Teorí­a Marxista

¿Neoliberalismo… o simplemente capitalismo?

«Madrid será la tumba del neoliberalismo». Así­ se pronunciaba J.C. Monedero, uno de los fundadores de Podemos, en un reciente acto público. Señalando que el enemigo al que nos enfrentamos, quien impone los recortes, es el neoliberalismo, caracterizado por la dictadura de los mercados y el dominio de gigantescas multinacionales sobre los Estados. Este pensamiento es dominante en buena parte de la izquierda. Pero la realidad, y vamos a comprobarlo, nos dice exactamente lo contrario.

Lenin tenía razón

Un reciente estudio del Mckinsey Global Institute -una de las principales consultoras mundiales- documenta la nueva oleada de fusiones entre los grandes monopolios. La suma de todas las operaciones mundiales entre compañías superará este año los 4 billones de dólares, un récord histórico.

Para buena parte de la izquierda, esto es resultado del avance del neoliberalismo, uno de los efectos de la globalización que tiene su origen en la victoria norteamericana en la Guerra Fría.

No es verdad. Hace exactamente un siglo, Lenin publicó “El imperialismo, fase superior del capitalismo”. En él ya se establecía que “el imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero”.

El capitalismo de libre cambio hace ya mucho tiempo que desapareció, y no puede volver, ni siquiera bajo la forma de un “neoliberalismo”.

A finales del siglo XX los grandes gurús de la gestión predijeron el fin de las megacompañías, y el auge de grupos de menor tamaño liderados por emprendedores. Lo que ha sucedido, tal y como predijo Lenin, es todo lo contrario, porque bajo la dominación del imperialismo, la tendencia inevitable es al aumento de la concentración monopolista de la producción, el capital y la riqueza.

Los datos que proporciona el Mckinsey Global Institute así lo confirman.

En EE UU el número de empresas que están en Bolsa se ha recortado a la mitad entre 1997 y 2013 pasando de 6.797 a 3.485. Y donde más ha avanzado la concentración ha sido en el sector financiero. Los 37 grandes bancos que existían en EEUU en los noventa, se han reducido a solo cinco, que acaparan el 45% de los activos bancarios del país.

Si miramos el conjunto del planeta, en los últimos treinta años, los beneficios empresariales se han multiplicado por cuatro. Pero tan solo el 10% de los grupos que cotizan en bolsa se lleva el 80% de todos los beneficios.

Las dos operaciones de fusión más grandes durante este año han creado dos gigantescos oligopolios.

La compra de Time Warner por AT&T les permite controlar buena parte de los contenidos televisivos, la producción de películas… Incluso Donald Trump, nada sospechoso de izquierdismo, se ha opuesto afirmando que “este tipo de operaciones destruye la democracia al concentrar una gran cantidad de poder en unas pocas manos”.

La fusión entre dos gigantes como Bayer y Monsanto ha alumbrado el mayor grupo mundial del sector agroquímico. Si en 1996 habían 600 grupos independientes dedicados a la producción de semillas, ahora el 70% de todo el mercado mundial estará controlado por solo tres monopolios.

No lo decimos nosotros, lo dicen los economistas de la American Farm Bureau Federation, un organismo estatal, para los que “la reducción en el suministradores de semillas y de productos químico perjudicará al consumidor. Terminarán pagando más caro lo que podrían tener a precios más competitivos”.

Mucho más claro fue Perter Thiel, cofundador de PayPal, en un artículo publicado en The Wall Street Journal, significativamente titulado “La competencia es para los perdedores”, en el que afirmaba que “si se quiere captar el valor que existe en el mercado, es necesario construir un monopolio”.

No puede ni hablarse de libre competencia ni de economía de mercado cuando un pequeño puñado de grandes bancos y empresas lo son todo, mientras millones de pequeños productores no son nada.

No existe una sola rama de la producción que no esté sometida al control monopolista. Desde los sectores menos desarrollados, como la distribución alimentaria -concentrada en España en cinco grandes grupos-, hasta los de alta tecnología, como internet (Google, ahora conocido como Alphabet, se ha “tragado” a 160 pequeñas compañías).

El País encabezaba un reciente reportaje sobre el aumento de la concentración empresarial bajo el título “La amenaza de los oligopolios mundiales”. Porque el mayor dominio monopolista no revierte en la extensión de un difuso “neoliberalismo”, sino en más poder de las principales burguesías monopolistas para imponer su atraco y extorsión sobre todo el planeta.

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