Obama advierte a los congresistas ante un enfrentamiento con Israel

Preparando el choque

Se trata de un gesto sin precedentes. Hasta ahora, aunque era evidente a los ojos del mundo que la polí­tica para Oriente Medio de administración Obama y la actuación del gobierno Netanyahu son absolutamente antagónicas y están en rumbo de colisión, el Departamento de Estado habí­an tratado a Israel con gran delicadeza, evitando hacer crí­ticas directas a las autoridades hebreas. Pero ayer la Casa Blanca reveló que ha mantenido diversas reuniones con miembros de la mayorí­a demócrata en el Congreso, preparando el terreno para un posible enfrentamiento diplomático contra Tel Aviv.

Hace unos días, el viceresidente norteamericano, Joe Biden, subía a la tribuna de oradores de la mayor organización del lobby judío de EEUU, el poderoso Comité de Acción Política Israel-EEUU (AIPAC en inglés). “No les van a gustar mis palabras”, comenzaba a decir Biden, y según iba hablando, el gesto se iba torciendo en el rostro de la audiencia. “Israel tiene que trabajar en una solución que se resuma en dos Estados. No construyan más asentamientos, desmantelen los ya existentes y permitan a los palestinos libertad de movimiento y acceso a oportunidades económicas". Quedaba patente y escenificado que las políticas de Obama y Netanyahu para la cuestión palestino-israelí no pueden coexistir: que una prevalezca necesita de la derrota de la otra.Pero lo que aún no era público era que mientras que Biden avisaba a la poderosa élite, representantes del Gobierno se reunían con diversos congresistas demócratas para preparar el terreno ante un escenario más que probable: un enfrentamiento abierto, una confrontación pública entre los gobiernos de Washington y Tel Aviv. Por supuesto, no siempre ha habido sintonía plena entre ambos países, ni mucho menos. Precisamente el actual presidente Netanyahu es un viejo conocido del matrimonio Clinton, y no es de los de buen recuerdo. Después de los enormes avances en el proceso de paz entre Rabin y Arafat, tras el asesinato del primero y la llegada del `halcón Bibi´ a Tel Aviv, todo se vino abajo aceleradamente. Pero ni siquiera entonces los gritos y los insultos salieron de los pasillos de palacio.Ahora Washington necesita apaciguar el conflicto palestino-israelí para poder manejar sin interferencias la cadena de problemas –todos ellos interrelacionados y a cual más endemoniado- a los que se enfrenta en Asia y Oriente Medio: el programa nuclear iraní, la retirada de Irak y sobretodo el espantoso incendio de `Afpak´. Todo pasa por la solución de los dos Estados, formulación repetida hasta la saciedad por el Departamento de Estado y las cancillerías occidentales estos últimos meses, y que la diplomacia israelí se niega siquiera a pronunciar. El gobierno de ultraderecha de Tel Aviv tiene como máximo responsable de exteriores a un consumado pirómano, Avigdor Lieberman, cuyas primeras palabras como ministro fueron para enterrar el Tratado de Annápolis y la Hoja de Ruta, y que le cantó las cuarenta al emisario norteamericano, George Mitchell, hace apenas unos días. Una superpotencia no puede consentir esto. La Casa Blanca sabe perfectamente que Netanyahu no está sólo. Las conexiones entre los sectores más belicistas, aventureros y reaccionarios de la clase dominante norteamericana con las filas más incendiarias y tenebrosas del sionismo israelí son profundas y tupidas, y la AIPAC es sólo la punta del iceberg. El halcón visitará Washington en unas semanas, y no lo hará de rodillas sino a la ofensiva. Los asesores de Obama han establecido un “cordón sanitario”, ante la posibilidad de que el israelí trate de ganarse el respaldo de la cámara de representantes frente a la Casa Blanca, y han dado instrucciones precisas a los líderes demócratas, mayoría en ambas cámaras. Israel ha de rectificar, y si no, será enderezada, por las buenas o por las malas. Hay demasiado en juego para que un grupo de halcones sionistas lo incendien todo.

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