SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Otro disparate

Tiene razón la oposición al reclamar al presidente que comparezca en el Congreso a dar explicaciones y es probable que, tras examinar las anotaciones entregadas al juez por Bárcenas, el presidente se muestre en adelante más dispuesto a hablar de lo que estuvo hasta ahora. Porque apuntes ha aportado muchos, pero lo que el juez busca son pruebas. Así que puede que Alfredo Pérez Rubalcaba tenga al final la suerte de ahorrarse el trago de hacer el ridículo a cuenta de esta moción de censura recién anunciada. Algo tiene que ofrecer el líder del PSOE a su grupo y al resto de la oposición, es verdad, y tampoco le sobran las opciones. Pero lo de la moción de censura no es precisamente la mejor idea. De hecho, es un disparate y un jugar inútilmente con las instituciones, algo que los españoles no se merecen. Partimos de la base que el señor Rubalcaba cree que las reglas hay que respetarlas y no saltárselas a la torera. Y las reglas de la Constitución y del Reglamento del Congreso dicen que una moción de censura ha de incluir un candidato a la Presidencia, que exponga el programa político del Gobierno que pretende formar porque, si obtiene el respaldo de la mayoría, resulta investido. Pero Rubalcaba no quiere, ni puede, intentar sustituir a Rajoy. Bastante tiene con lograr enderezar y cohesionar su partido. Por eso, ayer, tuvo un rapto de sinceridad y confesó a los suyos que la iniciativa anunciada «está en los límites del Reglamento». No, no está en los límites: se los salta a pídola, es un juego vacuo, está destinado al fracaso y es una burla a los ciudadanos. Porque, si se hacen las cosas con seriedad, una moción de censura, además de paralizar políticamente a un país, sólo puede tener dos consecuencias. Una, la de abrir la puerta a todo un vuelco político, que fue lo que pasó en 1980, cuando Felipe González quedó entronizado como futuro presidente. O, dos, la de mostrar cómo un insensato sin capacidad ni posibilidades nos hace perder tiempo y la estabilidad, como en 1987, cuando Hernández Mancha tuvo aquella intervención inolvidable, por lo patética. Elija usted. Llevamos meses hablando de los problemas de liderazgo en el PSOE y de cuándo anunciará Rubalcaba que no será candidato a las próximas elecciones. Y ahora resulta que, si Rajoy no accede a hablar en el Congreso, el Parlamento podría abrirse el 30 de julio o incluso el 5 de agosto, para celebrar este simulacro de moción sin candidato, sin programa y sin voluntad de ganar el reto. Además, para producir el devastador efecto político que se pretende, la fecha es óptima, sí. Y, encima, las reglas no dicen que el presidente censurado esté obligado a intervenir en ese debate, así que podríamos asistir a un pase parlamentario de Cinco horas con Mario, pero sin Mario. O con Mario callado como un muerto. Para eso, es mejor que Rubalcaba se plante ante La Moncloa con una tienda de campaña y aguante allí impertérrito hasta que Rajoy ya no pueda soportar tanta presión y acabe rompiendo a hablar en torrentera. Pero, un respeto a las reglas. Y al personal.

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