Acabar con el nacionalismo excluyente

Por un BNG progresista de verdad

El Bloque Nacionalista Galego (BNG) celebrará su Asamblea extraordinaria el próximo 10 de mayo. El pasado sábado, se reunió el Consello Nacional como primer paso para la preparación. De momento, parece que todas las corrientes están de acuerdo en que no se necesitan medidas drásticas porque su espacio ideológico existe y su pluralidad debe ser respetada. Corrientes conocidas como la Unión do Povo Galego (UPG), los independientes aglutinados en torno a Anxo Quintana, el Encontro Irmandiño de Xosé Manuel Beiras y Esquerda Nacionalista (EN). Aunque algunos lo centran en lo organizativo, por ejemplo, Camilo Nogueira que afirmó «debemos acabar con el BNG como suma de partidos y corrientes, Galicia ha cambiado». Para otros, como Francisco Rodrí­guez, secretario general de UPG, se trata de «recomponer la imagen del Bloque y hacer oposición».

Pero el roblema para el BNG es bastante más serio. El sufrido batacazo electoral del BNG, bajo la dirección de Anxo Quintana, que ha supuesto la pérdida de casi 50.000 votos es expresión del viento popular por la unidad que provocó un auténtico maremoto político en Galicia el 1-M. Viento que demanda liquidar la hegemonía de una línea de nacionalismo excluyente dominante en el BNG, que demanda recuperar las mejores tradiciones de un nacionalismo de izquierdas y progresista. Ese es el mensaje que los votantes gallegos han enviado en forma de maremoto. Quintana y su línea han utilizado, en sus 4 años de gobierno, el idioma gallego como un elemento de división y de conflicto, en una comunidad donde precisamente conviven, sin problemas, los dos idiomas, el gallego y el castellano. Todo el mundo coincide en que esa instrumentalización de la lengua –al estilo de los sectores más radicales de ERC en Cataluña o el nazifascismo vasco– ha sido uno de los factores determinantes en el varapalo electoral sufrido por el BNG. Con la confrontación lingüística como bandera, Quintana ha ido echando por la borda el contenido de izquierdas y progresista del BNG para anclarlo en algunas de las posiciones del nacionalismo mas rancio. Desde que Anxo Quintana asumió la dirección del BNG, el nacionalismo gallego ha perdido un tercio de los votos y un 8,3% de peso electoral. Sin embargo, con Beiras al frente, el BNG cuadruplicó sus votos -desde los 105.703 en 1989 hasta los 395.435 en 1997-, superando al PSG-PSOE, y convirtiéndose en la segunda fuerza política de Galicia y punto de referencia de la izquierda social, con una línea progresista, que impulsaba un programa de creación de riqueza frente a las políticas de Bruselas que imponían el desmantelamiento de la pesca o los astilleros o las míseras cuotas de producción lácteas. Esta es la línea que, en tiempo de crisis, es imprescindible que adopte el BNG. Con ella, el BNG puede convertirse en una importante fuerza para enfrentar la batalla y forzar una salida a la crisis favorable a los trabajadores.

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