Post -Verdad

Nace un nuevo término para una vieja práctica: mentir a los electores

Sólo seis horas más tarde de conocerse el resultado del referéndum, Nigel Farage, el político que encabezó el sí al Brexit, reconocía en televisión que uno de los argumentos centrales de su campaña sobre el ahorro de 350 millones que se destinaría a Seguridad Social era mentira. Días después, portavoces de su partido admitieron que sus argumentos sobre frenar la inmigración también eran falsos. Mentiras aireadas para influir en el resultado de la votación.

Aunque a todos nos suene a una vieja práctica, hay algo novedoso: ahora hay quien defiende públicamente que la mentira debe quedar impune, e incorporarse como un arma de combate comunmente aceptada.

Estupefactos debieron quedar los televidentes al presenciar la intervención en un debate de Scottie Nell Hughes, periodista del equipo electoral de Trump. En ese programa se discutía cómo actuaría la prensa ante informaciones provenientes de la Casa Blanca, con Trump al frente, si colaban mentiras como las de la campaña electoral. En ese momento Hughes aniquiló la discusión: afirmó que todo es cuestión de opiniones y que eso que llamamos hechos no existe, y cualquier cosa puede ser verdad si hay gente suficiente para creerla.

Tómense su tiempo. Pueden releer la afirmación de la señora Hughes. Porque ha concentrado lo novedoso del asunto: si una mentira engaña a un número considerable de personas, deja de ser algo deplorable, para convertirse en un éxito del embaucador. La relación entre lo afirmado y los hechos pasa a ser secundario. Lo principal es que el discurso, aún a sabiendas de su falsedad por quien lo pronuncia, coincida con los deseos o inquietudes de un numeroso grupo de oyentes, tanto como para influir en sus decisiones. Y esto lejos de conllevar el desprestigio de quien lo pratica, debe ser reconocido como un mérito del ganador.

A gran escala

Viejas y famosas mentiras hoy desveladas cumplieron su propósito en el pasado. Las fotografías e informes falsos presentados ante la ONU por Estados Unidos sobre armas de destrucción masiva de Irak. O las creadas por el magnate de la prensa Randolph Hearst acerca del hundimiento del acorazado Maine para justificar la guerra en Cuba contra España. Jugada que se repitió 80 años después con el inventado incidente del golfo de Tonkin, para la entrada de EEUU en la guerra de Vietnam. Con Berlín cercado, el ministro nazi de Propaganda Göbbels, orientaba centraba sus discursos en que la victoria era posible. Su tesis pasó a la historia: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad»…

Cuestión de imponerse

En EEUU se acusó a Facebook de permitir la difusión masiva de noticias sin comprobar, tan estrambóticas como la que presentaba al Papa Francisco respaldando la candidatura de Trump. Antes ya habían sido armas de lucha bulos sobre el papel responsable de Clinton en el ataque al consulado norteamericano de Bengasi. Aunque luego se desmientan por otros medios, la monopolización de los medios de comunicación y el control de las redes sociales permite que la cantidad y velocidad a la que se difunde la información que interesa a la clase dominante, aún falsa, sea avasalladora respecto a los desmentidos o informaciones de medios independientes. La censura es además el complemento perfecto. El daño queda hecho. Incluso cuentan con que se descubra el engaño; pero quien lo trama espera haber conseguido ya sus objetivos. Hasta teorizan con que una parte de los engañados mantenga su apoyo al estafador, dado que la mentira coincide en parte con sus deseos de que las cosas fuesen así realmente. Post-idiotez debería definir a quienes piensan que esta práctica puede prolongarse en el tiempo y quedar impune.

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De la post-verdad al lío padre

Un equipo de psicólogos de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) elaboró un informe este marzo en el que recomienda evitar ciertos términos para influir en el electorado no independentista: una lista de eufemismos viene a sustituir palabras como separación, desobediencia,… el informe afirma que hay otras palabras que “hace falta que las hagamos nuestras”: … tolerancia, plurilingüismo, unión. Aún a sabiendas que no se acepta el plurilingüismo pues se ha anunciado que el único idioma oficial será el catalán excluyendo el castellano; o que no se defiende la unión ¿No? ¿O la ANC defiende la unión? Y la cosa sigue: «hay palabras que hay que disociar» del discurso de la ANC, «(…) como ruptura, fronteras, secesión, …» ¿Una independecia sin secesión, sin ruptura y sin fronteras? ¡Pretenden dejar obsoleto el término post-verdad! Será difícil bautizar este retorcimiento del lenguaje. Aún así, el informe no descarta usar estos términos si es para “criticar al otro bando por usarlas o apropiarse de ellas indebidamente”. Trump es un mero aprendiz.

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