EEUU presiona a Israel para que cambie de polí­tica

«No les van a gustar mis palabras»

«No les van a gustar mis palabras». Estaba en la boca del lobo, en la reunión anual del sancta sanctorum del lobby judí­o de EEUU, pero el vicepresidente norteamericano es un viejo zorro, un patricio curtido en muchas lides, así­ que fue franco y directo: «Israel tiene que trabajar en una solución que se resuma en dos Estados», dijo Joe Biden. «No construyan más asentamientos, desmantelen los ya existentes y permitan a los palestinos libertad de movimiento y acceso a oportunidades económicas», insistió. Similares argumentos fueron expuestos por Barack Obama ante el presidente del Estado de Israel, Simón Peres, de visita en Washington. EEUU presiona a Israel para que rectifique su polí­tica, en rumbo de colisión con los planes de la superpotencia para Oriente Medio.

El oderoso Comité de Acción Política Israel-EEUU (AIPAC, en inglés) había conectado vía satélite el día anterior con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, que aseguró que su gobierno esta preparado para iniciar “cuanto antes mejor” las conversaciones de paz con los palestinos, y que contemplan una "vía triple" de aproximación al conflicto con una estrategia política, económica y de seguridad. Pero toda esa retórica es humo ante una política incendiaria, de hechos consumados, que promueve ya alienta la ampliación de los asentamientos judíos en Cisjordania, que mantiene el bloqueo de Gaza o que se niega furibundamente a hablar siquiera de “Estado palestino”. Por eso Joe Biden desdijo al premier israelí y aseguró que EEUU quiere que Israel de un giro de 180º en su política. El mensaje de Washington hacia Tel Aviv está dentro de las coordenadas que cualquier presidente sabe que no se pueden sobrepasar –pase lo que pase- con respecto a Israel: EEUU seguirá garantizando la seguridad y la existencia del Estado de Israel, como pieza clave de su dominio de Oriente Medio. Pero la situación del mundo y el declive de la superpotencia exigen imperiosamente la Pax Americana en Oriente Medio y desactivar su foco de inestabilidad secular: el conflicto palestino. Washington busca ahora decididamente un Estado palestino e Israel tiene que ceder. El consejero en temas de seguridad de Obama, el general James Jones, ha filtrado a la prensa una conversación con un "ministro de Exteriores europeo" no identificado, que la nueva Administración no será tan permisiva como la de Bush en lo relativo a la cuestión palestina. El diario israelí Haaretz revelaba ayer que Jones confesó a este ministro europeo que si bien la Casa Blanca intentará no poner al Gobierno de Netanyahu entre la espada y la pared, será más "firme que en tiempos de Bush”, y "convencerá a Israel de alcanzar un compromiso con los palestinos". Pero para ejercer presión sobre el gobierno de Tel Aviv –cuyo primer ministro habrá de visitar EEUU la semana que viene- Washington dispone de abundantes mecanismos no sólo externos sino internos, empezando por el presidente del estado de Israel, Simón Peres, que ayer se entrevistó con Barack Obama. Peres, un viejo conocido de los Clinton –fue ministro de exteriores del que fue su gran rival, Isaac Rabin, en la época de los acuerdos de Oslo con Arafat- parece mucho más dispuesto a seguir la batuta de la Casa Blanca que el halcón Netanyahu. Hasta tal punto que mostró buena actitud –aunque sin gran entusiasmo- ante la mejora de las relaciones entre EEUU y la bestia negra de Israel, Iran. Si tienen éxito, pueden ser "lo mejor de todo", dijo Simón Peres, y añadió "a lo mejor, algo bueno sale"

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