El discurso en Egipto de Obama

Obama en el polvorí­n de Oriente Medio

El lí­der supremo de la Revolución iraní­, ayatolá Ali Jameneí­, ha asegurado hoy que el discurso dirigido al mundo musulmán pronunciado hoy por el presidente de Estados Unidos en El Cairo no es «suficiente». En una ceremonia con motivo de vigésimo aniversario de la muerte del fundador de la República Islámica, ayatolá Rujolá Jomeini, reiteró que se necesitan más que palabras y que Washington debe dar «pasos práctics». «Los esfuerzos que la nueva Administración norteamericana para cambiar la cara fea, detestable y ruda de los Estados Unidos no puede ser lograda únicamente con eslóganes», afirmó junto a la tumba de su predecesor.

Obama rometió hoy a los musulmanes un nuevo comienzo y aseguró que la única solución al conflicto en Oriente Medio es la coexistencia de dos Estados, el israelí­ y el palestino, donde ambos pueblos vivan en paz y seguridad. «Buscaré personalmente este resultado con toda la paciencia que esta tarea requiere», prometió Obama en su discurso, el que lanzó un llamamiento a todas las partes implicadas a «cumplir nuestras responsabilidades» para poner fin al conflicto en Oriente Medio.La primera gran crí­tica al discurso de Obama en El Cairo proviene de un diputado de Lí­bano perteneciente a Hezbolá. Hassan Fadlallah ha asegurado que «el mundo islámico no necesita sermones morales o polí­ticos, sino un cambio en la polí­tica estadounidense, comenzando por detener su apoyo a las agresiones israelí­es en la zona, sobre todo contra Lí­bano y Palestina». Hezbolá responsabiliza a EE UU de los problemas que hoy ha desgranado Obama en su discurso. «No hemos visto ningún cambio en lo que se refiere a la causa palestina».Al comenzar su segunda visita a Medio Oriente, el presidente Barack Obama buscó ayer la ayuda de Arabia Saudita para lograr dos objetivos clave: reconstruir la imagen de Estados Unidos en el mundo musulmán y revivir el proceso de paz palestino-iraelí­. Era «muy importante venir al lugar donde comenzó el Islam a buscar consejo de Su Majestad y discutir los temas que confrontamos aquí­ en Medio Oriente», dijo Obama antes de la conversación con el rey Abdulá en su chacra cerca de Riad. Su visita a Arabia Saudita, el mayor exportador de petróleo y un vital aliado de Estados Unidos en la región, fue en la ví­spera del muy aclamado discurso de El Cairo, la pieza central de su viaje, en el que tratará, en palabras del portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, de reestablecer las relaciones de Estados Unidos con el mundo islámico.Los funcionarios de la Casa Blanca, sin embargo, minimizaban el potencial impacto de la ocasión, diciendo que tal discurso solo no podrí­a solucionar de un golpe los complicados problemas de la región -sobre muchos de los cuales Arabia Saudita, el corazón cultural y religioso del Islam sunnita, puede tener un propósito vital-. «Confí­o en que trabajando juntos, Estados Unidos y Arabia Saudita pueden lograr progresos en una serie de temas de mutuo interés», dijo Obama refiriéndose a los problemas que van desde el conflicto israelo-palestino a incluir a Irán en la lucha contra el talibán y Al Qaida en Pakistán y Afganistán y al precio del petróleo.Sobre el primero, Obama se enfrenta a una dura tarea, mientras trata de convencer a un Israel resistente y a paí­ses árabes escépticos de que hagan concesiones que podrí­an poner nuevamente en marcha el proceso de paz. El mes pasado fracasó tratando de convencer a Netanyahu, a que se comprometiera a una solución de dos estados o que detuviera el crecimiento de los asentamientos.Con movimientos que fracasan en ambos frentes, los gobiernos árabes señalaron esta semana que no se puede esperar que vayan más allá del ofrecimiento existente, que data de 2002: que Israel normalice las relaciones con el mundo árabe a cambio de un Estado palestino dentro de las fronteras anteriores a 1975 y el regreso de por los menos algunos refugiados palestinos. Un tema relacionado es Irán. La Casa Blanca cree que puede manejar la gran preocupación entre los vecinos árabes respecto de Teherán (por la creciente influencia de esta última en la región y su búsqueda de armas nucleares), para acelerar el progreso en el frente israelo-palestino.No hay forma de ocultar las diferencias entre la nueva administración de Obama y el gobierno Israelí­. Incluyen el tema de Irán y su ví­nculo con la cuestión israelí­-palestina. Netanyahu cree que los planes de Estados Unidos para dialogar con Teherán pueden demorar fatalmente la aplicación de la necesaria presión para evitar que adquiera armas nucleares. Obama se preocupa por que Israel pueda lanzar un ataque unilateral sobre Irán.La Casa Blanca busca sentar en una misma mesa a todos los implicados en el conflicto de Oriente Medio para buscar una paz duradera que de estabilidad a la región. Obama tiene previsto dirigirse al mundo islámico en El Cairo, tras lo cual, en julio o agosto, se celebrarí­a una conferencia de paz multilateral, que implicara a las distintas partes del conflicto. No solo una reunión entre israelí­es y palestinos, sino que estos se sentarí­an a negociar con los israelí­es, los israelí­es con los sirios y también con los libaneses.Prometió allá en 2007 dar un discurso a los 1,5 millón de musulmanes del mundo si llegaba a presidente. Este es ese momento, aunque hizo un anticipo cuando en Estambul habló de una nueva era de «respeto mutuo» entre musulmanes y Estados Unidos, al final de su último viaje. Los asistentes han estado tratando de bajar las expectativas, insistiendo en que el discurso no tendrá nuevas propuestas y será más general. «Quiero aprovechar la ocasión para dar un mensaje más amplio sobre cómo Estados Unidos puede cambiar para mejor su relación con el mundo musulmán», dijo Obama la semana pasada después de reunirse con el presidente palestino, Mahmud Abbas, en Washington.Todo esto puede desencantar a los musulmanes del mundo árabe, que esperan más muestras de cambios reales de Estados Unidos que muchos llegaron a despreciar durante los años Bush, cuando su ejército invadió Afganistán e Irak y fue acusado de abuso de prisioneros en la prisión de Abu Ghraib. Washington se enfrenta a la posibilidad de que el polvorí­n de Oriente Medio explote a la menor chispa, cuyas consecuencias podrí­an ser imprevisibles pero nefastas para encrucijadas como la cuestión nuclear iraní­, la retirada de Irak, la reconquista de Afganistán o el rescate de Pakistán del caos. Ante una situación global de declive de su hegemoní­a, la superpotencia necesita perentoriamente no sólo pacificar el conflicto palestino israelí­, sino dotar a la zona de unas bases de estabilidad relativamente duraderas.

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