¿Quién es una superpotencia delincuente, tú o yo?

«Las acusaciones de algunos de que China se está convirtiendo en «una superpotencia económica delincuente, poco dispuesta a respetar las reglas establecidas» no sólo son absurdas, sino también aviesas. Que la acusación provenga de un experto de Estados Unidos — un paí­s que ha dado origen y le ha sacado el máximo de provecho a la infame polí­tica exterior de la «zanahoria y el garrote»-, suena a sarcasmo en muchos oí­dos»

¿Y no fue acaso el muy “confiable” régimen en Washington el que inventó la “doctrina Monroe”, como instrumento aropiado para someter a los ingobernables, declarados tales según las reglas del juego? ¿No se estremecen los pequeños e impotentes en el mundo después de ver cómo se cambian violentamente los regímenes, de Yugoslavia a Irak? ¿Es preciso mencionar la guerra económica lanzada por Estados Unidos? ¿Además de Cuba, cuántos países permanecen incólumes ante los embates de los embargos comerciales “omnipotentes” del tío Sam y su lista negra financiera? (DIARIO DE PUEBLO) THE WALL STREET JOURNAL.- La situación está candente. Mientras los ministros de Economía y los banqueros centrales del G20 se reúnen en Corea del Sur antes de la gran cumbre, el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, afirma que el mundo necesita "un gran acuerdo" para no caer en el proteccionismo. Nadie espera grandes cambios en Seúl, pero los dirigentes públicos deben centrarse en cuatro áreas clave. El asunto más importante son los tipos de cambio. Esto va mucho más allá de las críticas de EEUU a la devaluación china del yuan. China. Diario del Pueblo ¿Quién es una superpotencia delincuente, tú o yo? Li Hong Tras más de 30 años de esfuerzos denodados, China disfruta hoy de mejores condiciones materiales y, en consecuencia, ejerce un mayor grado de influencia. Pero el país, nuevo líder en la economía global, no se duerme en los laureles de la recién adquirida prominencia, como tampoco se vale de su poderío económico para amenazar a otros, especialmente, a los pequeños y débiles. Las enseñanzas de Confucio han arraigado en nuevas generaciones de chinos, inculcándoles la discreción y la modestia, dos virtudes ajenas a las poses de perdonavidas. De ellas deriva la enseñanza de que la paz es lo más precioso. Solamente cuando China se vea agredida por las potencias más ricas y poderosas, o por sus peones y lacayos, se verá forzada a utilizar sus influencias y responder en condición, hasta que el agresor sienta el dolor. Las acusaciones de algunos de que China se está convirtiendo en “una superpotencia económica delincuente, poco dispuesta a respetar las reglas establecidas” no sólo son absurdas, sino también aviesas. Que la acusación provenga de un experto de Estados Unidos — un país que ha dado origen y le ha sacado el máximo de provecho a la infame política exterior de la “zanahoria y el garrote”-, suena a sarcasmo en muchos oídos. Sin precondiciones, China ha otorgado numerosas ayudas a través de los años, según sus posibilidades financieras, a los países más pobres del Tercer Mundo, sobre todo en África. Queda más que claro que China no se pliega a las reglas occidentales, que catalogan a los gobiernos según argumentos políticos. Pero gracias a las ayudas de China y sus inversiones, han mejorado las condiciones de vida de decenas de millones de personas. A cambio, China ha ganado más amigos, a pesar de que estos siguen siendo relativamente pobres aún hoy. A los ojos de esa gente, el ascenso de China no implica que el país se convierta en “delincuente”. El profesor Paul Krugman publicó un artículo esta semana en el diario The New York Times, con el título de “Raro y absurdo”, abordando el caso de la supuesta restricción de China a sus ventas de minerales de tierras raras a Japón, como consecuencia del arresto el mes pasado del capitán de un pesquero chino por guardacostas niponas, en aguas territoriales de China. Japón sólo liberó al capitán después de que la tensión llegara a su punto de ebullición, propinando un golpe potencialmente demoledor a las relaciones bilaterales, incluyendo el comercio. El Sr. Krugman le dio un tirón de orejas a los diseñadores de políticas de EEUU por no haber hecho nada “mientras un régimen poco confiable se hacía con el dominio de materiales clave”. No contento con lo dicho, agregó que el diferendo entre Beijing y Tokio mostró a “un peligroso Gobierno chino presto a desenfundar las armas de una guerra económica a la más leve provocación”. Las acusaciones se pasaron de rosca. Al final, el laureado Nobel indicó que las “potencias económicas importantes, concientes de lo que tienen en juego en el sistema internacional, suelen pensarlo dos veces antes de acudir al recurso de la guerra económica, incluso frente a una grave provocación.” Eso suena demasiado autosuficiente. Sólo mencionaré el