Josep Fontana

Por el bien del Imperio

El pasado 7 de noviembre salió a la venta «Por el bien del imperio: Una historia del mundo desde 1945» de Pasado y Presenta Editorial. El historiador Josep Fontana aborda a lo largo de más de mil páginas los hechos históricos y las razones que expliquen el incumplimiento de la Carta del Atlántico de 1941: «el dereho que tienen todos los pueblos a escoger la forma de gobierno bajo la cual quieren vivir».

Josep Fontana es profesor emérito de la Universitat Pompeu Fabra y miembro del consejo editorial de la revista Sin Permiso. Es doctor honoris causa por la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, por la Universidad Nacional de Comahue en Argentina, y desde el 25 de noviembre, también de la Universidad de Valladolid. Alumno de Vicens Vives y Ferrán Soldevila, e influenciado por el pensamiento de Pierre Vilar y Gramsci, entre otros, es uno de los historiadores de más prestigio en España.“Desde 1945 a esta parte, la historiografía se ha dedicado a convencer a la gente de que todo intento de cambiar las reglas sociales conduce al desastre, lo cual es una lección de resignación incomparable. Pero eso no es lo que la historia debe hacer, en algún momento debe mover hacia el cambio. Un gramo de sensatez puede ayudar a cambiar las cosas. Hay que combatir contra la hipnosis de la crisis, que induce a pensar que es un fenómeno de corto plazo, que se remediará. Pero esto ya dura más de 40 años y no tiene remedio fácil. Las medidas de austeridad no lograrán que los cinco millones de parados de este país vayan a volver a encontrar ocupación. Yo vengo de una izquierda frustrada varias veces. Frustrada en este país con la Transición, porque cuando estábamos en la clandestinidad esperábamos mucho más que el tipo de pacto que luego se produjo”El libro hace un recorrido de la historia desde 1945, cuando se dibuja, después de la IIGM un mundo basado en la disputa de dos superpotencias por el dominio mundial. Una cayó y la otra ve cuestionado ahora su poder. ¿Se puede afirmar que ese modelo a llegado a su fin?Teniendo en cuenta que el enfrentamiento tenía mucho de falso, y que lo que realmente les importaba a unos y a otros era mantener la cohesión social en el interior de cada imperio y justificar la tutela de los satélites con la amenaza del enemigo exterior, lo que parece claro es que el que queda en pie sigue intentando jugar el mismo juego, con enemigos fantasmas como la “guerra contra el terror”. ¿Cuáles son los factores históricos que en las últimas décadas han sentado las bases de un mundo en el que las nuevas potencias emergentes, especialmente China, cuestionan el poder norteamericano? De las potencias emergentes me parece, por lo que se ve hasta ahora, que tan sólo China se puede considerar que cuestiona la supremacía norteamericana. Tal vez se pueda afirmar que otros son menos serviles en su sumisión que en el pasado, pero no creo que lleguen al desafío (por lo menos entre los que justifican la calificación de potencia emergente, que son pocos). El caso de China es el más complejo, y habrá que ver cómo responde Estados Unidos ante el intento chino de controlar el mar del Sur de China. Robert D. Kaplan ha escrito en Foreign Affairs que “los Estados Unidos, el poder hegemónico del hemisferio occidental, tratará de prevenir que China se convierta en el poder hegemónico de una gran parte del hemisferio oriental”. Y sabemos de una estrategia llamada AirSea Battle pensada para un posible conflicto en este espacio. Sólo Kissinger, en su reciente libro sobre China, ha tratado de argumentar contra este enfrentamiento, al sostener que la cooperación entre China y Estados Unidos es “esencial para la paz y la estabilidad globales” y que una “guerra fría” entre ambas potencias “detendría por una generación el progreso en las dos orillas del Pacífico”.«Habrá que ver cómo responde Estados Unidos ante el intento chino de controlar el mar del Sur de China»Habla de una unificación europea tutelada, de alguna manera, por EEUU, ¿con qué objetivo?En los primeros años de la guerra fría una unión europea servía para asegurar la cohesión de los aliados europeos y meter a Alemania en el redil. Eisenhower trató infructuosamente que se tradujese también en una unión para la defensa, la Comunidad Europea de Defensa, sin poder superar la resistencia de De Gaulle, lo que obligó a potenciar la OTAN, que, como se ha visto, sigue sirviendo hoy tanto para ayudar a los Estados Unidos en Afganistán, como para bombardear Libia, en lo que ha sido también el final de una vieja causa estadounidense.¿Tiene relación con la afirmación de que las conquistas sociales, sirvieron también para frenar los procesos revolucionarios, para evitar que se fuera “más allá”?Eso lo decía hace pocos días un artículo de La Vanguardia, que afirmaba literalmente, refiriéndose a Italia, que “los beneficios sociales fueron fruto de un pacto político durante la guerra fría”. Yo sostengo que las cosas son mucho más complicadas y que hay que ir mucho más atrás: hay que recordar, por ejemplo, que fue Bismarck quien hizo aprobar la primera legislación de protección social, ante la indignación de los conservadores españoles de la época.Utiliza el término “Merkozy” para hablar del eje franco-alemán, y de una Alemania que domina de nuevo Europa. Entonces ¿la supuesta alianza europea, de la que debíamos beneficiarnos todos, es en los hechos un “feudo alemán”?Usar ese término ha sido una ligereza mía, copiando la moda periodística. Que en estos momentos sea verdad que las grandes decisiones económicas que toman nuestros gobiernos dependen de la aprobación de Berlín no debe tampoco llevarnos a simplificar demasiado las cosas.

