Pilar Bonet, corresponsal en Rusia y Ucrania

Náufragos del Imperio. Apuntes fronterizos

Entrevistamos a Pilar Bonet, autora de "Náufragos del Imperio", corresponsal de El País en Rusia y Ucrania, y profunda conocedora de los entresijos y las gentes del espacio exsoviético

La periodista Pilar Bonet, corresponsal de El País en Rusia, Ucrania y los países de la antigua URSS desde hace cuatro décadas, es una de las máximas conocedoras de los entresijos del espacio exsoviético, pero sobre todo de sus gentes, de sus personajes y escenarios.

En «Náufragos del Imperio. Apuntes fronterizos» (Galaxia Gutenberg), Pilar Bonet combina historias de “náufragos” -personajes de carne y hueso, de rusos y ucranianos que conoce bien, retratados con detalle y mimo-, victimas de las tempestades y zozobras de sus países, con apuntes periodísticos recogidos de primera mano por la autora, que ilustran el trasfondo de los acontecimientos en en Crimea o Donestk en las últimas décadas. Un retrato vivo de la trágica trayectoria de un espacio postsoviético que ahora es el teatro de operaciones de las ambiciones imperiales del Kremlin.

.

En el libro habla de una «Rusia atrasada y arcaica, cada vez mas sumida en el marasmo de una clase resentida y agresiva, con enormes complejos de inferioridad (y armas nucleares), una clase oscurantista que funciona a base de propaganda de estilo soviético, pero mucho más perversa». ¿Cuánto pervive aún del régimen soviético en el actual régimen de Putin?

El régimen de Putin es en parte descendiente del régimen soviético, pero no sólo de él. Hay que tener en cuenta el tiempo presoviético, la Rusia zarista imperial, y el tiempo que pasó tras la desintegración de la URSS, esos decisivos años 90, en los cuales cristalizaron tendencias revisionistas, resentimientos. Esa sensación de haber perdido un Imperio, una nación que era una gran superpotencia global convertido en un país de segunda clase, con un poder regional.

Esa década postsoviética, de 1991 al 2001, es fundamental para entender el resentimiento y el ansia de recuperar una posición de gran potencia global, a la que el mundo tema y respete, por parte de esa clase dominante rusa. Esos diez años son percibidos por los rusos actual como una época dramática de gran inseguridad y grandes zozobras, donde gran parte de la población quedó desamparada y a su suerte. Y esa percepción es acentuada intencionadamente por la propaganda estatal rusa, para apuntalar el nacionalismo actual y los proyecto de restaurar la gloria perdida.

En «De la seducción a la guerra», cuenta los devenires de las «dos Ucranias» -la que mira a Rusia y la que mira a Occidente-«. ¿Es esta la contradicción fundamental que ha ido dividiendo no sólo a sus regiones, sino a su clase dominante y a sus élites políticas?

Así es. Y esto quedó muy patente en 2014, en el tratado de Asociación Económica, con la disyuntiva de si Ucrania se integraba en la comunidad económica hegemonizada por Rusia o si se orientaba hacia tratados comerciales con Occidente. Pero yo creo que este choque fue fruto también de un cúmulo de errores, porque estas dos Ucranias, la del oeste que mira hacia Europa, y la del Este que mira hacia Rusia, se hubieran podido «coser», si se hubieran llevado adelante políticas con más visión de futuro, más tolerantes e integradoras especialmente hacia los rusoparlantes del este.

El tema de la lengua tiene mucho que ver con la capacidad de integrar. El ruso y el ucraniano son lenguas emparentadas, como el español con el catalán o el italiano. Dos hablantes se pueden entender. Pero si los rusoparlantes no se hubieran visto amenazados o minusvalorados por las políticas de Kiev fomentando una Ucrania centralista, pienso que las contradicciones se podrían haber encauzado. Antes de 2014 hubo algún intento de formar una Ucrania de fusión, tolerante hacia sus minorías, pero los hechos del Euromaidán consumaron su fracaso. Y es una desgracia, porque es un país con muchísimas posibilidades, que podría haber sido muy próspero y un ejemplo de multiculturalidad y de maravilla en Europa. Ucrania lo tiene todo para ser un gran país, y fíjate cómo la guerra la ha arruinado.

