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Mientras la atención internacional se centra en Oriente Medio, con EEUU e Israel bombardeando Irán mientras sigue el genocidio en Gaza, la Rusia imperialista de Putin continúa su criminal agresión sobre Ucrania. Moscú intensifica los bombardeos contra ciudades y objetivos civiles, mientras el presidente ruso exhibe su retórica groseramente expansionista. Ante una audiencia de palmeros, Putin contó una parábola que sostiene que allí donde un soldado ruso pone una bota, “es de Rusia”. “Todo lo de Ucrania nos pertenece”, dijo.
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Tras el contundente éxito de la «Operación Telaraña» por parte de Ucrania -a primeros de junio, más de cien drones ocultos durante un año en contenedores de transporte dentro de Rusia, fueron activados, atacando cinco bases aéreas y destruyendo más de 40 aeronaves, entre ellas el 34% de los bombarderos estratégicos rusos- Putin «descartó» un alto el fuego con Ucrania, y ordenó recrudecer las hostilidades en represalia, entre ellas los bombardeos sobre las ciudades del país invadido.
Desde entonces se ha producido algunos de los ataques contra objetivos civiles más mortíferos en muchos meses. Concretamente, Rusia ha lanzado desde entonces media docena de bombardeos -con varios cientos de drones o misiles- contra Kiev, Járkov, Jersón y otras diez ciudades ucranianas, resultando en cerca de 40 muertos y más de 220 heridos. Los objetivos alcanzados incluyen «objetivos militares» como… edificios residenciales, maternidades, centros educativos, naves industriales y estaciones de metro
Tras condenar el ataque norteamericano contra Irán y que Washington haya escogido como blanco infraestructuras civiles en Teherán y otras ciudades, Rusia ejecutaba nuevos bombardeos masivos sobre Ucrania.
Esta la habitual doble moral del Kremlin. Esta es la cínica voluntad de Moscú «por la paz».
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La parábola de la bota rusa
Animado por el actual inquilino de la Casa Blanca, que ha restablecido las relaciones con Rusia mientras mantiene un discurso groseramente imperialista, mostrando abiertamente su intención de apoderarse de Groenlandia o del Canal de Panamá, Vladimir Putin también muestra sin tapujos sus intenciones. Nunca las ha ocultado, sobre todo cuando habla para sus fieles, pero ahora que cuenta con la complicidad de Donald Trump, menos que nunca.
Durante un foro económico en su ciudad natal, San Petersburgo, y delante de un público de adeptos, formado por grandes empresarios y altos funcionarios, Putin volvió a subrayar uno de los elementos centrales del discurso ultranacionalista con el que viene justificando una invasión de Ucrania que ya dura más de 1.200 días.
«Ya lo he dicho muchas veces, considero que los pueblos ruso y ucraniano son el mismo pueblo. En ese sentido, todo lo de Ucrania nos pertenece», dijo Putin, que recordó al moderador de la ceremonia que en Rusia existe «no un dicho ni una parábola, sino una regla antigua: allí donde pisa la bota de un soldado ruso es nuestro».
A renglón seguido, en el mismo acto y haciendo una increíble pirueta de cinismo, Putin dijo estar «muy preocupado» por el posible estallido de una tercera guerra mundial debido «a la situación en torno a Ucrania» (Putin ha prohibido que se use la palabra «guerra» para referirse a su «operación militar especial») y «a las instalaciones nucleares de Irán, que son atacadas por la Fuerza Aérea de Israel» [el ataque norteamericano se produciría dos días después]
«Existe un gran potencial de conflicto que está creciendo (…), el conflicto que sufrimos en Ucrania, lo que está ocurriendo en Oriente Medio . Me preocupa [la Paz]. Lo digo sin ninguna ironía y sin bromas», dijo sin sonrojarse.
Hablar de pueblos hermanos mientras masacras al país vecino.
Hablar de preocupación por la Paz Mundial mientras bombardeas las ciudades de Ucrania y reclamas tu derecho a conquistarlas a sangre y fuego.
Este es el neolenguaje orwelliano, de pura herencia socialfascista, de este antiguo coronel de la KGB.