Ni a la de tres

“A la tercera fue la perdida”. Así titulaba su crónica el director de El Periódico, el diario de mayor tirada en Cataluña. Tras no haber podido ni siquiera celebrar el pleno, al revelarse inviables las candidaturas de Puigdemont y Jordi Sánchez, la abstención de los diputados de la CUP ha hecho fracasar el intento de investir a Jordi Turull.

Lo que algunos calificaban de “astucia” -protegiendo a Turull, al querer presionar al juez Llarena, que hoy debe decidir su futuro, presentándolo como president in pectore de Cataluña- ha sido en realidad, como reconoce el director de El Periódico, “otro autogol que se marca el independentismo”, y la demostración de que “la mayoría soberanista en el parlament ya no existe en los hechos”.

La debacle de las élites independentistas, que ya no es una retirada sino una huida en desbandada y desorganizada, es ya histórica.

Turull hizo un discurso “autonomista”, en el que ni siquiera se hacía mención alguna a la independencia, la república catalana o el derecho a decidir. La ex presidenta del parlament, Carmè Forcadell, o Dolors Bassa, consellera en el gobierno de Puigdemont, abandonaban su escaño. Y Marta Rovira, segunda de ERC tras Junqueras, huía de España, en una decisión personal para escapar de la justicia que el partido desconocía.

El PDeCAT ha fracasado en sus tres intentos de investidura, ERC tiene fuera de juego a su primer y segundo… y las élites de la burguesía burocrática catalan ya no son capaces de encuadrar a las CUP, como hicieron en 2015, ni aún costa de concesiones como la de someter al nuevo president a una moción de confianza un mes después de su investidura.

“El procés ha concluido definitivamente”, esta sentencia, pronunciada por las CUP, fue la más repetida en el programa especial con que TV3 valoraba el fracaso de la investidura de Turull.

La victoria del Estado y del “plan Moncloa” es ya por una goleada escandalosa. Han ejecutado el 155, han sentado en el banquillo o encarcelado a toda la cúpula independentista, y ni ha pasado nada ni ha existido posibilidad de respuesta por parte de unas fuerzas de la fragmentación desmovilizadas y en estado de shock.

Hoy el juez Llarena va a dictar un auto de procesamiento donde con toda probabilidad serán acusados de rebelión, y con penas de prisión, toda la élite independentista.

El informe de la Guardia Civil, de más de 2.000 páginas, documenta las reuniones y planes del sanedrín que diseñó el 1-O y la DUI, y una malversación de fondos públicos de 1,9 millones para financiarlo.

Y el gobierno central no va a desactivar el 155 hasta que exista en Cataluña un gobierno efectivo que acate sin matices los límites de la legalidad constitucional.

El fracaso de la investidura de Turull marca el inicio del reloj, con dos meses de plazo para que haya un president o elecciones en julio.

La presión sobre las élites independentistas para recuperar el gobierno, una necesidad cada vez más urgente, va a ser máxima.

También sobre un Puigdemont y Comín que deberían renunciar a sus escaños para que estuviera garantizada la investidura, si los diputados de la CUP no cambian su postura, algo harto difícil.

La candidatura de Turull ya ha quedado aparcada, y la negociación dentro del independentismo está ahora en el plan D, necesariamente con un candidato libre de horizonte judicial.

La carta del independentismo de amenazar con nuevas elecciones tiene ahora mucha menos fuerza, y representa un problema para Puigdemont y el PDeCAT, los núcleos de la burguesia burocrática que ha impulsado y sostenido el procés.

Es así por la influencia de un protagonista tan olvidado por muchos como decisivo en lo que sucede en Cataluña: la mayoría social que defiende la unidad y rechaza la ruptura.

Todas las encuestas confirman un descenso creciente del apoyo a la independencia, que apenas llega al 32% del censo, y un descenso de las expectativas de voto de Junts per Catalunya, que hoy sería superada por ERC, con un Oriol Junqueras que aún desde la cárcel aparece como futuro presidenciable.

Lo que se está dirimiendo es cual será el paisaje después de la derrota del independentismo, y en qué condiciones pueden acceder al gobierno, recomponer sus fuerzas internamente y mantener abierta la herida en el plano internacional.

En un nuevo escenario en el que podrían desarrollarse nuevas alianzas. Ayer Miquel Iceta ya anunciaba al PDeCAT que si renuncian definitivamente a la independencia podría abrirse la posibilidad de un pacto. Y ERC ya ha reiterado su apuesta por unir a los comunes y el PSC.

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