Muere José Manuel Caballero Bonald

Adiós a Caballero Bonald

Reproducimos aquí­ algunos fragmentos del recital que Caballero Bonald ofreció en el Ateneo Madrid XXI cuando recibió el Premio Cervantes 2012

La literatura como testimonio, y la literatura como exploración. El escritor como testigo, y el escritor como explorador. Testigo de la vida y del mundo, heridos por una injusticia que no cesa. Explorador de caminos nuevos que dilatan la sensibilidad del lector y amplían sus horizontes. Así concibe su tarea J.M Caballero Bonald (Jeréz de la Frontera, 1926), uno de los poetas y escritores esenciales de la segunda mitad del siglo XX en España. Un superviviente, como el mismo se define, de la generación de los años 50, una generación marcada por dos obsesiones: la obsesión por el lenguaje, por la estructura de las palabras y la composición, y la necesidad de “actuar” como testigo activo contra la injusticia, y contra el olvido de la injusticia.

“Yo casi nunca me presto con satisfacción a la lectura de poesía, porque es un ejercicio que me desasola, que me intimida; porque es como repetir en voz alta una serie de experiencias que ya están más o menos empolvadas por el tiempo, que el tiempo ha pasado sobre ellas y uno se queda ya un poco al margen de ese personaje que aparece por los poemas.

Yo escribo poesía para justificarme a mí mismo. Si no escribiera poesía me sentiría incómodo, mal conmigo mismo, como en desacuerdo. La escribo para conocerme mejor y conocer mejor también a los demás. Para explicarme mejor la vida, el mundo y para defenderme de cosas con las que no estoy de acuerdo. Sobre todo esto último es fundamental.

Yo siempre he escrito, en la época de Franco, en la época de la poesía social, precisamente, a sabiendas de que tenía, a través de mi poesía, que defenderme de las ofensas de la vida. Eso siempre lo he tenido muy presente. En la época de la clandestinidad, de la lucha anti-franquista, esa poesía me servía para tranquilizar mi ánimo, y para tener la sensación, un poco ilusoria, un poco ingenua, de que estaba cambiando la sociedad mediante la poesía. En aquellos años, cuando, en las mejores condiciones, de un libro de poesía se vendían mil ejemplares, o mil quinientos… pues pensar que se podía cambiar la sociedad era un poco excesivo.

Lo que realmente define al poema, su grandeza, es que las palabras estén unidas, funcionando de algún manera que te convence, y te abren un camino nuevo. Si el lector descubre un nuevo camino en lo que está leyendo, un nuevo conocimiento de su sensibilidad, entonces creo que la poesía ha cumplido su destino.

Ahora estamos viviendo tiempos duros. ¿Qué papel cumple la poesía?«Tenía que defenderme, a través de mi poesía, de las ofensas de la vida»

Yo creo que el mismo de siempre. No creo que haya cambiado esa fuerza que pueda tener la poesía, como dije antes, para enriquecer la sensibilidad de alguien. Tal vez alguien abre un libro y encuentra ahí la posibilidad de viajar, de hacerse mejor, de ennoblecer su cultura. Eso basta y siempre será así.

[…] Una de las principales armas del cante jondo no es solamente su musicalidad, también su contenido.

Los contenidos que hay detrás del flamenco… cuando ese contenido es prácticamente una sentencia filosófica, quela hay en muchos caos, esa es la verdadera poesía. Hay una soleá antigua que José Ángel Valente la cita al principio de un libro suyo, y dice así:

Fui piedra y perdí mi centro

Y llegué rodando al mar

Y después de tano tiempo

Mi centro vine a encontrar.

Misteriosa, ¿no? Valente la escogió para el título de un libro. Luego hay cosas expresión y sabiduría popular como esta:

Sentadita en la escalera

esperando el porvenir

Y el porvenir

Nunca llega

Algo que a mí me parece maravilloso. Que el porvenir es lo que nunca llega, Luego hay otras como esta:

Cuando de noche me acuerdo

Que me tengo que morir

Hecho la manta en el suelo

Y me “jarto” de dormir

[…] Dicho con suficiente honestidad, yo he abandonado casi nunca la función de escritor como testigo. En todas mis novelas yo he luchado siempre contra los que pretenden una historia sin culpables, los que pretenden decretar la amnesia histórica.

Esto estás cada vez más extendido. Se hizo en la Transición y cada vez se hace más. Es lo que decimos de eso que conocemos como pensamiento plano, o pensamiento cero que decía Saramago, el pensamiento único. Contra eso, el escritor tiene que poner de su parte todas las armas que estén a su alcance, que no son sólo su obra, sino su compromiso personal. Porque son dos cosas que se pueden separar. Se puede estar en las barricadas y luego escribir poemas de amor”.

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