Garzón apunta a las finanzas del PP

Rajoy desnudo ante el espejo

La baterí­a de contraataques dispuesta por el PP contra la investigación de la trama de corrupción gestada en las entrañas de su dirección se queda sin munición. Una vez dimitido Bermejo, la querella contra Garzón es pólvora mojada. Rajoy se queda desnudo y tendrá que moverse rápidamente en otra dirección si quiere tapar las vergüenzas del PP.

La mejor defensa es un buen ataque. Esta es la estrategia que durante las últimas semanas ha seguido el PP ara defenderse de las filtraciones del sumario sobre la trama de corrupción organizada en su seno y vinculada a la dirección nacional o regional. El problema es que el ataque, más que bueno, es de corto aliento. Tras la dimisión de Bermejo, al PP sólo que queda la acusación contra Garzón por prevaricación. Querella que la próxima semana dejará de tener sentido cuando el caso pase bien al Tribunal Supremo, bien a los Tribunales Superiores de Madrid y Valencia. Y aún antes de que esto ocurra, un nuevo problema viene a añadirse a los anteriores. La presunta implicación del tesorero nacional, elegido directamente por Rajoy en 2005. Y, si los datos en que está basada son ciertos y comprobables, la acusación cambiaría su punto de mira. Dejaría de apuntar hacia un grupo de arribistas corruptos gestados a la sombra de la anterior dirección nacional para dirigirse directamente hacia la estructura general de financiación del PP. Y eso ya son palabras mayores. Al margen de la indefensión en que, efectivamente, se encuentra el PP (puesto que es acusado a través de filtraciones a la prensa sin que el perjudicado pueda tener acceso al sumario) e independientemente de la mayor o menor participación del PSOE en la investigación y la utilización del asunto (y que debe ser aproximadamente la misma que el PP hizo de casos como los GAL o Filesa), la cuestión que Rajoy no puede seguir aplazando indefinidamente es la de hacer frente a la realidad que emerge de lo que se sabe sobre el sumario. Y deberá hacerlo rápidamente, si no quiere que el pasado episodio de la guerra de espías desatado en Madrid se convierta en un juego de niños comparado con la “noche de los cuchillos largos” que se puede desatar en el PP a raíz de este asunto. Si a un liderazgo dubitativo, una línea todavía en constitución y un equipo dirigente joven y sin experiencia se le suma una mala gestión a la hora de hacer frente y dar respuesta al lodazal que se adivina en el sumario, el cóctel (explosivo) está servido. Haría bien Rajoy en olvidarse de Garzón y mirar más lo que tiene dentro.

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