SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

¿Comprarí­a un coche de segunda mano a Rajoy?

“Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”. La frase es muy conocida y la pronunció hace más de un siglo el filósofo Friedrich Wilhelm Nietzsche, pero refleja con claridad el principal problema de la política española, que no es sólo la existencia de un sistema de partidos que ahoga la participación de la sociedad en la cosa pública con su omnipresencia en todas las instituciones. Ni siquiera es la pervivencia de un sistema electoral que impide la competencia real y equitativa entre distintas fuerzas políticas.

El problema central tiene que ver con la credibilidad. O dicho en otros términos, con el hecho de que la confianza en las instituciones -como reflejan las encuestas del CIS- se haya esfumado.

Hoy, utilizando una vieja frase del márketing político estadounidense, nadie (o casi nadie) compraría un coche de segundo mano a Mariano Rajoy. Desde luego que tampoco a Rubalcaba, lo que refleja la desconfianza que se ha instalado en la opinión pública española respecto de los dos grandes partidos. Sin duda, por una cierta degradación del sistema democrático que ha creado ciudadanos descreídos. Hasta el punto de que cualquier noticia económica, por positiva que sea, es observada con recelo por una parte importante de la opinión pública.

El tamaño del PIB, el número real de parados, las cifras de déficit público o, incluso, lo que el Estado destina a sanidad o educación se pone en cuarentena o bajo sospecha. Nadie se cree nada. Y eso es un auténtico drama en un país que necesita volver a confiar en algo. La historia del siglo XX europeo ha demostrado hasta la saciedad que ciudadanos descreídos son el mejor caldo de cultivo para todo tipo de populismos y el resurgimiento de demagogos profesionales.

No se trata, en todo caso, de un fenómeno específicamente español. El fantasma del descreimiento recorre medio mundo favorecido por la aparición de nuevos canales de información que desmontan día tras día las falsas versiones oficiales, incapaces de entender que la verdad, al final, casi siempre saca la cabeza, aunque sea tarde.

La información de los votantes

La causa de este comportamiento inútil de muchos gobernantes probablemente tenga que ver con lo que sostenía el consultor Joseph Napolitan, con más de cien campañas políticas a sus espaldas. Napolitan, fallecido hace pocas semanas, decía que nunca hay que subestimar ni la inteligencia de los votantes ni la cantidad de información que se pone a su disposición. Y en la política española ha ocurrido exactamente eso. Se ha despreciado el conocimiento, lo que ha provocado un escepticismo general sobre todo lo que huela a política.

Y es, en este contexto, en el que el Gobierno ha cometido un error táctico de primera magnitud al haber jaleado los vientos de la recuperación mucho antes de lo que indicaba el sentido común. Es evidente que la economía española ha dejado atrás lo peor y que el ajuste (tanto en términos de empleo como de PIB en términos interanuales) está a punto de finalizar. Pero insistir en que la economía real va mejor -no la de carácter financiero- es un insulto a la inteligencia.

Va mejor simplemente porque los datos se comparan con los registrados en 2012 y primer semestre de 2013, es decir respecto de lo que sucedía durante una profunda recesión. Pero eso no significa que la renta disponible de las familias (el mejor indicador para detectar si se ha materializado) esté volviendo a niveles aceptables.

Sólo hay que observar lo que dicen las cuentas no financieras de la economía española que elabora el INE, y que deja bien claro que durante el tercer trimestre de 2013 la renta disponible bruta de los hogares siguió disminuyendo hasta los 162.521 millones de euros, lo que representa un 1,6% menos que en el mismo trimestre de 2012. Eso quiere decir que la Bolsa sube, pero la capacidad de gasto de los hogares continúa menguando. Básicamente porque se sigue sin crear empleo (se está produciendo un efecto sustitución de empleo a tiempo completo por parcial) y los salarios continúan sin crecer. Y empleo y salarios (y no los dividendos financieros) son las dos fuentes principales de la riqueza familiar.

Falsa confianza

Los problemas, por lo tanto, siguen ahí, y si el Gobierno en lugar de haber comenzado la campaña por la recuperación a la vuelta de pasado verano, cuando se convirtió en un auténtico asunto de Estado (extraña coincidencia de banqueros, altos empresarios e institutos de coyuntura), hubiera esperado dos o tres trimestres para anunciar un cambio de ciclo, es probable que las cifras de la Encuesta de Población Activa se hubieran recibido mejor por parte de la opinión pública. Es verdad que la obligación de cualquier Gobierno es insuflar confianza en los agentes económicos, pero tirarse a la piscina sin agua no parece aconsejable. Precisamente, porque conduce a la frustración.

Es evidente que la recuperación vendrá, sin duda por el acierto en muchas medidas tomadas por este Gobierno -con la inestimable ayuda del BCE- y por el enorme sacrificio que han tenido que hacer familias y empresas, pero poner los carros delante de los bueyes sólo favorece el descreimiento. A partir del segundo trimestre de 2014, de hecho, las cosas irán ya mejor (se volverá a crear empleo neto), pero crear falsas expectativas como se ha hecho en los dos últimos trimestres lleva necesariamente a la inutilidad de los mensajes políticos.

Un lector de El Confidencial ha hecho, en este sentido, la mejor radiografía de cómo está el país sin necesidad de hacer un profundo análisis de las cifras de la EPA.

‘Hace un año’, decía reginodelapena en el foro, me quemaron una costra que tenía en una pierna. Me dieron tres meses para la revisión y me llamaron ayer [por el pasado jueves] con una demora de tres meses. Bien, como buen pensionista llegué al especialista médico media hora antes de mi cita y me atendieron una hora y media después de mi llegada; no importa, me atendieron. Durante mi espera y dada la multitud de personas que estaban en los pasillos no pude dejar de oír sus conversaciones, la hija de una de ellas acababa de cerrar un quiosco. El hijo de otra estaba en el paro desde hacía diecinueve meses. Un muchacho a mi lado salía a las cinco de la tarde para Beirut a trabajar allí. El nieto de otra vivía en Ras Tanura [Arabia]. Los dos hijos de otro matrimonio trabajaban en Londres y unos conocidos de ellos fueron engañados por una agencia que los envió a Hamburgo. Eso lo dice todo de lo que está aconteciendo en Galicia. Esto ocurría hoy en el Hospital Naval de Ferrol’. Nada que añadir.

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