El problema es que, poco a poco, y al margen del número de manifestantes, la desafección hacia España va calando en Cataluña. Ése es un dato real.

El Gobierno tiene poco margen de maniobra porque el Estado en Cataluña es la Generalitat, que hace constante agit prop contra España e impulsa el movimiento independentista política y financieramente.

El PP está recluido y tiene una presencia mínima en la sociedad. La decisión de Alicia Sánchez Camacho de quedarse en su casa el pasado 11 de septiembre es todo un símbolo de ese aislamiento.

La mayoría de los medios de comunicación respalda la consulta y los empresarios, aunque asustados, guardan silencio.

¿Hay entonces alguna posibilidad de reconducir la situación? A corto plazo, no. La solución debería gestarse desde dentro de Cataluña y allí el único aliado con el que parece contar el Gobierno es Duran Lleida. Movilizar a la sociedad catalana que se quedó en casa el pasado día 11 parece imposible. Tal vez sea ya demasiado tarde para intentarlo.

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