Cine

Nadie es perfecto

Parece ser que precisamente por un loco tomaron a Wilder, cuando se atrevió a plantear que querí­a hacer una comedia basada en la «matanza del dí­a de San Valentí­n», un hecho histórico que unas décadas atrás habí­a conmocionado a la opinión pública norteamericana. Pero «el hombre con cuchillas de afeitar en el cerebro» sabí­a lo que se hací­a, y la pelí­cula marcó un antes y un después en la manera de hacer comedias. La improvisada frase con la que termina el film es una de las más recordadas de la historia del cine, aunque en ocasiones los protagonistas recuerden más la cadena de catástrofes que provocaba tener a una inestable Marilyn Monroe en el equipo.

“Nadie es erfecto” era la frase que, creada a última hora y con titubeos por Billy Wilder y el guionista I.A.L. Diamond, cerraba una sucesión de elementos de combinación improbable -gangsters, travestis, romance, playa y jazz- que, sumada al talento de tres actores como Tony Curtis, Jack Lemmon y Marilyn Monroe, resultó infalible. La película fue todo un éxito contra pronóstico, recaudando diez millones de dólares de la época. Después del preestreno al que Wilder sometía a todas sus películas, lo único que tuvo que retocar fueron las escenas en las que el público reía tanto que no dejaba escuchar los diálogos, escenas que tuvieron que ser alargadas.Sin embargo, pese al éxito en su estreno y la capacidad para perdurar en la memoria cinéfila, el proyecto estuvo lleno de trabas desde el principio, y como toda gran obra costó sangre, sudor y lágrimas de sacar adelante. Para empezar, el legendario productor David O. Selznick rechazó el guión. En primer lugar por la polémica que podía generar el hecho de reírse de un acontecimiento tan dramático como la matanza protagonizada por la mafia en tiempos de la Ley Seca. Aunque también por tratarse de un guión que rozaba lo absurdo, y que se sustentaba en lo ingeniosos de sus diálogos pero con una aparente banalidad en el argumento. Finalmente fue la todopoderosa Metro Goldwyn Mayer la que sacó adelante el proyecto.La colección de problemas a los que tuvo que enfrentarse Wilder durante el rodaje le hicieron acuñar una frase propia de su peculiar ingenio, que también ha sido muy recordada: “Mi psiquiatra me ha dicho que soy demasiado viejo y demasiado rico para volver a pasar por una experiencia similar”. De hecho, el recordado desenlace espetado por Joe E. Brown a Jack Lemmon cuando desvela su identidad masculina, no habría tenido lugar si no fuera porque Monroe, que estaba embarazada, llegaba siempre tarde y contaba con su asesora de interpretación en el plató, hizo tan difícil el rodaje que Wilder y Diamond buscaron para ponerle fin una opción que no implicara su presencia.Tanto Tony Curtis como Jack Lemmon, eran por aquel entonces unos jóvenes desconocidos. Ambos ofrecieron interpretaciones memorables e impulsaron su carrera, pero en Lemmon, Wilder encontró al cómplice con el que tendría la relación profesional más estable y trabajarían juntos en seis películas más, entre ellas ‘El apartamento’ (1960), ‘Irma la Dulce’ (1963) o ‘Primera plana’ (1974).Esta semana se cumple medio siglo de aquel exitoso estreno, que cambió para siempre el modus operandi clásico de la típica comedia americana. Un estilo ingenioso, ágil y, sobre todo ácido e irreverente, que el director austriaco popularizó, demostrando una vez más que el mejor cine norteamericano de la historia fue realizado paradójicamente por los inmigrantes europeos, como el propio Wilder o su reconocido maestro Ernst Lubitsch.Una efeméride que bien merece un nuevo visionado de esta obra maestra atemporal y perenne.

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