El terrorismo siempre es fascismo. Imponer un proyecto político -da igual el que sea, da igual en nombre de qué- mediante asesinatos, bombas, amenazas, terror y miedo… es fascismo.
ETA fue una banda terrorista y fascista. Cuando se les pone frente al espejo de sus crímenes y de su negra base de principios, la mal llamada izquierda abertzale que acompañó y amparó este terror y que nunca se ha autocriticado, se escabulle de manera rastrera y resbaladiza. Ayer lo hizo el candidato a lehendakari de EH Bildu, Pello Otxandiano, que se negó a llamar «terrorista» a ETA. «¿Qué es hoy terrorismo?», dijo titubeando, visiblemente incómodo
No, no es cobardía como algunos han dicho. Es lo que piensan. No todas las bases y votantes de Bildu, pero sí la mayoría de sus dirigentes. Demuestran que no son mejores que la derecha que niega o blanquea los crímenes del fascismo de Franco.
Hagamos un ejercicio de imaginación.
Imaginemos a cierto político ultraderechista, líder de una formación cuyo color corporativo es el verde tóxico.
Imaginemos que un periodista le interpela, por ejemplo, sobre los cuarenta años de franquismo. De manera directa, seca, sin anestesia. Una pregunta recta que pide una respuesta diáfana, empezando por un monosílabo.
– «Señor Abasqual, ¿el régimen de Franco fue una dictadura?»
– «Los años del general Franco fueron, eh… unos años difíciles», responde. «“Bueno, las consideraciones o las denominaciones [del franquismo] pueden ser diversas. La violencia de la Segunda República también puede tener diferentes títulos, pero no creo que esa sea la cuestión. Ya sabe, Paracuellos, las iglesias ardiendo. Después de tanto tiempo, ese ciclo ya lo hemos dejado atrás, dejémonos de guerracivilismos».
– «Pero, ¿y los cuarenta años de régimen?. ¿Y los fusilados, los torturados, los represaliados, y el terror contra la población? ¿Eso no es una dictadura?»
– «No me parece que esa sea la cuestión fundamental»
– «Es una cuestión muy importante»
– «Sí, pero ¿qué es una dictadura hoy en día? Podemos discutir sobre las consideraciones acerca de las dictaduras…»
Imaginen la escandalera que se montaría. Nadie diría que el dirigente ultra escurre el bulto porque es un «cobarde», sino porque -aunque no lo pueda decir abiertamente- él está de acuerdo, en el fondo y en la forma, con los cuarenta años de dictadura fascista, con cuarenta años de terror y fuerza para «aplastar a los rojos», al movimiento obrero y revolucionario que tomó la dirección política en la II República. No es un cobarde, es cómplice y forma parte de lo que no quiere denunciar.
Pues es la escandalera que se ha montado con las palabras de Pello Otxandiano, candidato a lehendakari por Bildu, entrevistado por Aimar Bretos en Hora Veinticinco de la Cadena Ser, que hizo verdaderas piruetas verbales ante la pregunta de «¿ETA fue un grupo terrorista?».
Haciendo gala del ofídico arte de tratar de huir de la cuestión, Otxandiano dijo «ETA fue un grupo, eh… armado”. «Las consideraciones o las denominaciones [de ETA] pueden ser diversas. La violencia del Estado también puede tener diferentes títulos, pero no creo que esa sea la cuestión”. Luego echó mano al manual whataboutista que tanto usa esa izquierda heredera del KGB, para hacer referencias a los “GAL” y a la “tortura policial”. Y cuando el periodista le repreguntó, puso la guinda. «Ya, ¿pero que es hoy en día terrorismo?».
Veamos.
Desde hace 13 años ETA ya no existe, ya no actúa, ya no asesina ni amenaza. Y no existe porque fue derrotada por la rebelión democrática, por la valiente movilización ciudadana, en Euskadi y en el resto de España. Fue una disolución conseguida no gracias a la izquierda abertzale, sino muy a pesar de ellos.
