SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Palcos, amigocracia y corrupción en el fútbol

Cuando escribí en este blog el post titulado La España de Bale el pasado 7 de septiembre recibí virulentos y desproporcionados reproches. Me limité entonces a calificar de escandaloso que en un país con millones de ciudadanos bajo el umbral de la pobreza, el Real Madrid se jactase de haberse hecho con los servicios de Gareth Bale por la exorbitante cifra de 91 millones de euros. Sigo pensando que esa contratación atenta al buen sentido y al pudor en una sociedad en apreturas como la española. Esta misma semana hemos conocido dos datos escalofriantes: según el informe anual de situación social en España elaborado por la UE, el 12% de trabajadores con empleo viven en la pobreza y un 15% de hogares subsisten gracias a las pensiones de los abuelos. En este contexto se destapa la trama de presuntas y probadas corrupciones en el mercado futbolístico y se ventean cifras sobrecogedoras.

El caso de Neymar, cuya ficha real se desconoce, ha provocado, por su enormidad, una querella criminal contra el presidente del Barcelona, Sandro Rosell, imputándole delitos de apropiación indebida y administración desleal. Aunque la querella ha sido sólo admitida y Rosell no está todavía imputado, ha presentado su dimisión irrevocable. Ayer se barajaba la posibilidad, incluso, de que fuese retirada. Al parecer, en el fichaje del jugador brasileño, podrían haberse repartido millones en abundancia a una cadena de ojeadores, intermediarios y ‘engrasadores’ de la operación. Dinero fácil en el fútbol ante masas sociales acríticas y dóciles. Es la España que todavía no ha reaccionado ante la inmensa inmoralidad de la burbuja del fútbol.

El afamado economista Luis Garicano en su exitoso y reciente libro titulado El dilema de España (Editorial Península-Atalaya) denuncia que “el capitalismo de amigos es en España el capitalismo del palco del Bernabéu y del despacho de Bárcenas” y que frente al rechazo a la economía de mercado que se registra en España, más alto que en los países de nuestro entorno, el deporte en general y el fútbol en particular, parece gozar de bula. “La misma sociedad que se muestra contraria al capitalismo y exige la mano del Estado en todas las áreas de la vida -escribe Garicano- no levanta la voz cuando se discuten los desorbitados salarios de las estrellas del Madrid y del Barça. El deporte es el único sector en que la sociedad española parece estar cómoda con los enormes salarios y remuneraciones. El capitalismo que los españoles suelen tildar de salvaje, con despidos sin causa, grandes diferencias salariales y una fuerte competencia, es aceptable para ellos si están convencidos de que el dinero responde a una calidad y un esfuerzo verdaderos”.

La ley del silencio

Sin embargo, ese derroche es también un despilfarro corrupto y corruptor, desde luego desde el punto de vista moral, pero, en ocasiones, también desde el penal. No hay transparencia de género alguno en su manejo. Veremos en qué termina el caso Rosell -que por ser quién es, se politizará hasta extremos sectarios-; veremos en qué termina el pelotazo urbanístico de Florentino Pérez y el Real Madrid con las recalificaciones de terrenos en plena Castellana con un saldo positivo para el club que se cifra en hasta 200 millones de euros y que está bajo la lupa de la Comisión Europea; veremos qué ocurre con los expedientes de Bruselas a clubes de fútbol españoles que han recibido, de modo directo o indirecto, ayudas públicas en formas y por procedimientos más o menos sofisticados a cargo, precisamente, de Cajas que han naufragado; veremos si el ex presidente del Sevilla, condenado a siete años de prisión en el denominado ‘caso Minutas’, va o no a la cárcel después de que la casta futbolística -muchos de sus colegas- hayan pedido su indulto con ese descaro que proporciona largos años de impunidad. Y veremos si el Ministerio de Hacienda -tan fulminante en otros asuntos-introduce la inspección hasta la médula de sociedades opacas que manejas cerros de millones con una facilidad pasmosa.

El fútbol forma parte de las emociones colectivas, propicia la identificación de los aficionados con el equipo, incorpora una competición además de deportiva también identitaria (¿cuántos clubes son ‘más’ que un club en España?), distrae a grandísimos colectivos de las miserias y dificultades cotidianas, procura para determinadas cadenas de televisión que pagan derechos estratosféricos cuotas de audiencia que se rentabilizan con una publicidad cara y unos patrocinios generosísimos, ofrece las más altas audiencias en programas de radio y nutre con profusión páginas y páginas de periódicos y es un permanente filón informativo. Por todo eso, se produce en el mundo del fútbol una auténtica omertá, una ley del silencio que ha tardado mucho tiempo en fisurarse.

Los políticos, lejos de ser ajenos a esta realidad tantas veces corrupta, se han comportado como verdaderos cómplices. Atraídos por la vanidad y el interés, gustan de figurar en los palcos del Bernabéu o de Camp Nou -y las nomenclaturas autonómicas en los de sus respectivos clubes- y se han amigado que con los presidentes y directivos de esas sociedades que han utilizado sus cargos deportivos para cuajar negocios propios. Ese capitalismo de palco ha ido conformando una amigocracia que funciona hasta extremos insospechados. Tan fructífera y rentable que hasta jeques -reales o impostados- pretenden hacerse con la propiedad de un club como plataforma de promoción y negocio. En esa amigocracia de palco no han faltado, ni faltan, prescriptores de opinión y ejecutivos de medios que se codean con políticos y empresarios sometiendo su independencia personal y profesional a grave riesgo.

Esta es la realidad de otro sector de la economía española -hablamos de dinero, no de deporte- hasta el momento prácticamente intocable e intocada. El éxito del fútbol español, la rutilancia de la nuestra liga, la marca mundial de clubes como el Real Madrid y el Barça, han sido sus escudos protectores. El caso Neymar-Rosell abre la caja de Pandora, corre el velo de ese capitalismo de palco y amigotes y nos sitúa a todos ante otro escenario nacional que va a requerir de alta cirugía y de un saneamiento completo.

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