«Estas dos Ucranias, la del oeste que mira hacia Europa, y la del Este que mira hacia Rusia, se hubieran podido «coser», si se hubieran llevado adelante políticas con más visión de futuro, más tolerantes e integradoras»

En «la profesora de ucraniano» cuentas la historia de Katya, una rusoparlarlante del este de Ucrania que eligió ser ciudadana de su país, y con la que mantiene las clases por videoconferencia. Hija de un ruso y una ucraniana del Donbás, su familia queda dividida por la guerra. Incluso cuando se produce la invasión, el padre dice «Putin os va a salvar». ¿Tal es el poder de enajenación de la propaganda rusa?

Sí, por desgracia es así. Hay que tener en cuenta que gran parte de la población no tiene otras fuentes informativas que no sean los medios de comunicación oficiales rusos, que existe una gran andanada propagandística, de la cual hay experiencia en el mundo soviético…

En parte es por la propaganda, y en parte es por el deseo de la gente de no enfrentarse a cosas nuevas, por la nostalgia de un tiempo pasado que en la mayoría de los casos fue mejor para muchos de ellos. Hay que tener en cuenta que una gran parte de la población de Rusia y de Ucrania se ha visto muy empobrecida, está desorientada y llena de incertidumbre. En el mundo soviético se tenía poco, pero había certidumbres y una sensación de que el Estado cubría las necesidades básicas. Ahora la gente tiene que salir a buscarse la vida en condiciones muy precarias. Por eso la propaganda de volver a ser una Rusia grande y fuerte cala entre muchos sectores.

Y es cierto que en el Donbás hay una cierta demonización de lo que representa una idea nacional ucraniana. Esa demonización en parte viene de la época soviética, pero que también Moscú ha promovido en las últimas décadas. Pero también en esto ha contribuido la falta de magnetismo y de atractivo, los graves errores de las autoridades de Kiev a la hora de explicar el modelo nacional ucraniano, especialmente en el este. Por ejemplo con las políticas lingüísticas contra el ruso, la lengua materna en estas regiones. Esos son algunos ingredientes que nos han llevado a esta situación.

El 24 de febrero de 2022 la Rusia de Putin invade Ucrania, lanzándose sobre Kiev en lo que esperaba que fuera una captura «relámpago» del país. Pero se encuentra con un pueblo ucraniano que «les muestra la cara, no las espaldas». ¿Era previsible esta resistencia?

Aquí hay división de opiniones, porque se sabía que Rusia había concentrado numerosos efectivos en la fronteras. Pero el grueso de los analistas, y hasta de los políticos de Rusia y Ucrania, no creían que la invasión fuera a ocurrir. Se veía como una maniobra de intimidación, de presión. A la mayoría le pilló por sorpresa, aunque si hubieran analizado fríamente los datos, quizá hubieran pensado que Rusia no hace una concentración de fuerza de este tamaño sólo porque sí.

Y en cuanto a la respuesta de los ucranianos, la palabra es «numantina». A pesar de la diferencia de posibilidades y de recursos que tiene un país y otro, los ucranianos le han plantado cara a Rusia. Empezando por el mismo Artiom [el esposo de Katya, la profesora de ucraniano de Bonet, que estaba de camionero por Europa] que se presentó voluntario en el ejército para defender el país.

Pero en una guerra de resistencia como la que se ha transformado esta contienda, me temo que tienen más posibilidades de ganarla los que tienen más recursos. Y como dijo Putin en una reciente entrevista, Rusia tiene más profundidad estratégica y más capacidad de resistir desde el punto de vista de los hidrocarburos. Y el hecho de que sea un país autoritario le permite encuadrar a remesas de cientos de miles de personas a la muerte, como carne de cañón.

Y así estamos, con ese desgaste por parte de Ucrania que se ve agravado con la disminución de la ayuda occidental ahora que ha estallado el conflicto de Oriente Medio. La vida humana para Putin vale menos. Puede enrolar a mucha gente de las regiones remotas de Rusia, y el descontento queda diluido en la gran extensión de este país.