Como todas las muertes, la de ETA es irreversible. Su terror no va a volver porque no tiene cabida ni en la sociedad vasca ni en la española. Todas las voces que desde la derecha y la ultraderecha sacan permanentemente a ETA en el debate político lo hacen casi siempre desde intereses bastardos y espúrios que poco o nada tienen que ver con la dignidad de las víctimas o con la memoria democrática.
Durante todo ese tiempo la izquierda abertzale ha dado pasos para incorporarse al juego político democrático, en Euskadi y en la política nacional y eso es siempre una buena noticia. Ahora que ETA no existe, ni mata, ni amenaza, sus votos y sus escaños son tan legítimos como los del PSOE o los del PP. Y tienen derecho a participar en las negociaciones políticas, a apoyar o a mercadear -como todos los demás- en la formación de gobiernos o la aprobación de los presupuestos. Y también a gobernar allí donde la aritmética parlamentaria lo decida.
Pero lo que no tienen ningún derecho es a blanquearse, a edulcolrar su pasado, a relativizar los crímenes fascistas de ETA y sus camisas pardas, la Kale Borroka, ni las declaraciones y amenazas fascistas de los dirigentes de Batasuna, con Otegui a la cabeza.
No tienen ningún derecho a blanquear ni a esconder los 850 asesinatos de ETA, entre ellos 379 sin resolver; las bombas en supermercados, plazas públicas y calles; los asesinatos a sangre fría de concejales o policías delante de sus hijos, de menores… y hasta de los enterradores de los que habían matado días antes; los heridos y mutilados, los secuestrados, las extorsiones, las amenazas, los exiliados…
No tienen ningún derecho a exigir que nadie pase página porque nunca, jamás, se han autocriticado. Sí lo han hecho -como cuentan películas ferozmente valientes como ‘Maixabel’ (2021), de Icíar Bollaín- algunos de los verdugos etarras, pidiendo perdón a las víctimas de forma sincera y desgarradora. Los asesinos y sus cómplices han de escupir el veneno y hacer una autocrítica radical. En las manos de las víctimas está el conceder la absolución o no.
Este es el único camino para limpiar la herida y que pueda cicatrizar. La única vía ética y moral hacia una reconciliación basada en la justicia, en la reparación y en la verdad. Esta premisa es igualmente válida ya hablemos de los crímenes del franquismo, de la dictadura militar argentina, o del terror fascista de ETA.
Pero los dirigentes de la mal llamada izquierda abertzale -especialmente los de Sortu, los herederos puros de Batasuna- nunca, nunca, nunca, se han hecho una autocrítica, ni siquiera algo remotamente parecido.
Cuando se les invita a «condenar» a ETA ellos responden «rechazar». Siguen incluyendo a exmiembros de ETA -de los que tienen sangre en las manos y de los no arrepentidos- en sus listas, hasta que el escándalo les obliga (por conveniencia) a quitarlos. Siguen impulsando homenajes a etarras, cada mes y cada semana, en los pueblos de la Euskadi rural. Realizando mítines a pocos metros de donde ETA llenó la calzada de sangre, como el acto de Bildu del 8 de abril en Andoáin, a sólo 200 metros del lugar donde la banda terrorista asesinó en el año 2000 al periodista José Luis López de Lacalle, histórico comunista y fundador de CCOO en Euskadi y del Foro de Ermua.
Nos exigen que pasemos página, cuando lo que ocurre es que esta página no quieren ni leerla. Como buenos negacionistas, quieren arrancarla de los libros de historia, para quedar a salvo ellos en el olvido y en la desmemoria.
Las declaraciones de Otxandiano son mucho peor que inaceptables. Son cómplices.
ETA fue una banda terrorista y el terrorismo siempre es fascismo, venga de donde venga
Es una ignominia que nadie que se llame de izquierdas subvierta la memoria, o justifique o blanquee el fascismo.