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Podemos no es Syriza, ni de lejos

Tanto los populares de Rajoy como los socialistas de Sánchez necesitan encontrar en el Gobierno de Alexis Tsipras la prueba de cargo que frene el avance de Podemos. Más el segundo que el primero, pues la medida del éxito del nuevo partido la da en gran parte el fracaso del PSOE, con muchas dificultades para remontar desde que en mayo de 2010 Zapatero lo dejó herido de muerte al tomar unas decisiones en las que no se reconocieron sus votantes. Y si el líder socialista se juega los votos, el presidente se juega el poder. Ambos ven en el país heleno la ocasión de experimentar en cabeza ajena durante los diez u once meses que faltan hasta las elecciones generales.

Rajoy ya hizo el emplazamiento la otra noche en la tele: «Criticar es fácil, pero gobernar, no». Ahora vamos a ver cómo gobierna Syriza. Espera encontrar en el Gobierno de Tsipras la prueba de cargo que necesita para frenar a Podemos. Sánchez dice amén, por distintas razones. Sostiene que en Grecia no había más opción que Syriza y en España está viva la alternativa socialista, y que de todos modos Syriza no es Podemos ni Tsipras es Iglesias. En eso tiene razón. De momento, el partido griego se define como “radical”, que en ese idioma nos remite a “innovación”, mientras que la radicalidad de Podemos se manifiesta en su anunciado propósito de hacer borrón y cuenta nueva.

Si el pragmatismo de Syriza acaba casando con el de la UE, lo cual es muy probable, a Podemos no le convendría mantener su intención de ponerlo todo patas arriba. Y si por contagio opta por moderarse, a lo mejor acaba pareciéndose al PSOE. Podemos crece no porque suba el número de españoles seducidos por su discurso, sino porque sube el número de españoles con aversión al discurso de los partidos de la centralidad. Cada vez que Rajoy dice que el PP nada tiene que ver con Luis Bárcenas se dispara la cotización electoral de Podemos.

El domingo por la noche ondearon muchas banderas griegas en las celebraciones del partido primo hermano de Podemos. ¿Se imaginan un hipotético triunfo electoral de Podemos festejado por sus seguidores con banderas rojigualdas o escuchando ese himno nacional que a Iglesias le parece cutre y fachoso? Ni de lejos. Tan inimaginable como un hipotético pacto de gobierno entre un Podemos victorioso en las urnas con un partido ultranacionalista a la derecha del PP. Fachas, no, please. Pero a Tsipras no le importa el facherío si los nacionalistas de ANEL refuerzan su posición negociadora frente a los jerarcas del capitalismo internacional, que no han traído más que desgracias a los hombres y mujeres de su país.

Por cierto, véase también cómo donde Pablo Iglesias apela a “la gente”, Tsipras apela a la dignidad herida del pueblo griego. El patriotismo, o simplemente el sentimiento de pertenencia, no es asunto menor en el relato de un dirigente político. El primer acto del nuevo primer ministro, nada más tomar posesión, fue una ofrenda floral en memoria de los 200 partisanos asesinados por los nazis hace setenta años en un barrio de Atenas.

Ello nos remite también a la falta de memoria histórica en el discurso de Podemos. Me parece relevante. Syriza reclama su estirpe izquierdista y en sus postulados se reconoce. En cambio, Pablo Iglesias sostiene que manejar a estas alturas los conceptos clásicos de derecha e izquierda es cosa de trileros. Tampoco es nuevo el intento de superar el histórico eje derecha-izquierda. Ochenta años antes ya lo dijo también, aunque con distintas palabras, otro treintañero de camisa arremangada que se llamaba José Antonio Primo de Rivera.

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