«La Unión Europea servía para asegurar la cohesión de los aliados europeos y meter a Alemania en el redil»

La realidad es que los países que no dependen de EEUU y Alemania, en Europa, son los que están creciendo. ¿Cuál es el resultado de esa preponderancia norteamericana y alemana para España?, ¿cómo ha afectado a nuestro desarrollo y a nuestra situación actual?No está muy claro cuáles son los países europeos que crecen. Ni, menos aún, si este crecimiento va a ser duradero. No hay más que recordar que hace pocos años se hablaba del “milagro celta” para referirse a Irlanda, que se nos presentaba como un modelo, y ya se ve en qué ha acabado. Se dice, por ejemplo, que Polonia es uno de los países que crecen; pero, desde luego, no se puede decir que no dependa de EEUU y Alemania, ni que esté en una vía segura de progreso. Se refiere al New Deal como la alternativa al fascismo, que el capitalismo tuvo que “contar” con los pueblos… ¿son, entonces, dos formas de dominio con el mismo objetivo?, porque ambas permitieron, en EEUU y Alemania, concentraciones de poder político y económico sin comparación en la historia.

Ha habido quien ha tratado de catalogar el New Deal como una forma de fascismo. No es mi idea. El fascismo surgió con la aprobación de las grandes empresas industriales -en Italia, de la Confindustria- y financiado por ellas, y se apresuró a atenderlas en cuanto solicitaban. Roosevelt, en cambio, hubo de enfrentarse a la oposición de los empresarios, lo que explica que los reformadores del New Deal fuesen perseguidos durante la caza de brujas del maccartismo. Para poner un ejemplo de la complejidad de las cosas me limitaré a recordar que una de las causas de la oleada especulativa que condujo a la crisis de 2008 fue la anulación, durante el mandato de Clinton, de una medida dictada por el New Deal -la ley Glass-Steagall de 1933-, que prohibía que un banco actuase a la vez como banco comercial y de inversión, esto es, prohibía que los bancos especulasen con los recursos de los que habían depositado sus ahorros en ellos.

«Los elementos dominantes en nuestras sociedades “no pueden integrarlos”, porque carecen de medios para hacerlo»

¿No es la soberanía y la independencia nacional una cuestión clave que va unidad al libre desarrollo de los países y ahora también al progreso y las condiciones de vida?. ¿Podemos enmarcar aquí el desarrollo en los últimos 25 años de las potencias emergentes como China, India o Brasil, y de países como Ecuador, Bolivia o Sudáfrica?Hablamos generalmente de soberanía e independencia en términos de política internacional. Personalmente pienso que las cosas son más complejas y que hay que ir con precauciones para no simplificar la realidad de países como Ecuador, que conozco bien y que tiene el problema de sus nacionalidades indígenas por resolver, o Sudáfrica, donde amenaza una grave crisis social en un futuro próximo, ante la incapacidad de sus últimos gobiernos para resolver problemas como el de la reforma agraria (esto es, el de la devolución de la tierra usurpada a los nativos). Cuando dice que los “indignados” de hoy no pueden integrarse en el sistema, como ocurrió con la generación de Mayo del 68 y el movimiento hippie… ¿por qué?No he dicho que “no pueden integrarse”, sino que los elementos dominantes en nuestras sociedades “no pueden integrarlos”, porque carecen de medios para hacerlo (o de voluntad para buscar estos medios; algo que sólo lograrían cambiando mucho las cosas).Las conquistas sociales se pierden, los Estados del Bienestar se desmantelan… afirma en el libro, que porque las clases dominantes ya no tienen miedo a una revolución. Y hay que recuperarlas. Pero, ¿cómo?, ¿cuál es la lección histórica?La principal lección que me parece que hay que sacar es que nos engañaron, o nos engañamos, cuando aceptamos una concepción de la historia que hacía del progreso la base de una explicación global de la evolución de las sociedades: un progreso que avanzaba de manera imparable, superando todos los obstáculos. Y eso no era tan sólo una visión de la izquierda, sino que formaba parte de una concepción netamente burguesa, como la llamada versión “whig” que, según dice la Wikipedia, “representa el pasado como una progresión inevitable hasta cada vez más libertad e ilustración”. Lo que hemos acabado descubriendo es que nada se obtiene sin esfuerzo y que pensar que tenemos la historia de nuestro lado y que, en consecuencia, el triunfo está asegurado no es más que una argucia para la desmovilización.

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