El canciller israelí­ acusado de soborno y blanqueo de dinero

¿Quién puede juzgar a Lieberman?

Ha sido interrogado muchas veces por la policí­a, pero nunca acusado de nada, ni mucho menos como ministro de Exteriores. Avigdor Lieberman, lí­der del partido de extrema derecha Israel Beitenu -principal socio del Likud en el nuevo gobierno Netanyahu- pasó ayer siete horas declarando ante la policí­a israelí­ bajo la acusación de soborno, blanqueo de dinero y abuso de poder. ¿Estamos ante un sí­ntoma de salud y fortaleza de la democracia israelí­, capaz de investigar a uno de los principales ministros del gobierno nada un dí­a después de jurar el cargo?

Las declaraciones de ayer de Lieberman, dando or enterrado en tratado de Annápolis nada más tomar posesión de la cartera de Exteriores, no sólo han agriado el gesto de los palestinos, que no esperaban otra cosa del líder de uno de los partidos más intransigentes e incendiarios del arco parlamentario israelí. Lieberman hizo campaña con el lema "sin lealtad no hay ciudadanía", exhortando a expulsar de Israel a todos aquellos ciudadanos árabes-israelíes (el 20% de la población) que no juraran lealtad al Estado. Convencido partidario de derrocar a Hamás invadiendo de nuevo Gaza si es preciso, ayer dijo que Anápolis, que implica la solución de los dos Estados –y por tanto la creación de uno palestino- era algo que nunca ha refrendado la Knesset, y que por tanto era papel mojado.El portavoz del departamento de Estado no mentó a Lieberman, pero la administración Obama es tajante cada vez que habla del conflicto palestino-israelí: los intereses y el diseño de Washington para Oriente Medio, en un momento donde se juegan la retirada de Irak, el compromiso con Irán y sobretodo el refuerzo de Afganistán, pasan necesariamente por la solución de los dos Estados, por la creación de un Estado palestino –convenientemente controlado e intervenido-. Obama apuesta por Annápolis y la Hoja de Ruta y punto.Es pasmoso ver cómo los medios de comunicación no relacionan siquiera ambos asuntos, pero quien quiera entender en clave interna israelí –o como un síntoma de la independencia de la Justicia hebrea- el interrogatorio del incendiario ministro de Exteriores, no entiende nada. Y más en un país donde la hipertrofia de los aparatos estatales es desmesurada, y donde la vinculación orgánica de las entrañas del Estado a los centros de poder del hegemonismo norteamericano es un rasgo congénito, consustancial con Israel desde que nació.En los bajos fondos del Estado de Israel se libra hoy una batalla gigantesca, entre los grupos vinculados a los sectores de la oligarquía norteamericana más furibundamente opuestos a la política internacional de Obama –Estado palestino, mano abierta hacia Irán- y aquellos grupos cuya fidelidad hacia Washington incluye también alinearse con la línea actual de la Casa Blanca, aunque eso signifique hacer concesiones al eterno enemigo árabe. No será la primera vez que desde el propio Estado de Israel se desestabilice el gobierno de extrema derecha de Tel Aviv. Para la Casa Blanca hay demasiado en juego para permitir que un grupo de sionistas incendiarios e intransigentes –respaldados por conexiones poderosas en Washington- dinamiten la precaria situación para la superpotencia en una de las zonas más explosivas del mundo. Cada miembro del gabinete Netanyahu debería tomar nota y buscarse un buen abogado.

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