comentario en línea de un lector estadounidense, quien se granjeó la aprobación mayoritaria de los internautas participantes. “¡Ja!.. como si nosotros no hubiéramos emprendido una guerra económica contra una pequeña isla al sur de la Florida, que no es ninguna amenaza (a los Estados Unidos)…” este comentarista lo dijo todo. ¿Y no fue acaso el muy “confiable” régimen en Washington el que inventó la “doctrina Monroe”, como instrumento apropiado para someter a los ingobernables, declarados tales según las reglas del juego? ¿No se estremecen los pequeños e impotentes en el mundo después de ver cómo se cambian violentamente los regímenes, de Yugoslavia a Irak? ¿Es preciso mencionar la guerra económica lanzada por Estados Unidos? ¿Además de Cuba, cuántos países permanecen incólumes ante los embates de los embargos comerciales “omnipotentes” del tío Sam y su lista negra financiera? Aún pasados más de 20 años desde 1989, EEUU sigue rechazando levantar el abarcador embargo tecnológico contra China. ¿Quién está a punto de desatar una guerra monetaria global, cuya inminencia preocupa ya a tantos? Apuesto a que Beijing intentará por todos los medios mantener estable su moneda, para bien del mundo, aunque el dólar siga en picada. China debe continuar exportando los minerales de tierras raras, que son cruciales para la producción de muchos productos modernos, incluyendo coches más ecológicos que no dañen el medio ambiente. Pero si alguien elige la vía de la confrontación, tratando de poner a China contra la pared, debe saber que el país estará presto a salir de la encerrona. Y para ello acudirá a cuanta influencia tenga a mano DIARIO DE PUEBLO. 22-10-2010 EEUU. The Wall Street Journal La poco envidiable tarea del G-20 Richard Barley La situación está candente. Mientras los ministros de Economía y los banqueros centrales del G20 se reúnen en Corea del Sur antes de la gran cumbre, el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, afirma que el mundo necesita "un gran acuerdo" para no caer en el proteccionismo. Nadie espera grandes cambios en Seúl, pero los dirigentes públicos deben centrarse en cuatro áreas clave. El asunto más importante son los tipos de cambio. Esto va mucho más allá de las críticas de EEUU a la devaluación china del yuan. En general, las divisas de los mercados emergentes están siendo depreciadas un 31% de media según los medidores del FMI, señala JP Morgan. También hay tensiones entre los competidores comerciales como Japón o Corea, que ha intervenido para contener el won tras una caída del 40% respecto al dólar. Es necesario abordar multilateralmente una reforma de las divisas. Pero, ¿cómo se puede conseguir esto sin provocar la desestabilización de los flujos de capital? En segundo lugar, los países emergentes deberán esforzarse más para estimular la demanda doméstica, permitiendo que los desarrollados incrementen sus exportaciones, lo que es crucial para reducir los desajustes en la balanza comercial. Unos mayores tipos de cambio son claramente parte de la solución, pero los legisladores occidentales también querrían ver cómo los emergentes avanzan en su cultura del ahorro, lo que incluiría la creación de tejidos sociales seguros en Asia para reducir el deseo de ahorrar. Los emergentes también necesitarían aumentar el acceso a bienes y servicios extranjeros a sus mercados domésticos. El tercer aspecto es que el mundo debe reducir su dependencia del dólar. Los flujos oficiales hacia los bonos del Tesoro de EEUU siguen siendo altos, lo que significa que no hay una presión sobre el país para que reduzca su déficit, una fuente potencial de desequilibrios. Pero esto es muy difícil, y no sólo para EEUU. Los emergentes tienen un gran interés en que se mantengan las enormes reservas de dólares, que han sido unos bastiones esenciales para su rentabilidad financiera durante la crisis. Por último, algunos dirigentes querrían ver que nuevas normas se centrasen en las plusvalías y en los déficits como un método para reducir desequilibrios. Pero, tal como ha demostrado la crisis de la eurozona, dichos mecanismos no servirán de mucho a menos que sean totalmente inflexibles. ¿Cómo calibrar si esas plusvalías o déficits fomentan el desequililbrio? ¿Y cómo se puede obligar a los países a cambiar sus políticas cuando están disfrutando de los beneficios de un crecimiento a corto plazo? No existen respuestas fáciles a estas preguntas. Y lo que es peor: el espíritu que movió al G20 a reaccionar al unísono a la crisis en 2008 y 2009 puede haber desaparecido. En ese caso, los intereses nacionales e internacionales coincidieron. Ahora, la divergencia de objetivos dificulta un acuerdo. Pero sin avances, seguramente King tenga razón en su alerta sobre el proteccionismo. El riesgo no podría ser mayor. THE WALL STREET JOURNAL. 21-10-2010

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