El joven que destrozó la herrikotaberna de Lazkao se exilia de Euskadi por las amenazas de ETA

¡Que se vayan ellos!

Fascismo es que en Lazkao ETA destroce con una bomba la sede del PSE-EE, ejecutando el hostigamiento hacia los no nacionalistas. Fascismo es que se señale como «agresor» al joven trabajador que, tras ver su casa destrozada por la bomba y harto de la resignación impuesta a las ví­ctimas, destrozó con una maza la herrikotaberna donde se defiende públicamente a los terroristas. Fascismo es que los defensores y cómplices de ETA puedan llenar impunemente el pueblo de carteles donde se coloca una diana sobre la foto de la ví­ctima. Y luego puedan celebrar con naturalidad una manifestación donde se jalea a los terroristas que acaban de hacer explotar una bomba en el pueblo.

Fascismo es que este joven trabajador se vea obligado a huir de Euskadi ante las amenazas directas del entorno de ETA. Esto es fascismo. Y esto está ocurriendo hoy, en Euskadi, en un lugar de Esaña donde la libertad y la democracia están cercenadas por el totalitarismo étnico. ¡Basta ya!Emilio Gutierrez es un obrero de la fábrica de CAF en Beasain. Acababa de reformar su casa, situada justo encima de la sede del PSE-EE recientemente inaugurada en Lazkao. Todo su esfuerzo, todos sus proyectos familiares, fueron destrozados por la bomba de ETA. Tras la concentración de condena del atentado, Emilio no quiso adoptar la resignada postura impuesta durante décadas a las víctimas, obligadas a soportar, después de ser agredidas, la humillación y el hostigamiento. Emilio se rebeló. No quiso aceptar sumisamente las risas que le dirigían los miembros del entorno de ETA en el pueblo, no quiso resignarse a que en la herrikotaberna se jaleara públicamente a los mismos asesinos fascistas que habían destrozado su casa. Y cogió una maza… y destrozó la herrikotaberna. Pero en Euskadi, décadas de fascismo cotidiano han desfigurado la realidad, y lo admirable se presenta como despreciable. "Eso no se hace", "no se puede tomar la justicia por su mano", repiten políticos y medios de comunicación ante la acción de Emilio. ¿Qué debía de hacer entonces? ¿Conformarse con agachar la cabeza, convertirse en un apestado, aceptar resignadamente el papel adjudicado a las víctimas por el nacionalismo étnico, soportando pasivamente humillaciones, insultos, vejaciones? ¡Basta ya! La reacción de este joven trabajador es la respuesta natural de un organismo sano ante una agresión fascista. Lo que no es normal, lo que no es soportable, es aguantar que a los cómplices de ETA -integrantes, por cierto, de una organización que supuestamente está ilegalizada- se les permita llenar el pueblo de carteles donde llamaban fascista a Emilio, y le amenazaban con la diana que en Euskadi anticipa una sentencia de muerte. Lo que no es tolerable en una sociedad democrática es que los defensores de ETA puedan organizar una manifestación donde, tras haber colocado una bomba en el pueblo, se presenten como víctimas y ataquen e insulten a las auténticas víctimas del terror étnico. Lo que no podemos aguantar es que Emilio se haya visto obligado a abandonar el pueblo, refugiándose en Alicante, en la casa de su padre, un ex concejal del PSE-EE que también abandonó Euskadi harto del hostigamiento del entorno de ETA. Quienes se deben ir son ellos, los cómplices de la banda terrorista. El caso de este joven es una de las expresiones más puras del fascismo cotidiano que impregna como un líquido viscoso la vida diaria en Euskadi. Especialmente cuando, en los bares, al escuchar la noticia en la televisión, reconoces los signos de apoyo e identificación con Emilio pero contemplas el silencio y las miradas perdidas del miedo a no poder expresar libremente lo que se piensa íntimamente. Lazkao no es un pequeño pueblo gobernado por la doblemente mal llamada "izquierda abertzale". En Lazkao gobierna el PNV, el "nacionalismo moderado" de Ibarretxe. Cuando el alcalde del PNV condenó la bomba contra la sede del PSE, añadió que no se podía utilizar también "otra forma de represión", en referencia a la ilegalización del entorno de ETA. Está claro quien siembre el huevo de la serpiente.

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