.

Las revoluciones de colores

Tras las protestas electorales en Serbia, Bielorrusia, Azerbaiyán y Georgia, Moscú empieza a identificar a las llamadas «revoluciones de colores» como intervenciones de EEUU en esos países de la órbita rusa. Teniendo en cuenta que el sustrato de hastío contra la corrupción y contra las maniobras antidemocráticas para mantenerse en el poder de las élites prorrusas es totalmente genuíno, legítimo y endógeno… ¿qué opina? ¿Fue la intervención de EEUU el impulsor oculto de la Revolución Naranja de 2004 y su continuación, el Euromaidán de 2014?

Habrá quien crea eso. Pero yo creo que no, que eso es parte de un pensamiento conspirativo muy arraigado en algunos círculos de la izquierda de nuestro país. Yo creo que la gente es responsable de su propio destino, y que los pueblos eligen hacia dónde quieren ir, y que es una falta de respeto a los pequeños pensar que son marionetas bien de Rusia o bien de EEUU.

Yo creo que los movimientos proocidentales nacen desde dentro de sus sociedades. Venía desde dentro en Bakú (Azerbaiyán) -y lo sé porque lo viví-, venía desde dentro en Georgia, y venía desde dentro en Ucrania. Otra cosa es que luego eso lo apoyara EEUU, lo apoyara Reino Unido, no discuto que hubo ese apoyo, pero no creo que sea el factor fundamental.

Las sociedades no son marionetas, no creo que las revoluciones de colores fueran impulsadas y propiciadas desde Occidente. Es evidente que luego Occidente las apoyó, pero no está en su origen.

Yo he vivido en Azerbaiyán como hubo un proceso electoral con irregularidades donde los observadores internacionales se dividieron. Unos daban por bueno el resultado y las explicaciones del régimen, y otros hablaban de fraude.Y lo mismo pasó en Bielorrusia. Hay todo un potencial de protesta, de descontento en estos países, que no se recogía porque se falsificaban las elecciones, muchas veces con el visto bueno de los observadores occidentales.

Las sociedades no son marionetas, no creo que las revoluciones de colores fueran impulsadas y propiciadas desde Occidente. Es evidente que luego Occidente las apoyó, pero no está en su origen.

.

El separatismo del Donbás

Cuentas en el libro que mientras que en Crimea la anexión fue prácticamente incruenta, en el Donbás la sublevación separatista si estuvo acompañada de violencia, porque el proyecto del Kremlin -la Novorossia- no estaba maduro. ¿Hubieran podido mantenerse los independentistas del Donbás sin el apoyo financiero y militar de Moscú? ¿Hasta que punto es el separatismo de Donestk y Lugansk fruto de la intervención rusa?

Personalmente, pienso que estos separatistas no hubieran podido mantenerse sin el apoyo de Moscú, un apoyo no sólo político sino militar, que fue fundamental para que esto llegara a donde ha llegado.

Se formaron varios grupos armados, pero siempre canalizados y encuadrados por agentes rusos, como Igor Girkin, alias Strelkov, antiguo agente de los servicios secretos rusos que acabó siendo «ministro de Defensa» de los separatistas de Donetsk. Y es curioso, porque este Strelkov ahora ha sido encarcelado por Rusia, acusado de extremismo, y es uno de los opositores a Putin que están en prisión. Desde la cárcel ha anunciado que se presenta a la presidencia de Rusia. Es curioso como hay un sector ultranacionalista ruso que oscila entre ser controlado o neutralizado desde el Kremlin.

Los separatistas del Donbás no hubieran podido mantenerse sin el apoyo de Moscú, no sólo político sino militar

.

Atracción e intimidación

En «Apuntes de Crimea» alude al modelo de «atracción-intimidación» que Putin usó para disuadir y rendir a la resistencia ucraniana en la península, y que trató de usar en la invasión de 2022. ¿En qué consiste esta estrategia de «palo-zanahoria»? ¿Podemos decir que el Kremlin la usa con otros países de lo que considera su esfera de dominio, en el Cáucaso o en Asia Central?

