Francia anuncia la completa nacionalización de su principal compañía eléctrica

¿Por qué será que la luz en Francia es un 42% más barata que en España?

El gobierno de Macron ha completado el 100% de la renacionalización de la mayor empresa eléctrica de Francia, EDF, una noticia que ha causado más revuelo en España que en el país vecino. ¿Por qué allí, y en muchos otros países de Europa, pueden tener una eléctrica 100% pública y aquí eso parece una aspiración poco menos que extremista y bolivariana?

El 5 de julio la primera ministra francesa, Élisabeth Borne, anunció en su Parlamento, la Asamblea Nacional, la intención de su gobierno de completar la nacionalización de la mayor empresa eléctrica de Francia (EDF). La noticia causó más impacto en España que en la propia Francia. Mientras era portada y ha ocupado decenas de artículos en la prensa española, ha pasado desapercibida en el resto de Europa. ¿Cuál es el motivo de este particular terremoto originado en nuestro país?

Para la propia Francia el anuncio no supone un cambio sustancial porque dispone ya de la propiedad sobre el 84% de EDF. Para la mayoría de países tampoco ha supuesto abrir un debate interno pues es habitual que las naciones dispongan (como veremos) de un total o parcial control público sobre el mercado eléctrico.

Pero en España, con el precio de la luz disparado y el sector eléctrico privatizado (era nacional hasta la liquidación de Endesa), y además bajo control total del capital extranjero, la urgencia de constituir una nueva empresa nacional de electricidad está en el centro el debate sobre las soluciones para bajar el precio al consumidor.

Es indefendible ver cómo el precio de la luz sangra a las familias, encarece la producción disparando la inflación y ahoga a la industria y el comercio… al tiempo que las tres grandes compañías que controlan el mercado nacional declaran hasta 4.500 millones de beneficios anuales…

Sólo se puede comprender esta posición de intocables de que gozan desde la sumisión del gobierno a los intereses económicos del reducido sector de la Oligarquía que se ha atrincherado en la gestión de las eléctricas. Y sobremanera al blindaje de los intereses de sus reales propietarios: los grandes grupos financieros extranjeros que controlan la mayor parte del accionariado de Iberdrola, Endesa o Naturgy.

El dedo en la llaga

Hay además otra gran sumisión, aún más importante en este asunto. La ministra francesa ha puesto el dedo en la llaga en su intervención pública:

Viñeta de Manel Fontdevila para eldiario.es. La nacionalización de EDF ha despertado el recelo de la oligarquía financiera y de sus medios, para los que la nacionalización del sector eléctrico español es algo que «ni puede ni debe pensarse»

“Necesitamos tener el control pleno de nuestra producción de electricidad y de su rendimiento (…) resulta clave  para garantizar nuestra soberanía ante las consecuencias de la guerra y los desafíos colosales que se avecinan”. Y eso hace que se deban “tomar decisiones que, en estos mismos bancos, otros tomaron antes que nosotros, en un periodo de la historia en el que el país también debía ganar la batalla de la energía y de la producción”,  recordando que tras la II Guerra Mundial Francia ejecutó la nacionalización de la producción de energía para poder llevar adelante un proyecto de reconstrucción basado en la independencia nacional.  

¿Nosotros no necesitamos tener independencia energética?

Este es el origen de porqué la medida del gobierno galo genera  más debate en España que en ningún otro país. No sólo es un problema económico, sino que se trata de un asunto vital para poder realizar cualquier proyecto de reindustrialización y desarrollo económico del país… si existiese tal proyecto, claro.

Con la tecnología actual es posible la independencia energética. Falta voluntad política.

¿Por qué Macron nacionaliza EDF?

Una familia francesa paga un 42% menos de luz que en España. El sobrecoste en España es de unos 250 € anuales, cuando el nivel de vida en Francia es más alto.

