Feijóo ha adelantado el Congreso del Partido Popular para el mes de julio. El líder de la derecha dice querer «estar listo» ante una eventual convocatoria electoral, y convoca un «cónclave» que tendrá carácter extraordinario pero aprobará una ponencia ideológica.
A diferencia de los celebrados en 2018 -para elegir líder tras la moción de censura y la dimisión de Rajoy- y el de 2022 -para ungir a Feijóo tras las mil puñaladas y la defenestración interna de Pablo Casado- en este congreso la figura de Alberto Núñez Feijóo no parece estar disputada. Sin embargo, eso no significa que dentro del Partido Popular no existan varias líneas políticas -que conviven, con momentos de tensión- acerca no sólo de cómo derrotar al PSOE y volver a la Moncloa, sino qué postura tomar ante temas tan candentes como la relación con la ultraderecha o con el inquilino de la Casa Blanca.
En un alarde de originalidad, o quien sabe si inspirado por el Espíritu Santo, el líder del Partido Popular ha tirado de comparaciones vaticanas para anunciar el Congreso. “Vamos a pasar del cónclave del Papa al cónclave del PP”. Feijóo quiere que el PP esté listo ante “un nuevo ciclo electoral a punto de arrancar”. De entrada las elecciones en Andalucía y Castilla y León -dos feudos populares- son en el primer semestre de 2026, pero Génova confía en complicar lo suficiente la vida al gobierno de coalición -que no ha logrado presentar Presupuestos Generales- como para que Sánchez se vea obligado a convocar las generales.
Por otra parte, el PP tiene que encontrar una discreta solución al marrón de la Comunidad Valenciana: cómo quitar de en medio al activo tóxico que es Carlos Mazón… sin que se sienta como una victoria de la izquierda, y como un signo de debilidad de los populares valencianos.
En esta ocasión el Congreso tendrá carácter extraordinario y además del reparto orgánico de sillas, se abrirá el melón del debate de ideas. Y es aquí donde quizá podamos ver las dos «líneas» que, a grandes rasgos, viven hoy en el Partido Popular con Feijóo como árbitro entre ambas.
Por un lado es significativo que Feijóo haya encargado la ponencia ideológica a Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, el barón territorial que más firme terreno pisa. Moreno Bonilla representa al PP más centrado y pragmático, más heredero de la etapa de Rajoy. Un PP al que no le tiembla el pulso a la hora de ejecutar recortes en políticas sociales, privatizaciones o regalos a bancos, monopolios y capital extranjero, pero que rehúye mezclarse con el bronco y tóxico discurso de la ultraderecha.
Este PP está convencido que la batalla con el PSOE se libra por el centro, y que las estridencias sólo conseguirán el billete para estar otros cuatro años en la oposición ante un Sánchez que se atiene al manual de resistencia, y que sabe movilizar al electorado progresista ante el miedo a la ultraderecha o a una derecha demasiado parecida.
En el lado opuesto del ring de Génova tenemos al PP que representa Ayuso. El PP más trumpista, más adicto al barro, al cuerpo a cuerpo, al griterío y a la tensión, y también a la posverdad y a la batalla cultural. El PP que no hace ascos a asociarse con Vox si es necesario, incluso a mimetizar su discurso con los de Abascal, no sólo para recuperar votantes por la derecha, sino para comprar acciones de Trump SA en la esperanza de que eso sume puntos en su camino hacia la Moncloa.
En medio de ambos extremos están figuras como Feijóo, que no se sabe si va o viene. Pero también otras menos ambiguas como Aznar, que si bien puede parecer que se alinea -por su beligerancia hacia Sánchez- con los postulados de Ayuso, ha declarado su animadversión hacia Trump y lo que representa.
¿Cuál de estas versiones del PP saldrá reforzada del Congreso de julio?