Si, aunque dependiendo del país y de la zona las cosas son de una manera o de otra. Podemos decir que hay una política del Kremlin que se resume en decir a los países que consideran de su órbita: «tenemos muchos recursos, si os venís con nosotros podría ser muy ventajoso y podéis ganar mucho. Si somos aliados, os haremos un precio especial por el petróleo o el gas, los recursos serán más baratos, tendréis todas estas ventajas». Esa es la postura inicial. Pero si esa seducción no funciona, y los dirigentes rusos desean muy intensamente ese país, se procede a otros métodos menos amables para conseguirlo.

A escala más reducida, esta es la táctica que trató de usar Rusia para ganarse a los militares ucranianos antes y después de la invasión, por ejemplo en la anexión de Crimea: «tendréis mejores sueldos, pensiones y prestaciones sociales si estáis con Rusia». Pero en los casos en los que eso no funcionó, entraron a saco. En Crimea, dijeron «entregadnos las armas, que os vamos a proteger» (¿de quién?), luego rodearon los cuarteles ucranianos con soldados y tanques rusos hasta conseguir su capitulación.

El patrón -allí donde el Kremlin considera que sus intereses fundamentales están en juego es la «atracción-intimidación»

Evidentemente, la táctica varia según el país y la resistencia que oponga. Por ejemplo, Kazajstán está siendo capaz de disfrutar de la integración económica y de las buenas relaciones con Rusia al tiempo que es capaz de frenar a Moscú en toda una serie de cuestiones fundamentales.

Todo depende de la contestación que reciba Rusia y de la correlación de fuerzas. Pero el patrón, efectivamente, es esta «atracción-intimidación», allí donde el Kremlin considera que sus intereses fundamentales están en juego.

.

Watson y lo mejor de la naturaleza humana

El capítulo «No es su guerra» cuenta la historia de otro “náufrago del Imperio”, su amigo el teniente coronel K.(una abreviatura para conocer su identidad), apodado cariñosamente «Watson», un exmilitar procedente de Ucrania y a quien conoció como chófer en Crimea.

Tras la anexión, se había ido a vivir a Rusia con su hijo, pero la llamada de filas de Putin para luchar contra sus compatriotas, incluso contra su madre en Ucrania, lo lleva a escapar, junto a tantos otros rusos, a Kazajistán, y finalmente, tras muchas peripecias, a Irlanda. Participó en el golpe de Estado contra Yelsin en las postrimerías de la URSS, y también en una atroz guerra de Chechenia, que lo dejó marcado. Me parece un relato entrañable, una especie de «Capitán Alatriste» postsoviético…

El borsch es una sopa de la cocina ucraniana y rusa, muy apreciada en Europa del Este y Eurasia

(Risas) No he leído Capitán Alatriste, pero sí, ciertamente es el más entrañable, y eso se refleja porque tengo un recuerdo muy emotivo de toda nuestra relación. Siempre discutiendo, peleándonos, llegando tarde, yo quejándome… en fin, todo tipo de emociones. Es una persona entrañable. A mi su historia me parece fascinante, porque sus aliados son todos soldados curtidos de la antigua URSS, que ya tuvieron sus guerras y no están dispuestos en volver a participar en los planes de Putin.

En la historia de Watson he querido hacer un pequeño homenaje a lo mejor de la condición humana, a cómo en todo este trágico entramado de acontecimientos y desastres, este hombre encuentra toda una red de antiguos camaradas, de compañeros, que le ayudan a escapar. Y su única manera de agradecérselo es preparándoles su plato favorito, ese delicioso borsch.

En la historia de Watson he querido hacer un pequeño homenaje a lo mejor de la condición humana

Hay varias historias donde creo que se trasluce mi implicación emocional. La historia de Katya, mi profesora de ucraniano, está hecho desde la preocupación de no saber que pasará con su marido, Artiom, que está combatiendo en el frente. Así como el capítulo dedicado a Mariúpol está escrito desde la sensación de impotencia. Y el capítulo de «las vidas de Izolyatsia» está escrito desde la crónica. Y el capítulo de Watson está escrito desde la fe y la esperanza en la naturaleza humana.

One thought on “Náufragos del Imperio. Apuntes fronterizos”

Deja una respuesta