El referéndum del 1-O

Negro por fuera y negro por dentro

Todos los que en Cataluña defienden honradamente el derecho a decidir deben tomar una posición rotunda contra la estafa antidemocrática que pretenden imponernos los Puigdemont el 1-O.

Desde Junts pel Sí se llama a los contrarios a la independencia a participar en el 1-O defendiendo el No, para “reforzar la democracia y pararle los pies a Rajoy”.

Y algunos sectores de la izquierda consideran que se debe aprovechar el 1-O para “avanzar en el ejercicio del derecho a decidir”, y como “rebelión frente al autoritarismo del PP”.

Ambas apreciaciones son rotundamente falsas y generan una peligrosa confusión.

El 1-O no es que viole todas las leyes, es que, y eso es mucho más grave, representa una imposición antidemocrática y reaccionaria.

Se trata de un referéndum convocado unilateralmente por Junts pel Si y las CUP, que solo representan a poco más del 36% del censo. Amparándose en una ley aprobada en el parlament con un procedimiento extraordinario que impide a la oposición debatirla o siquiera proponer enmiendas.

Su misma convocatoria excluye a dos de cada tres catalanes, recortando sus derechos.

La Sindicatura Electoral, que debería velar por la limpieza del proceso, será elegida solo con los votos de los defensores de la independencia. Ellos convocan el referéndum, ellos deciden la pregunta, y ellos controlan los resultados.

El PP jamás se atrevería a convocar así unas elecciones en el conjunto de España.

La votación se convoca con apenas 24 días de antelación, sin posibilidad de poder abordar un debate que permita a la población forjarse una opinión consciente y decidir el sentido de su voto.

Bajo un clima donde quienes se enfrentan a la independencia son sistemáticamente marginados en los medios de comunicación públicos. Y donde quien discrepa o duda es tachado de traidor y señalado poco menos que como enemigo público.

¿Qué tiene esto de democrático?

Efectivamente, el aspecto central del 1-O no es independencia sí o no, sino la democracia. Pero justo en el sentido contrario a lo que afirman Puigdemont o Junqueras.

El 1-O es un ataque contra la democracia y la capacidad de los catalanes de decidir su futuro.

Acierta el manifiesto presentado por casi 300 dirigentes y militantes de Catalunya en Comú, bajo el título de “L´1-O no hi anirem” (“El 1-O no iremos”) en el que llama a no participar en una votación que carece de las mínimas “garantías” democráticas y que ha sido diseñado por el independentismo como “una justificación no homologada democráticamente para continuar con el proceso. Denunciando lo que definen como una democracia de “toque de queda” que impulsa el 1-O desde la minoría de los votos de los ciudadanos, sin arbitro imparcial, sin debate público, sin ley, sin igualdad y sin neutralidad de los medios de comunicación públicos”.

Ningún demócrata, tampoco quienes defienden la independencia como alternativa, puede legitimar con su participación esta aberración antidemocrática.

La resolución del conflicto generado en Cataluña va a requerir, con total seguridad, una votación, un referéndum donde el conjunto de la sociedad catalana puede decidir, de verdad, consciente y libremente, su futuro.

Pero ello exige unas condiciones democráticas, un amplio consenso de la mayoría social en su convocatoria y en su realización, un debate donde todas las opciones dispongan de los mismos medios para expresarse, y donde no se coarten los derechos de una de las partes.

El 1-O no es que no permita avanzar en ese camino, es que nos empuja en la dirección contraria.

Todos los que en Cataluña defienden honradamente el derecho a decidir deben tomar una posición rotunda contra el 1-O. Conquistar las condiciones para poder ejercer ese derecho exige enfrentarse a la estafa antidemocrática que pretenden imponernos los Puigdemont.

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