El monopolio francés tuvo que salir a bolsa por una directiva europea que obligaba al Estado a abrir a otras compañías al menos un 20% del mercado eléctrico. Pero ojo, incluso entre los competidores de EDF, se pueden contar varias empresas públicas gobernadas por los municipios, conocidas bajo el término genérico de «empresas locales de distribución», productores de electricidad que explotan la red de EDF.

La voluntad política es clara: diecisiete años después de abrir su capital y salir a bolsa, la compañía sigue estando en manos del Estado en un 83,88 por ciento. Además los trabajadores de la empresa controlan el 1% y aún otros accionistas institucionales (organismos públicos) controlan otra parte del capital.

¿Generó este anuncio de completar la nacionalización alguna debilidad en la Bolsa de París o el pánico de los capitalistas franceses o los inversores extranjeros? Todo lo contrario, las acciones de la compañía llegaron a subir más de un 15%. Como ocurrió con la nacionalización por el Gobierno de Estados Unidos de General Motors en 2012, o de las companías aéreas italiana o alemana en 2020, o de decenas de empresas más en varias naciones….

En el asunto de EDF está en su base que la paralización por problemas técnicos de hasta 22 de sus 52 centrales nucleares les ha obligado a importar energía. Sin embargo lo dirigente en la decisión en este caso no es salvar de la crisis un monopolio que es altamente rentable, sino garantizarse una concentración de capital y su control como un elemento clave para llevar adelante un proyecto industrial.

En palabras de la ministra francesa: la renacionalización “permitirá a EDF reforzar su capacidad para completar, lo más rápido posible, los proyectos ambiciosos e indispensables para nuestro futuro energético”.

Hay muchos ejemplos

La realidad es que una mayoría de países se aseguran la estratégica producción y distribución de energía mediante compañías públicas:

En España, un oligopolio de cinco grandes empresas monopolistas -buques insignia del Ibex35, y hegemonizadas por el capital extranjero- dominan el mercado eléctrico.

Enel es el mismo caso en Italia. Esta empresa del Estado Italiano es la propietaria de Endesa, que pasó de ser la eléctrica pública española, a una filial controlada desde Italia. Enel se la quedó por algo menos de 38.000 millones de euros. En 2019, ya había recuperado de su explotación algo más de 30.000 millones. Sumado a las acciones que controla que valen 16.500 millones, le dan a Enel una plusvalía de 8.500 millones de euros.

Vattenfall, es la empresa sueca totalmente pública que nació para explotar la electricidad de los saltos de agua del país. Genera energía a un tercio del coste de los monopolios españoles.

EE.UU es un caso más llamativo aún: TVA (Autoridad del Valle de Tennessee) es la energética pública más grande de EEUU, creada en 1929 con el New Deal de Roosevelt, en mitad de la crisis tras el crack económico. Genera el 12% de la electricidad de EEUU. Hay además hasta 2.014 pequeñas comercializadoras y productoras públicas que aportan otro 11%. También existen cooperativas eléctricas rurales en todos los estados para proveer energía a esas áreas, que suponen aproximadamente el 6% de la generación de luz.

Tener una o varias empresas públicas de energía es clave en la economía de muchas naciones.

En Canadá, la pública Hydro-Quebec es la principal empresa, en Brasil lo es Electrobras, …

Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) más de 30 de las 50 mayores empresas del sector eléctrico a nivel mundial tienen participación pública, calculando que las empresas con participación pública generan el 61% de la capacidad eléctrica mundial.

Y aquí, vendida la que teníamos, casi es tabú exigir una gran empresa pública (o decenas de medianas conectadas, con un tejido de pymes productoras), que recupere el anterior control estatal de la energía, asegure su abaratamiento, y siente las bases, con inversiones e investigación, que garanticen la independencia energética.

Un camino que podría transformar lo que hoy es un sector entregado a inversores que saquean a las familias y la nación, en una fuente de creación de industria, de riqueza, empleo, y ahorro para las cuentas públicas.

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