Embargo petrolí­fero a Irán

Postración europea, negocio norteamericano

La UE se sumaba la pasada semana por unanimidad al embargo petrolí­fero contra Irán decretado por EEUU. A partir del próximo 1 de julio, los paí­ses de la UE dejarán de comprarle petróleo. ¿Pero ha dado Europa un bocado mayor de lo que puede digerir? La respuesta de Teherán así­ parece indicarlo.

Mientras la medida supone sólo un pequeño contratiempo para Irán, pues Europa es el destino de apenas un 15% de sus exportaciones de petróleo, para los países europeos más dependientes del petróleo iraní (Italia, España y Grecia compran el 61% del petróleo iraní vendido a la UE), el embargo puede convertirse en un nuevo golpe adverso para sus ya debilitadas y maltrechas economías. Sobre todo si Teherán ejecuta la amenaza sugerida por el ministro del Petróleo iraní, Rostam Qasemi, de no esperar al 1 de julio, sino ejecutar de inmediato la suspensión de las ventas a la UE y prohibirlas durante un período de 15 años.

Mientras tanto, China –que consume el 20% del petróleo iraní–, India, Turquía y Rusia han rechazado tajantemente el embargo, y Japón y Corea de Sur –que compran conjuntamente otro 20%– han anunciado que reducirán sus pedidos, pero no aplicarán el embargo total. «Los europeos pagaremos el gigantesco contrato de compra de armas de Arabia Saudí a EEUU»

Sólo la UE, a pesar de las advertencias del FMI de que las sanciones pueden elevar el precio del crudo un 30%, hasta los 140 dólares por barril, ha seguido a pies juntillas las órdenes de Washington, que con las sanciones pretende aumentar el cerco y la presión sobre el programa nuclear iraní.

Dentro de la UE, España e Italia son los mayores compradores de petróleo iraní, mientras que Grecia mantiene un tratado preferencial que le permite comprarlo a precios mas ventajosos. Estos tres países van a ser los más perjudicados por la nueva política de sanciones impuesta por Obama, que la UE esta aplicando a pies juntillas, a pesar de ir en contra de sus propios intereses.

Frenar la expansión del poder y la influencia regional iraní –y no la posesión de armas nucleares, hipótesis que ni la Agencia Internacional de la Energía Atómica ha podido confirmar pese a sus exhaustivas investigaciones– es lo que esta en el origen de las sanciones.

Convertido Irán en el principal sostén del tambaleante régimen sirio y dotado de una creciente influencia sobre el gobierno de mayoría chiíta de Irak tras la retirada de las tropas norteamericanas, la nueva ofensiva de Washington contra Teherán busca alterar la correlación de fuerzas en la siempre inestable y explosiva región de Oriente Medio.

Para Washington no se trata de embarcarse en una imposible guerra –cuyos efectos serían catastróficos–, sino de debilitar económicamente a Irán mientras fortalece militarmente a sus socios clave en la zona, en especial Arabia Saudita. De hecho, la monarquía saudí ya se ha ofrecido a aumentar su producción petrolífera a partir de julio y sustituir a Irán como suministrador de los países europeos.

Unos ingresos extras que ayudarían a pagar el gigantesco contrato –el mayor realizado jamás por el Departamento de Defensa de EEUU con otro país– de venta a Arabia Saudita de aviones de combate, helicópteros y sistemas de defensa antimisiles por un importe de 60.000 millones de dólares.

Contrato que incluye la compra de 84 nuevos aviones de combate F-15 y la renovación de los otros 70 con los que cuentan las Fuerzas Aéreas saudíes, así como 70 helicópteros de ataque Apache, 36 AH-LM y 72 Black Hawk, la eventual modernización de la Armada saudí y la adquisición de sistemas de defensa antimisiles THAAD. La última vez que EEUU realizó una venta significativa de armamento a Arabia Saudí fue en 1992 –recién terminada la primera guerra del Gofo contra Sadam Hussein– y alcanzó los 9.000 millones de dólares, apenas un 15% del contrato firmado el pasado año.

La condición de “enanos políticos y gusanos militares” de las potencias europeas adquiere toda su dimensión en el asunto de embargo petrolífero a Irán. De seguir adelante con él, saldrán unos claros perjudicados de esta cuestión. Por un lado, el pueblo iraní que sufrirá los efectos económicos del nuevo bloqueo. Por el otro, nosotros, los ciudadanos de los países europeos que tendremos que pagar de nuestro bolsillo, a través del aumento del precio de los derivados del petróleo que consumimos, la gigantesca compra de armas del gobierno saudita al complejo militar-industrial yanqui. Además de contribuir a azuzar las tensiones en una inflamable región situada en sus mismas puertas.

Deja una respuesta