China busca que el dólar deje de ser divisa de referencia

Pekí­n vs. dólar

Desde el fin de la II Guerra Mundial, con la inauguración del poder hegemónico de EEUU, los billetes verdes han sido la indiscutible divisa internacional. La cara de Washington ha usurpado durante décadas el trono de la libra y del oro antes que él, y nadie ha osado discutir frontalmente el papel central del dólar como piedra basal del sistema financiero internacional.

Pero todo eso comenzó a derrumbarse con el cataclismo de setiembre, cuando la caída de Lehman Brothers provocaba una onda sísmica que sacudía los pilares más firmes del capitalismo monopolista. Entonces, los emasculados países europeos lanzaron tímidas sugerencias acerca de la necesidad de una reforma del sistema monetario internacional. Entonces la superpotencia no les prestó atención alguna. Era cuestión de tiempo que el país que reúne al mismo tiempo la doble condición de máximo rival geoestratégico y principal acreedor de la superpotencia norteamericana planteara su propia exigencia, abriendo la caja de Pandora: el dólar debe ser sustituido por una nueva divisa de referencia internacional. EEUU guarda celosamente los privilegios imperiales que le confiere tener en sus manos la moneda de referencia: No pagar deudas en moneda extranjera, un coste de esa misma deuda mucho más barato que para cualquier otro país, una enorme influencia sobre un sistema monetario que tiene como moneda de referencia al dólar y sobre un gran conjunto de países que tienen al dólar como moneda de reserva y la capacidad de utilizar la máquina de imprimir billetes verdes para regular de forma cuasimonopolista los flujos y los tipos de cambio. Washington no está dispuesto de ninguna manera a renunciar a estas enormes ventajas.Pero China tampoco está dispuesta a ceder, preocupada como está por la rentabilidad de sus gigantescas inversiones en deuda norteamericana. Lo que Pekín ha invertido en EEUU equivale al volumen de 21 veces el Bank of América. El descenso de los tipos de interés de los bonos del Tesoro USA a niveles muy bajos –un 0,7 % actualmente- y la devaluación del dólar debido al recurso permanente a la impresión y puesta en circulación de nuevos dólares, significan para China una reducción real –y millonaria- en sus beneficios.Pero lo más pavoroso para Washington es que Pekín no está solo. A su ofensiva diplomática y propagandística –tranquila y sin estridencias, al estilo chino-, en las vísperas de la cumbre del G-20, se han unido otras potencias emergentes como India o Rusia, y por descontado los países que hacen de la oposición a EEUU su bandera, como Irán o el frente antihegemonista latinoamericano. Y sometidos a este acoso, los centros de poder norteamericanos se debaten entre dar una respuesta conciliadora –el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, elogiando el papel estabilizador de China ante la crisis- o una vuelta a las advertencias amenazantes –el informe del Pentágono advirtiendo de la “amenaza militar china”-. Han visto en la exigencia de China el signo del fin de una época, el ocaso del unilateralismo norteamericano.

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